CUESTIÓN DE ENFOQUE, O LO QUE NOS DICEN LOS BOLSILLOS
Luz
María Sánchez Rovirosa
“Ningún legado es tan rico, como la honestidad”.
William Shakespeare
La energía (crudo) es la
palanca que mueve el motor del desarrollo económico y de la vida de todos los países
del mundo; su producción y su consumo atañe a la salud, a la elaboración de
alimentos; al transporte, al comercio, etc., así como la contaminación o
conservación del medio ambiente. Por lo tanto el desarrollo sostenible de México
ha dependido (casi en su totalidad) de asegurar y conservar como propio
(Expropiación Petrolera), el acceso a este recurso no renovable, que sin duda
constituye un tesoro para los países que lo poseen en sus territorios terrestres
y acuáticos.
El mayor problema que tiene y
ha tenido Pemex (a través de la historia), es que nunca ha reinvertido lo suficiente
de sus ganancias para su propio y sano desarrollo, ya que estas han pasado
siempre e inmediatamente al gobierno federal, que las “necesita” (junto con la
recaudación de impuestos) para el sustento económico del país, pero
lamentablemente un gran porcentaje de estas ganancias se desvían de los
apremios nacionales, por la corrupción interna (sindical), que ha existido
siempre en dicha empresa.
La situación de Pemex ya con las
puertas abiertas (supuestamente), no deberá obedecer a quién es el dueño; porque
esto ya dependería sustancialmente a la forma como se administraría de aquí en
adelante, vía los convenios con las empresas extranjeras; lo relevante entonces,
se daría en el entorno financiero, político y social, pero sobre todo de
nacionalidad, en el cual quedaría inmersa la ex paraestatal.
Al final, lo más importante
radica, en quién o quiénes serán los propietarios de las millonarias ganancias
correspondientes y que los legisladores anudaron al laberinto de modificaciones
que hicieron a la Constitución y a la serie de complicadas leyes secundarias de
las cuales brotan cuatro preocupantes y polémicos puntos para el -conocimiento
social-: La deuda de Pemex y CFE; la ocupación de las tierras para explotarlas;
la polémica práctica del fracking y la pérdida de la mayoría de los recursos
financieros.
El primero de ellos es la
asunción de la deuda de Pemex (y muy posible de CFE) al gobierno federal
asumiéndola como propia, y legándola al pueblo de México vía más o más altos
tributos, o el sacrificio del recorte de obras de infraestructura pública y/o
social.
Pemex es o fue una empresa a
la que los malos gobiernos llevaron hasta el infierno; pero nuestra otrora riqueza
petrolera es tal y tan noble, que sin duda alguna, es capital y es dinero
contante y sonante en el mercado mundial, por eso las empresas extranjeras la
ven como miel sobre hojuelas, hoy ya con el privilegio de comérselas, dejando (por
lo que se ve), las migajas para el pueblo de México.
El segundo punto que es la
ocupación de las tierras para su explotación, tiene el antecedente (muy claro) de
lo sucedido con la extracción de los minerales. Las mineras extranjeras, son un
claro ejemplo de lo que les espera a los “usuarios” (dueños) de las tierras
propicias para la explotación de petróleo, gas, etc., ya que la reforma es
permisiva para la -ocupación temporal o servidumbre legal- (en este caso,
sinónimo de expropiación), de las tierras por las empresas que se instalarán para
la explotación; mismas que nunca serán retribuidas de manera justa, y sí por el
contrario, quedarán muy afectadas para volverlas a usar (en este caso), para la
agricultura.
Para cerrar con broche de oro,
muchas de las tierras de nuestro territorio se enfrentarán al polémico espectro
del “fracking”, que es la tortura de la tierra, mediante la fractura
hidráulica, que consiste en inyectar agua concentrada, arena y productos
químicos en las rocas porosas llamadas lutitas, donde se encuentra acumulado el
llamado –gas shale-, para provocar que salga a la superficie.
Curiosamente, Estados Unidos,
país que prometió a México “prestar” su avanzada tecnología para la extracción
del shale (si se aprobaba la reforma energética), no aclaró y lo más grave es
que México no investigó (¿o sí?), que en ese país esta práctica está en decadencia,
ya que las reservas del gas shale no son duraderas, amén de los graves peligros
ecológicos, ambientales y humanos que derivan de esta práctica.
Y así es que, para hacer un
país más competitivo (con el TLC), los mexicanos tendremos que cargar con la
deuda de Pemex (y muy posible con la de la CFE, que asciende a medio billón de
pesos); y por si no tuviéramos suficiente con las deudas propias, ahora por “la
gracia” de los legisladores, tendremos que pagar un billón 130 mil millones de
pesos (equivalente a casi el 7% del PIB), que existe por los malos manejos en
las administraciones de la ex paraestatal; y por supuesto por la corrupción
consentida, desde inmemorables años.
Si esta situación es correcta
o no, si es justa o no para México y los mexicanos, es cuestión de enfoque; o
de lo que nos dicen los bolsillos. ¡Vale la pena reflexionarlo!