miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿MÉXICO, POTENCIA MUNDIAL?


¿MÉXICO, POTENCIA MUNDIAL?

Luz María Sánchez Rovirosa

Entre un rápido y lento devenir, hemos sido testigos del inicio de este nuevo gobierno que hasta hoy ha estado exento de actitudes titubeantes, más no de equívocos. Sin embargo aunque esto es alentador y ha hecho que la gente rebose de alegría, hay que señalar que todavía un alto porcentaje de ciudadanos siguen escépticos frente al recién inaugurado sexenio y específicamente frente a su titular.

Esto es natural en cualquier re empiezo, y quizá la causa se deba buscar en el fatal pasado de la política y en los constantes escándalos de corrupción e ineficacia de los gobiernos anteriores, pero sobre todo, en una resignación motivada por la tradición de que nada cambia, y que siempre todo ha ido peor a pesar de las promesas.

Hasta este momento (como la velocidad de un rayo), el pregón escuchado es que todo no sólo va muy bien, sino excelente, ahora somos diferentes porque tenemos una política “diferente”. Hoy estamos frente a una Constitución que será diferente, a un congreso balanceado y “diferente” (¿?) a una seguridad a punto de ser controlada y a un federalismo creciente.

Pero como de costumbre, tras las severas crisis sexenales, lo que hoy abunda son las promesas y “acciones” de estabilidad, de blindaje financiero, del interés de las inversiones propias y extranjeras, de la seguridad controlada, de la calidad de la educación y de la reducción de la pobreza tras la cruzada por el hambre que ya se reflejó con el aumento del salario mínimo; pero sobre todo las -benditas reformas- (de todo), que según vaticinios (incluso del mismo presidente), permitirán que México llegue a ser una potencia mundial.

¿Potencia Mundial? Cuando las palabras se usan sin comprender cabalmente su contenido, se pervierten y terminan perdiendo su valor. Algo parecido está sucediendo en esta transición política que estamos viviendo, palabras que a fuerza de taladrarnos, penetran en nuestra mente con la justa definición que las autoridades quieren que escuchemos, pero débiles (todavía) en su contenido.

A primera sensación, su sonido nos parece tan hermoso que nos cautiva el oído, y hacen que todos comprendamos perfectamente bien su significado. Pero ¿estamos conscientes de sus alcances y lo que conllevan?

La inercia social que arrastramos a modo de perverso código genético de carácter cultural, con los graves problemas tales como la desinformación, el desinterés la apatía, y la ignorancia de la mayoría sobre los derechos y los deberes políticos, hoy parece tomar nuevos bríos y adquirir nuevas mutaciones con síntomas por demás preocupantes.

Todavía no nos hace efecto la medicina para la indigestión causada por la desmesurada y poco ética forma de gobernar del PAN, y aun con el malestar del empacho, seguimos comiendo sin precaución todo lo que la política nueva nos pone en la mesa.

A pocos días del inicio de otro sexenio, existe una ansiedad (justificada) de transformación. Hay cambio de camiseta, de ideología, de estrategia, de partido de objetivos, de discurso de tendencia y de causa, con la misma facilidad que un niño cambia su helado de chocolate por una paleta de vainilla un domingo en el parque. ¿Cómo puede suceder que el pasado (malo y bueno) desaparezca sin percatarnos?

Pero en fin, todavía es tiempo de observar, todavía no se concretan las acciones tan rápidamente emprendidas; y cambiar el rumbo de un país no es tan fácil como cambiar de presidente.

Todo lo anterior se resume en tres preguntas que nos facilitan comprender la situación por la que atravesamos: ¿Queremos la oportunidad del cambio o preferimos la miseria y la violencia, la corrupción y la burocracia, además de la dependencia actual? ¿Podremos creer que ya no habrá complicidad sistémica del PRI cómo antes? Y finalmente ¿Cuánto tiempo, dinero y esfuerzo debemos seguir aportando los ciudadanos, para convertir el cambio anhelado (para el bien común) en realidad?

Y pasando de lo general a lo específico, en un breve comentario, ya que este tema merece de información y reflexión profunda, le pasaré el pincel a la estrategia sobre educación.

Con gran alegría se ha recibido en nuestro país el planteamiento que el presidente Peña Nieto hiciera sobre la reforma educativa. Tema escabroso y delicado que tiene a México sumido en un hoyo negro.

Sólo quiero enfatizar, que la cuestión educativa no está demarcada única y exclusivamente por la cuestión sindical, como parece ser, ni tampoco en la confrontación añeja entre el hoy secretario de Educación Emilio Chuayffet (quien se siente el mesías) y la líder del SENTE Elba Esther Gordillo (quien es el diablo).

La reforma educativa va mucho más allá de meros acuerdos políticos convenientes (para variar) para el Estado. Desde hace mucho tiempo, ha sido motivo de gran preocupación el constatar el deterioro de la calidad de la educación, no sólo por los planes y programas de estudio que no corresponden con la realidad, o por tener un magisterio corrupto y politizado, que anteriormente (con el “otro” PRI) trabajaba a puertas cerradas; y con una súper reacción de libertad sindical que fue total y absolutamente solapada por el PAN durante sus administraciones.

Sin quitar méritos, definitivamente en algunos momentos de nuestra historia, la educación en México ha tenido avances cuantitativos, sin embargo, aún permanecen severos rezagos que ya no deberían existir.

Si hoy de verdad estamos frente a la posibilidad de emprender una profunda modernización de la educación en México, será única y exclusivamente porque el punto de partida sea lo contrario a los cambios cuantitativos, con los cuales paradójicamente la educación ha sido cada día de menor calidad. Es decir, si la educación necesita una modificación a fondo en términos cuantitativos (lo que parece con la reforma), que no se le olvide al presidente Peña Nieto, que la calidad de la educación representa la verdadera urgencia total, aunque políticamente no les convenga. ¡Vale la pena reflexionarlo!

lmsarovi@hotmail.com
 

jueves, 6 de diciembre de 2012

BREVE COMENTARIO


 
BREVE COMENTARIO

 

Luz María Sánchez Rovirosa

 

“La política es el arte de lo incierto, lo que nos lleva a un principio de incertidumbre política generalizada”. Edgar Morin

 

Un saldo material que ascendió a muchos millones de pesos, muchos heridos de seriedad y lastimados más los detenidos, fue el saldo que dejó la estela de violencia en los disturbios que se suscitaron, motivados por la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente Constitucional de Los Estados Unidos Mexicanos, so pretexto de considerarlo un presidente impuesto.

Pero exactamente ¿Qué es lo que originó esta manifestación de violencia? Una simple visión nos puede revelar que es una reacción tardía a la indiferencia, a la quietud e inercia cívica de una sociedad que descuida la política, inconsciente que corre peligro, pues en lugar de avanzar hacia una vida digna para todos, va derechito hacia la barbarie (como acaba de suceder el pasado 1 de diciembre), en la cual ya ni les importa el prójimo, ni tampoco las leyes.

Sin embargo, estas manifestaciones claramente nos señalan que existe un atorado clamor fruto de la decepción ante las enormes expectativas que emanan gobierno tras gobierno, y de los pobres resultados políticos, económicos y sociales hasta ahora obtenidos.

Contribuye a la espiral de violencia, el hartazgo de la partidocracia, de los políticos egoístas y oportunistas envueltos en escándalos de corrupción y del dispendio del dinero del pueblo en excesos de todo tipo. Pero sobre todo en los pactos, propuestas, proyectos y promesas que no se han cumplido. Por el contrario día con día, año tras año, dejan a las personas sin oportunidades de tener una vida digna. Todo esto provoca desconfianza, hartazgo y por supuesto encono e irritación con justificada razón. Más son hechos muy lamentables, que por supuesto no deberían de haber sucedido en momentos tan importantes para el país, como es un cambio de gobierno.

Y a la par de los actos violentos, por fin Enrique Peña Nieto asumió el deseado cargo que lo pone al frente de un México muy diferente al que dejó sumido el dominio del PRI hace 12 años. Un México que el panismo volvió bronco, muy difícil de gobernar.

Con 5 ejes y 13 acciones inmediatas Peña Nieto define el rumbo de su gobierno, y que formarán parte de la transformación del país. Para ello dijo: “Habrá que vencer los rezagos, mover lo que se tenga que mover; la gente, la mentalidad, las instituciones, pero para ello será imprescindible desterrar el encono y la discordia y concretar el “Pacto por México”.

Y como por arte de magia (el mismísimo domingo 2), el “Pacto por México” se concretó. En el Castillo de Chapultepec se realizó la ansiada firma entre el presidente Peña Nieto y los jefes de los paridos PAN, PRD, PRI, olvidando al Verde Ecologista y por supuesto al PANAL.

De acuerdo (parcialmente) las izquierdas y la derecha en completo regocijo (ya sin pudor ni dignidad), hasta el colmo de dejar de auto llamarse oposición; El PRD y el PAN (junto con el PRI), firmaron los 95 acuerdos (del pacto), para el “bien del país”.

Amén que por pactos no paramos (22 -tentativas formales- de ellos, desde 1990 hasta este instante), resulta que de los susodichos 95; 45 de los acuerdos (aproximadamente la mitad), estarán sujetos a la reforma hacendaria (convenientemente bloqueada por el PRI durante el finito sexenio), que también (por arte de magia) está muy próxima a darse, es decir, tendrán cadenas y candados muy bien puestos. En otras palabras, el “Pacto por México” estará sujeto al PRI.

Dos cosas más de su discurso llamaron mi atención: La convocatoria a una cruzada contra el hambre y la licitación de 2 nuevas cadenas de televisión abierta.

Más allá de las cifras sobre el número exacto de pobres en nuestro país, que dependen de los criterios de quienes la miden y de los nuevos planes de gobierno, un hecho rotundo es: que existen demasiados pobres en México.

Y para entenderlo bien, pobres son quienes tantas veces no existen (sin acta de nacimiento y sin papeles que los hagan sujetos con identidad, con derechos y con deberes), que carecen de lo mínimo para sobrevivir, es decir, para comer, para vestirse, para acceder educación, para atenderse y conservar la salud y en infinidad de ocasiones hasta la misma vida. Los que no tienen un trabajo estable y bien remunerado o no tienen trabajo. Los que tienen que abandonar su lugar de origen por falta de oportunidades. Aquellos para quienes la calle es más segura que un hogar violento y amenazante, los que desvían su camino hacia las adicciones (narcotráfico), para mantener a sus familias; en fin, los que nunca han tenido una sola oportunidad de ser dueños de su destino.

No sé de qué manera se darán las acciones anunciadas; porque la pobreza en México no es fruto de la casualidad, o de la mala suerte, sino el resultado (cien por ciento) de políticas públicas equivocadas y de pésimas decisiones de gobiernos corruptos e injustos.

Por último dejaré en el aire “el beneficio de la duda” para la “cacaraqueada” licitación de las telecomunicaciones; porque no veo más allá que la pujada de los poderes fácticos de siempre, aunque se pretenda (¿?) lo contrario. ¿O el duopolio o el monopolio? ¡Vale la pena reflexionarlo!

lmsarovi@hotmail.com

 

 

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