miércoles, 29 de enero de 2014

¿OTRA ESTRATEGIA ANTISECUESTRO?





¿OTRA ESTRATEGIA ANTISECUESTRO?

Luz María Sánchez Rovirosa

“El miedo es la inseguridad a lo desconocido. El pánico es la seguridad de lo conocido” Lakarus.

 
 
 
 

La inseguridad es un tema que frecuentemente está presente en las conversaciones de todos y cada uno de los mexicanos. Diariamente escuchamos, leemos, y vemos por todos los medios de comunicación, noticias escalofriantes acerca de la creciente delincuencia organizada, un mal que los gobiernos han permitido, y que ha alcanzado altos niveles, afectando gravemente la vida de la sociedad. La inseguridad no es un quebrantamiento que solo afecte a personas de alguna clase social; la inseguridad nos afecta a todos por igual, por el simple hecho (en este caso), de vivir en México.

Hablar de inseguridad, es hablar de distintos factores que están ligados y van de la mano con ella: desintegración y violencia familiar, juegos de azar disfrazados (casinos), drogas y drogadicción, remuneración instantánea con el mínimo esfuerzo, falta de valores, acoso, corrupción en el sistema judicial, falta de interés de los gobiernos para efectuar cambios efectivos, así como el creciente desempleo y la fuerte crisis que nos azota, entre otros muchos.

En todo México, pero especialmente en ciertas entidades el secuestro en todas sus modalidades (económico, extorción, express,  virtual, así como hay secuestros profesionales, improvisados, secuestros de vehículos, aviones, hasta los autosecuestros), se ha convertido en una forma de trabajo, en un medio de vida, en el cual increíblemente familias enteras participan, dedicándose a privar de la libertad a personas y/o extorsionar, obteniendo por ello abundantes (o por lo menos suficientes) recursos económicos vía los rescates, que aun cuando las familias de los secuestrados no tengan el dinero, están dispuestos a conseguirlo y a pagar para recuperar vivo y sano a su ser querido, cosa que infortunadamente no siempre es posible.

El secuestro se ha convertido en una pesadilla en la sociedad mexicana, es un tema delicado a tratar y es un grave delito que tiene serias consecuencias, tanto morales, emocionales, físicas y psicológicas, que atentan contra la integridad, la libertad y hasta contra la vida (que se ha vuelto muy común) de cualquier persona.

El motivo del secuestro, siempre será la recompensa (y en muchos casos la venganza también), que se obtiene del rescate que se paga por respetar la vida de los secuestrados, y que a pesar de obtenerlo, muchas veces, tal vez demasiadas, no se cumple.

Pero si el delito en si es aberrante, lo es también no lograr entender la pérdida de toda conciencia de los secuestradores criminales y delincuentes, que siendo también seres humanos (¿?), teniendo familia, dañan sin piedad y con premeditación, alevosía y ventaja a sus víctimas.

El pasado martes en la ciudad de México, fue presentada la Estrategia Antisecuestros, por el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, que contempla mejorar la coordinación (“sin echar culpas”), con las autoridades de los estados más afectados por los plagios, que son Durango, Michoacán, Tabasco, Oaxaca, Veracruz, Guerrero, Tamaulipas, Estado de México, Morelos y Zacatecas, que concentran el 78 por ciento de los casos del país, sin dejar de lado el resto del país.

Esta nueva política en materia de seguridad, fue instruida el pasado diciembre (tardíamente) por el presidente Peña Nieto, en –atención- al aumento de esta grave fechoría, y en la cual participarán como consejeros (por el momento), ya que en su –instinto-, ya se vieron como políticos (incipientes), Alejandro Martí, Isabel Miranda de Wallace, María Elena Morera y Josefina Ricaño, quienes han sido víctimas de este crimen.

Este -nuevo plan- fue lanzado (también) en los últimos sexenios. Las anteriores iniciativas, fueron propuestas por Ernesto Zedillo en 1997; Vicente Fox en 2004; Felipe Calderón en 2008, sin haber obtenido resultados positivos, y hoy por cuarta ocasión Peña Nieto propone lo mismo, pero con palabras más rebuscadas.

¿Podremos esta –cuarta- ocasión creer en las promesas de siempre? Hoy estamos viviendo un tiempo en el cual la violencia y el terrorismo siembra de inquietud y dolor las calles de nuestras ciudades y de nuestros pueblos; y los que vivimos y convivimos en ellas cargamos ese pesar que nos tocó vivir; por ello somos el producto de nuestro tiempo, de la decisión de vivir a tiempo nuestro tiempo; y también somos carne viva de las contradicciones de nuestro tiempo. Ese tiempo al que le permitimos convertirse en historia.

