¿CULTURA
INSTITUCIONAL?
Luz María Sánchez Rovirosa
“Nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras haya quien carezca de lo
indispensable” Salvador Díaz Mirón.
Cultura es el conjunto de rasgos distintivos
únicos, costumbres, manifestaciones y comportamientos místicos, religiosos,
materiales, intelectuales, políticos entre otros que, familiarizados
caracterizan o identifican a una sociedad en un periodo
determinado.
El término ''cultura'' comprende también modos de
vida, valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias,
pero sobre todo su propia historia. A través de la cultura se expresa el
hombre, toma conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos
significados y por supuesto, crea obras que trascienden.
Ahora
bien, la “cultura Institucional”, es la política de comportamiento y desarrollo
laboral que se da en un gobierno, tanto para el aspecto interno, como para el
externo, buscando formar un perfil que permita al capital humano desarrollarse
de la manera más apropiada y adecuada a los intereses de la sociedad a la que
sirven.
La
ética en el capital humano de la institución es la clave de un buen gobierno,
está íntimamente relacionada con el talento y la capacidad, más la disposición
al servicio. Estos factores son evidentemente necesarios para que la
institución cumpla con los objetivos, las propuestas y los compromisos con el
bien común. Sin embargo, hoy sabemos que estos elementos por sí mismos no son
suficientes, pues de nada vale que se cuente con el personal más capacitado,
con tecnología de punta, si los integrantes (empezando por las cabezas) de la
institución en su accionar, rompen o no cumplen con los principios éticos que
norman la vida laboral de un gobierno.
Pero
¿Por qué estamos hablando de cultura institucional y de ética? Diariamente
mueren en el mundo más de 30 mil niños por causas ligadas a la pobreza
(desnutrición). En México donde casi la mitad de la población es pobre, entre
otros aspectos, el tema básico gubernamental, es la alimentación.
Hoy
estamos inmersos en el escándalo que ha propiciado La Cruzada contra el Hambre,
la cual por medio de unas grabaciones (audio), se percató el Partido Acción
Nacional (PAN) que en el estado de Veracruz estaban programando hacer uso de
este programa (“prioridad” en el gobierno de Peña Nieto) con fines electorales.
No
voy a detallar todo lo que se ha desatado al respecto. Desde el riesgo del
Pacto por México, la cancelación presidencial de actos relacionados con el
mismo, incluyendo la presentación de la Reforma Financiera; hasta la
comparecencia de Rosario Robles, titular de Sedesol, y responsable de la
Cruzada contra el Hambre, en el senado, en donde de todos es conocido, hizo
manifiesto de su rancia experiencia como política manipuladora y demagoga.
Somos
muchos los que estamos conscientes de lo que significa el drama de la pobreza,
que agobia a demasiados compatriotas. Las cifras son cada día más
espeluznantes, e incontables veces como ciudadanos, nos sentimos impotentes,
sin saber que hacer frente a esta calamidad nacional, que parece no tener
solución.
Pero
lo cierto, es que los pobres en México carecen de voz (y de voto propio), no se
les escucha y no hay interés de escucharlos, y su presencia en procesos (como
éste) que los afecta mucho, es casi siempre con miras al manipuleo de sus
voluntades. La pobreza en México tiene estas múltiples dimensiones, no sólo es
una cuestión de carencias económicas y uso electoral, también entraña una
violación constante de sus derechos humanos, y eso es muy triste.
Al
anhelo de los mexicanos por alcanzar una democracia auténtica, se une el clamor
de justicia social, y de respuestas concretas ante el empobrecimiento, la
corrupción, el desempleo, el cierre de muchas fuentes de trabajo y el agobio de
muchísimas familias para poder pagar incluso los satisfactores primordiales,
como son el sustento: casa comida y educación.
Podríamos
señalar una cantidad de factores muy importantes que son verdaderos
condicionantes de la pobreza, y que estoy segura que la mayoría conocemos, sólo
quiero hacer hincapié en la falta de solidaridad entre los mexicanos, en la
inercia social que nos lleva a la quietud y el conformismo, aunque nuestras
conciencias nos taladren que nuestros fines, son desgraciadamente ajenos a los
intereses del bien común.
Al
fin los pobres de México, son una perenne acusación a nuestra manera de hacer
las cosas. Los ciudadanos de buena memoria que recordamos nuestra historia,
hemos visto una y otra vez pasar ante nuestros ojos las promesas, los programas
(que se olvidan muy pronto) destinados a los pobres, personas que como nosotros
tienen dignidad y que tienen el mismo derecho de ser dueños de su propio destino,
y que tantas (quizá demasiadas) veces (como cómplices), no lo permitimos.
Expectantes
con el resultado de esta deteriorada Cruzada contra el Hambre, pues la
situación de quienes están afectados por la pobreza, no puede esperar. Sin
embargo es justo resaltar que lo que estamos viendo aproximarse, es la caída a
un asistencialismo con dos vertientes. La primera, el uso electoral. Y la
segunda, el elogio mal sano de los que quieren tranquilizar sus conciencias.
Que
lejos va quedando la solidaridad de la Cultura Institucional. Así que
consciente o inconscientemente, las autoridades creen que ayudar al prójimo
desde arriba y desde afuera, no es su obligación; sólo es el ejercicio de una
virtud que les ayuda a acumular méritos. ¡Vale la pena reflexionarlo!
P.D.
¿Y ahora que salieron libres Rey David Cortés e Ismael Matadama, a quién le
cargará el egregio gobernador Ángel Aguirre Rivero la responsabilidad de las
dos víctimas de los sucesos en la Autopista del Sol con los normalistas de
Ayotzinapa?