viernes, 15 de junio de 2012

EL PRÍNCIPE FELIZ Y LA ASISTENCIA SOCIAL




“EL PRÍNCIPE FELIZ Y LA ASISTENCIA SOCIAL”

Luz María Sánchez Rovirosa


Es frecuente que cuando a alguna persona se le cuestiona sobre el significado de la asistencia social, siempre la asocia con una actitud relacionada con la caridad; y esta visión sobre lo asistencial ha sido tan permisiva en nuestra sociedad, que al parecer no hemos alcanzado a dimensionar que, si pueblo y gobierno no resolvemos pronto el hecho de que los grupos sociales más desfavorecidos no tengan los mínimos derechos de bienestar, no solamente estaremos incurriendo en una grave omisión ética, sino tal vez en un conflicto social de grandes dimensiones.

Este delicado trabajo, nos hace reflexionar en torno a las formas en las que hasta hoy hemos atendido la pobreza en nuestro país  y también al desarrollo de las políticas de asistencia pública en el ámbito nacional. Para que esta situación cambie, es forzosa la necesidad de alcanzar una mayor claridad de la óptica de la asistencia, no sólo sobre las formas de realizarla y desarrollarla, sino sobre su significado social y su incidencia en la política.

La asistencia social desafortunadamente ha sido equivocadamente entendida como un ámbito de la acción gubernamental poco importante, quedando al margen muchas veces de las acciones públicas; sin tomar en cuenta el papel que ha desempeñado en las formas asumidas de participación en la política social y su función legitimadora de cualquier régimen político.

La asistencia social seguirá siendo un imperativo, aun cuando continúe siendo segregada y estigmatizada. Los desafíos que plantea el futuro inmediato para disminuir y alivianar la fuerza de la pobreza, hacen imprescindible revalorar el desinterés con que los mexicanos hemos contemplado a la asistencia social, aceptando que su indefinición, su carácter marginal y su insuficiencia, expresen el consentimiento y la tolerancia de la sociedad hacia estas formas crueles e inaceptables de desigualdad, resumidas en la indiferencia por los pobres y necesitados.

Cabe asociar para reflexionar entonces, la gran moraleja que nos dejó Oscar Wilde en su cuento “El Príncipe Feliz”, con la triste realidad que enfrentamos en nuestro país; cuestionando el por qué el ángel enviado por Dios escogió a la estatua deshecha y a la golondrina muerta, como las dos cosas más hermosas que encontrara en el mundo. Ambos (príncipe y golondrina), eran insignificantes a los ojos fríos y superficiales de las personas que pasaban por ahí.

Dice la narración del cuento, que una vez esa estatua estuvo en un lugar privilegiado. Esa estatua del Príncipe Feliz se encontraba lo suficientemente alta como para explorar toda la ciudad, desde el lugar más público y céntrico, hasta el más recóndito y escondido. Sólo desde ahí pudo vislumbrar los problemas y los dolores del prójimo, la pobreza, la soledad, el miedo, la falta de ayuda y comprensión, y decidió hacer algo. Puso manos a la obra y con ayuda de la pequeña golondrina (que estaba a punto de emigrar), se dedicaron a entregar el oro y las joyas que le cubrían, a los más necesitados; hasta el sacrificio de perderlo todo por ellos.

Este acto de generosidad, al Príncipe Feliz no le pasó nunca por la cabeza cuando vivía en su majestuoso palacio, porque tenía los ojos cerrados, era egoísta y tenía duro el corazón.

Esta breve historia de Oscar Wilde, es una auténtica obra de arte, de la cual se pueden sacar múltiples enseñanzas, precisamente como abrir los ojos y el corazón para fijarse en los demás y despojarse del oro de los propios talentos y posibilidades, para tender una mano a los más necesitados, comprendiendo que el amor, al contrario del dinero, cuando más se da más se tiene.  ¡Vale la pena reflexionarlo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario