LOS SACRIFICIOS
HUMANOS
Luz
María Sánchez Rovirosa
"No
pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación"
Confucio
Quiero
iniciar este artículo, aun cuando no es el tema del mismo, externando que
lamento muchísimo la salida del Comisionado de Seguridad Dr. Manuel Mondragón y
Kalb; simplemente lo mejor de lo mejor en el gabinete de Enrique Peña Nieto.
Personaje impecable tanto en su persona, como en su trayectoria como
funcionario público. Qué sucedió, sólo ellos lo saben; pero para su servidora
reitero, es muy lamentable.
De
lleno en el tema que aplica el día de hoy, los sacrificios humanos, eran un
ritual común de la Cultura Azteca. Ellos creían que el sol que era una de las
partes más importantes de sus creencias religiosas, se había formado por medio
de un acto de sacrificio a los dioses.
Cuando
los Aztecas, necesitaban que los dioses les proporcionaran los recursos
necesarios para su supervivencia, creían que por los bienes recibidos, ellos
tenían que alimentarlos también a cambio, o en su caso cuanto los azotaban
males, pensaban que no había mejor forma de calmar la ira de los dioses que con
el sacrificio humano; por lo tanto, esta acción se convirtió en una necesidad
de los Aztecas, para tener felices a sus dioses.
Quizá
de forma aparatosa llegamos a la actualidad, en donde la “donación” de órganos (extracción)
debería ser única y exclusivamente para trasplantes que salven vidas. La
“donación”, es un acto de nobleza que merece ser estimulado en el mundo. Donar
órganos en vida o después de la muerte, para que otra persona lo reciba y viva,
es una verdadera obra de caridad que todos deberíamos de practicar.
La
donación de un órgano tanto en vida, como después de la muerte, es un acto
voluntario que regula la ley de salud (de cada país), que no tiene más
recompensa que la satisfacción de haber dado la oportunidad a otra persona de
vivir. Este tema es (o debería ser) cuidadosamente llevado a cabo en cada país,
según sus normas y leyes.
Pero
infortunadamente, sucede que la ambición en el ser humano, sea del rango que
sea es inagotable, y así nos encontramos con el terrible tráfico de órganos, es
decir, la compra-venta de alguna parte del cuerpo, (vivo o muerto), entre una
persona con posibilidades económicas y la urgencia de prolongar su vida (o de
un ser querido), y otra pobre también desesperado por seguir viviendo, es
decir, para satisfacer sus necesidades primordiales.
Este
tipo de “donación retribuida”, es mucho más frecuente de lo que nos imaginamos,
tanto en venta de órganos que pueden ser donados en vida, como los que se
venden de cadáveres, que no hicieron explícito su deseo de donación.
Obviamente,
la ley prohíbe el mercado de órganos, pero esto se ha convertido en otra faceta
del crimen organizado, ya que las cantidades que se piden por la venta de los
miembros son millonarias, y esas mismas se pagan con tal de obtenerlos.
El
comercio de órganos ocurre más frecuentemente en países en los que “conviven”
minorías ricas, con mayorías pobres (económicamente en ambos casos), con
marcadas diferencias y un alto grado de injusticia social, y en los que el Estado
es laxo para regular estas mafias del terror, como en México, entre otros
muchos países del mundo.
Por
este motivo, el “tráfico de órganos” está considerado como una acción criminal
organizada, que se dedica a proveer órganos de personas necesitadas de dinero,
a personas necesitadas de un órgano; y son obtenidos incluso a través del
asesinato de la persona, es decir, este aberrante negocio clandestino, es de
vida y muerte, no tiene ningún respeto por ninguna persona de ningún sexo o
edad; y no tiene ni fronteras, ni límites.
Sale
a colación este muy delicado tema, porque al ser detenido Manuel Plancarte
Solís, sobrino de Enrique “El Kike” Plancarte, (uno de los líderes) de los
Caballeros Templarios, realizando la investigación “pertinente”, y por boca del
mismo criminal, se enteraron que la actividad a la que se dedicaba el
susodicho, es nada más, y nada menos que tráfico de niños y de órganos.
Ahora
bien, por las mismas declaraciones, se encontró que Nazario Moreno “El Chayo”
realizaba ritos (satánicos) o de iniciación, en los cuales obligaba a comer a
los “nuevos” en el cartel, corazones humanos extraídos de los niños, como
adoctrinamiento para poder ser miembro de los templarios. Así lo explicó (palabras
más, palabras menos), el comisionado
Castillo, a importantes medios de comunicación.
Ahora
bien, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, a pregunta explícita
sobre la certidumbre de este caso, quiso suavizar y señaló “que este delito en
México no es tan grave, pero no queremos que sea más grave. (sic). ¿Por fin,
es grave o no es grave?
¿De
qué estamos hablando? Es realmente preocupante, que en México pudiera haber más
casos, en más lugares sobre este macabro tema, que en versión estilo Castillo,
nos suena a una burla más para los mexicanos, cuando jamás deberían restarle la
relevancia y las consecuencias que tiene. ¡Vale la pena reflexionarlo!