Pero curiosamente encima de todas las propuestas rebuscadas, ellos, las autoridades y gobernantes acusan de violentos a los pueblos que se levantan en armas y condenan precisamente, lo que en ellos no se condena. Y tampoco condenan el terrorismo cotidiano sobre cada familia (demasiadas), que no tienen que comer, que no caben en los servicios de salud, de educación, que se protegen de la noche entre precarias paredes de láminas de cartón, o bajo el cielo y las estrellas.

¿Otra estrategia antisecuestros? Cuando ellos, los poderosos, los autoritarios, los dogmáticos e hipócritas políticos, condenan y señalan con un dedo acusador, a las víctimas de su propia violencia. ¡Vale la pena reflexionarlo!

jueves, 16 de enero de 2014

EL BUENO, EL MALO Y EL FEO






 
EL BUENO, EL MALO Y EL FEO

 

Luz María Sánchez Rovirosa

 

“Se pelea mientras hay por qué, ya que puso la naturaleza la necesidad de justicia en unas almas, y en otras la de desconocerla y ofenderla. Mientras la justicia no esté conseguida, se pelea”. José Marti

El estado de Michoacán tiene colindancia con los estados de Colima y Jalisco en el noroeste; Guanajuato y Querétaro al norte, al este con el Estado de México, en el sureste con Guerrero y al suroeste con el espléndido Océano Pacífico, donde se encuentra localizado el Puerto Lázaro Cárdenas, que es considerado la joya de todo aquel grupo del crimen organizado, que ambiciona lograr su codiciado control.

Lamentablemente, hoy Michoacán es noticia en el mundo, al encontrarse prácticamente en guerra (empiezan a escasear alimentos y productos de consumo), tras ser tomada por los Caballeros Templarios, grupo que derivó de La Familia Michoacana; y que con sus delictivas acciones, ha orillado a sectores de la población a tomar y levantarse en armas, para luchar tanto contra este grupo criminal, como contra la ineficacia de las autoridades, formando un movimiento conocido como grupo de autodefensa.

Viviendo momentos de zozobra, la situación en Michoacán se ha vuelto crítica, debido a que este grupo de autodefensa se ha convertido en protagonista de la historia de este estado. Una situación peligrosa, pues a pesar de la legitimidad y lo coherente de la demanda de seguridad y de poner un alto definitivo al crimen organizado, no es bueno que la ciudadanía sea la que se procure la justicia, por su propia mano.

Ante esta delicada situación, es relevante especificar, cuál es el tenor social en que se está dando este conflicto; porque salta a la vista que el tejido social se está fracturando demasiado rápido, ante la ausencia de estrategias institucionales eficaces, para garantizar seguridad y bienestar para la población.

Y se quiera admitir o no, ha sido en este primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando el crimen organizado está explotando. Ya venía prendida la mecha desde el sexenio pasado con Felipe Calderón; pero es ahora, cuando ya en muchos puntos del país están surgiendo estallidos de gran magnitud entre las mismas mafias, contra (él y los) gobiernos, y lo que es más grave, contra de los ciudadanos.

Esta delicada situación, va muy en contra de todos los beneficios (entre ellos la seguridad) ofrecidas por el gobierno del nuevo PRI, que hasta hoy no han sido cumplidos. ¿Exagero? Quizá, pero no podemos negar que ha sido precisamente en este sexenio, cuando este problema se ha vuelto incontrolable, ya que si bien siempre han existido las mafias, nunca se habían vuelto tan notorias, ni nunca antes se habían enfrentado los ciudadanos contra ellas y ellas nunca se habían enfrentado contra el –soberano-.

Hoy la mafia desafía a todo lo que signifique autoridad, sea del ámbito que sea, federal estatal o municipal, ahora no amedrentan, hoy arrasan con todo lo que se interpone a su paso como un obstáculo para el desarrollo de sus criminales acciones. Hoy las mafias ya salieron del clóset, con todos sus trágicos enceres, para comerciarlos libremente (pero sin pagan contribuciones), exigen -su espacio-, y lo están consiguiendo a costa de lo que sea, incluso de la vida.

Lo prohibido se está haciendo demasiado grande y no lo van a poder controlar, si no le ponen el freno de mano. Algo en México está funcionando muy mal, o en su defecto, algo en México se está protegiendo muy bien.

Pero lo verdaderamente preocupante y triste, es que hoy el pueblo de México ya no sabe para dónde voltear, ya no sabe de quién defenderse, si de los buenos, de los malos o de los feos.

