REFLEXIONANDO
Luz María Sánchez Rovirosa
“Hoy es hoy y el ayer ya se fue. No hay duda. Hoy
es también mañana, y yo me fui. Con algún año frío que se fue, se fue conmigo y
me llevó aquel año….” Pablo Neruda.
Hoy es hoy, no cabe la menor duda, y el ayer se fue
y es verdad como dice Pablo Neruda, a pesar de que nuestros ojos sigan viendo
con ojos del pasado esta realidad presente. Hoy es hoy y el ayer se fue aunque
no acabemos de darnos cuenta. Pero hoy es tiempo de leer con otros ánimos los
nuevos tiempos. Hoy es hoy y el ayer se fue, pero no hay duda cuando nos despertamos
cada mañana, de la simple y eterna novedad que se sigue cumpliendo, el
cotidiano pasar de las horas, los minutos, los días y los años.
Pero cada día al despertarnos, caemos en la cuenta
de que este hoy es también mañana y cada mañana nos aproxima a un año más de
vida, escenario de una nueva oportunidad de ser y de hacer juntos. Hoy es hoy
pero este día al igual que muchos, serán siempre el preámbulo de un mañana, que
será el hoy nuevamente.
Pero ¿Qué hay de nuevo en este nuevo día que se
avecina? ¿Qué hay de cambio en este cambio de horas? ¿Cómo vivir en un mundo que
cambia y no cambia día a día?
¿Cómo podemos iniciar un nuevo día, una nueva
semana, un nuevo mes, un nuevo año, mirando alrededor del caos que constituyen
los miles de cambios vertiginosos sin un rumbo específico que nos indique que
sí existe un futuro promisorio para los seres humanos, para vencer ese sueño de
los vencidos?
¿Se puede hablar de un cambio en medio de esta
confusión? Hasta este momento, tal parece que no habrá un tiempo distinto a
este eterno presente que nos envuelve y que nos llena de una prisa absurda, que
es simple y curiosamente una inmovilidad desgastante, una indiferencia social
que va matando en vida a todo aquel que se contagia.
Este consentimiento, este beneplácito crónico de un
destino que construyeron con nuestro permiso otros, y que al fin es un destino no
deseado; sino que es producto de una herencia de generación en generación que sin
duda ha permeado en nuestra vida. Esta aceptación de lo que venga y lo que sea,
ese sinsentido de pasar por alto la corrupción, la impunidad, la tortura, la
violación sistemática de los derechos humanos y de la injusticia social.
No es pesimismo, es la tristeza que da ser testigos
como al surgir cualquier rebelión (manifestación) de unos pocos; sea la misma sociedad
permisiva, quien los señale y castigue, mucho antes y con más saña que el mismo
gobierno, que las leyes, sin que en los demás de los demás quepa el asombro. ¿De
qué manera tenemos que actuar como sociedad para entrar de verdad a un mundo
nuevo, a un “gobierno nuevo”?
¿Qué tendremos que hacer para vencer la pasividad y
la pérdida de la capacidad de asombro, ante la destrucción paulatina y sistemática
de nuestra “madre tierra”, de nuestro legado cultural e histórico, ante la
imposición del poder y la falta de un verdadero Estado de derecho, ante la mala
costumbre de resolver las cosas fácilmente y sin molestia, sin importar los
medios? (Mordidas)
Busquemos practicar la felicidad y la paz, a pesar
de este entorno que desalienta, busquemos mantener la esperanza en este tiempo
de desesperación; busquemos el sentido a lo que hacemos, busquemos la justicia;
pero sobre todo, busquemos el rumbo de esta historia que no tiene rumbo.
Vivimos tiempos desequilibrados y fragmentados de
una forma desigual, que exigen pruebas
que no suenen a utopías inalcanzables, o a demagogia política.
Necesitamos ser partícipes en las propuestas de transformación y del bienestar
común. Vale la pena intentarlo, los intentos siempre sirven de algo cuando hay
una meta que perseguir, cuando tenemos la convicción de que esta situación tan
triste que hoy vivimos en México, puede y debe transformarse, con la fe de que
la sociedad puede y debe humanizarse, cuando emprendamos el camino a pesar de
las dificultades, y a pesar de que tantas veces pensemos que todo va a seguir
igual.
Pero hoy es hoy, y sin duda seguirá siendo el
avance de un pasado que se preparó a través de los años con mucha injusticia
social, ese destino que desafortunadamente otros construyeron para nosotros, y
que hoy, tenemos que repararlo y prepararlo para un mañana, limpio e iluminado
para los que vienen detrás. ¡Vale la pena reflexionarlo!