Para concluir, el ciudadano común y corriente, ese que se dedica a lo cotidiano, que vive de su trabajo honesto (cada vez más escaso), que vela por su familia, hoy no tiene el mínimo de garantías y derechos, que le permitan vivir en paz y con dignidad, es decir, con –Justicia Social-. Sin ser pesimista, esta es la triste realidad que se está viviendo en México. ¡Vale la pena reflexionarlo!

 

miércoles, 8 de enero de 2014

LA SEGURIDAD EN EL PAÍS, ¿NO ES PARA TODOS?





 
LA SEGURIDAD EN EL PAÍS, ¿NO ES PARA TODOS?

Luz María Sánchez Rovirosa

“Es inútil buscar la seguridad detrás de barreras geográficas. La seguridad real se encuentra sólo en la legislación y en la justicia”. Harry Truman.

En medio de una depresión económica consecuencia del incremento de los impuestos y del alza en los precios de los productos de la canasta básica y de los que están fuera de la canasta, con el empleo desplomado y la burla del aumento al salario, de quienes no son togados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, diputados y senadores o ejecutivos públicos y privados, surge para la clase privilegiada (económicamente), una especie de apogeo en lo que pudiera ser llamado –la industria de la seguridad—.

Hoy en día está de –moda- desde la vigilancia privada, los vehículos blindados, alarmas, etcétera, hasta los más sofisticados artefactos y accesorios para el mismo fin. Los innumerables servicios tienen diferentes precios para los diferentes -niveles sociales y económicos- que puedan sostener un gasto así.

Esta (hasta cierto punto vergonzosa) situación, es el resultado de la inseguridad, que se ha convertido en una de las tantas y principales preocupaciones de la sociedad mexicana; consecuencia de una historia política de violencia, en la que la mentira, la sospecha y la desconfianza han sido una constante con la que hemos tenido que aprender a luchar.

En la historia de la humanidad, nos encontramos con el intento constante del hombre por dominar a sus semejantes, a menudo en provecho propio. Este deseo de someter a los demás y al mismo tiempo el miedo a ser sometido por los demás, es en muchas ocasiones la raíz de la mentira, del fingimiento, del fraude, de la manipulación, de la demagogia política, y por supuesto de la violencia.

La violencia es indudablemente fruto de la injusticia, y aun cuando cada día más personas se manifiestan en contra de esta grave situación, la formación de movimientos de agresión, delitos y crimen que provocan una acción represiva cada vez más apremiante en la sociedad sin importar las consecuencias; se convierte en un círculo vicioso que va de la violencia la injusticia, la agresión, etc., a la reacción de venganza, el rencor, el odio, la justicia por propia mano, y así sucesiva y eternamente, sin que se vea solución alguna.

La violencia, es una palabra que ya debería estar fuera del contexto verbal de nuestras vidas y es la acción que no debería convivir en la trama de una sociedad civilizada; pero tristemente, por el contrario de lo que digan las autoridades federales, estatales y municipales, cada día se incrementa y sigue permeando en la sociedad como si fuera el único medio por el cual unos pocos se hacen notar, mientras que la mayoría, indefensa, temerosa y dañada la sigue padeciendo y la sigue aguantando.

Uno de los resultados de la lucha del gobierno mexicano contra el narcotráfico, -supuestamente- planeada para ofrecer mayor seguridad a los ciudadanos, desafortunadamente se ha convertido en una fuente permanente de violencia e inestabilidad en varios puntos del país. En algunos lugares, la violencia ha alcanzado niveles que también resultan letales para la economía de estados y municipios como Michoacán, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y el puerto Acapulco, en los cuales la violencia es parte de la vida cotidiana.

En este país (como en muchos otros), hay marcas, cicatrices, huellas de desesperanza que aparecen significativamente sobre los escenarios de su historia ordinaria, y que hoy lo doblega una vez más al ver los retazos mal parchados de un gobierno represivo, tan oscuro como lacerante, que se nombra a media voz, ya no tanto por la censura del poder político, sino por la imposibilidad del lenguaje para encontrar palabras adecuadas para expresar el dolor y la incertidumbre, ante semejantes -ideas políticas-.

La violencia (y que le quede claro al gobierno), no sólo son las muertes por el crimen organizado o sin organizar, por los asaltos, los secuestros, los desaparecidos o la guerrilla. Violencia son también las muertes por falta de atención médica, por no tener acceso a los servicios de dignidad, a la educación; violencia son las adicciones, la pobreza, la marginación, el tráfico de personas, de órganos, la migración, la explotación sexual y laboral infantil, el hambre. Violencia es la falta de progreso y del bien común, y la culpa la tenemos nosotros por permitir que nos gobiernen (por conveniencia personal y no del bien común), esta clase de personas. ¡Vale la pena reflexionarlo!