viernes, 12 de diciembre de 2014

¿MÉXICO EN PAZ?





¿MÉXICO EN PAZ?

Luz María Sánchez Rovirosa

“No hay libertad, ni verdad, ni justicia, cuando existe la afirmación arrogante del yo; cerrazón del alma y sordera del espíritu”. Jaspers.

Entre un rápido y lento devenir, hemos sido testigos del terrible acontecer en México en el cual el gobierno en sus inicios, había estado exento de actitudes titubeantes, pero quien hoy en día está colmado y tal vez desbordado de decisiones equívocas. Pasamos casi sin darnos cuenta de un gobierno con un comienzo alentador; a un gobierno con un país en una situación de crisis grave en todos sus ámbitos.

Esto, con el valor de llamarlo “natural”,  es “natural” en cualquier reinicio; y quizá la principal causa se deba buscar en el fatal pasado del quehacer político (sobre todo del PRI), surgido por los constantes escándalos de corrupción, autoritarismo e ineficacia de sus gobiernos de antaño, (incluidos los dos sexenios del PAN). Pero sobre todo, en una resignación de la sociedad, motivada por la tradición de que nada cambia, y que siempre todo ha ido peor a pesar de las promesas y las expectativas.

Desafortunadamente (como la velocidad de un rayo), del pregón que se escuchó de que todo en el país iba no sólo muy bien, sino excelente; se convirtió en la noticia de una nación que va de picada; porque al final, el –nuevo PRI-, el del “carro completo”, no era diferente que los de las –Eras arcaicas-.

Tras las anteriores y severas crisis sexenales, lo que en un inicio abundó en la actual administración, fueron las promesas de “acciones” de estabilidad, de blindaje financiero, del interés de las inversiones propias y extranjeras, de la seguridad controlada, de la -calidad de la educación- y de la reducción de la pobreza; pero sobre todo las –benditas, pero cuestionadas  reformas- (de todo), que según vaticinios (incluso del mismo presidente), permitirían que México llegara a convertirse de un –país emergente-, a una -potencia mundial-.

Pero la inercia social que arrastramos a modo de perverso código genético y de carácter socio-cultural, más los graves problemas tales como la desinformación, el desinterés, la apatía y la ignorancia de una parte de sociedad sobre los derechos y los deberes políticos, hoy ante estos trágicos acontecimientos, parecían adquirir nuevas mutaciones, con síntomas por demás preocupantes.

Todavía no nos hacía efecto la medicina para la indigestión causada por la desmesurada y poco ética forma de gobernar del PAN, y aun con el malestar del empacho, lo que la nueva política (¿?) nos puso en la mesa, nos lo comimos sin ninguna precaución.

De repente surge una inesperada reacción, y ante un fuerte encontronazo con la realidad, la sociedad despierta, y se da cuenta (espero que no demasiado tarde) que tiene “el derecho a tener derechos”, esos derechos que todo ser humano tiene a vivir justa, respetuosa y plenamente su vida en la sociedad.

Así que ya (casi) conscientes, que todo aquello que le impida a un ciudadano a realizar el ejercicio pleno de su ciudadanía, se llama y es violencia. Y se da, desde la mismísima violencia del Estado (en la que siempre estamos inmersos), hasta la violencia por la inseguridad criminal en las calles (en toda sus modalidades), la violencia familiar, la violencia laboral, de género, y toda aquella que atente con el desarrollo de una persona, de una comunidad, de un municipio, de un estado y por ende de un país.

Entonces y por consiguiente, si toda la violencia nos niega el derecho a tener paz ¿Qué se tiene que hacer primero? Porque sin libertad, sin verdad y sin justicia, simplemente no puede haber paz.

Pero la búsqueda de la paz siempre se complica, porque no existe la suficiente voluntad para resolver los problemas. Bastaría con preguntar quiénes son los culpables de su ausencia, para que inmediatamente esa culpa se traslade al otro, eliminándose (cada quien) automáticamente de la solución.

Así que lo primero que tenemos que aceptar, es todos somos solidariamente culpables, como todos somos solidariamente parte de la solución para encontrar la anhelada paz; siempre y cuando seamos partícipes, buscando el bien común y no solo nuestros intereses personales. ¡Vale la pena reflexionarlo!

jueves, 4 de diciembre de 2014

¿CUESTIÓN DE MOVILIDAD?






¿CUESTIÓN DE MOVILIDAD?

Luz María Sánchez Rovirosa

“La injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la Justicia en su conjunto”. Martin Luther King

 

Un año más está llegando a su fin en medio de una grave crisis, que tiene a la mayoría de los mexicanos (amén del problema financiero, el adelgazamiento de la clase media y el incremento de la pobreza y la miseria), inmersos en la certidumbre de no ser ciudadanos importantes para un gobierno tambaleante, en el cual es manifiesta la desatención hacia la sociedad.

Era de esperarse que tarde o temprano (a escasos dos años de gobierno), se presentara este desequilibrio gubernamental, después de unas elecciones federales muy cuestionadas, cuyo resultado dejó inconformes a un alto porcentaje de mexicanos; ahora reforzada, precisamente por la incertidumbre en una administración en pleno ejercicio; al que a pesar de todo en un inicio, se le había dado el voto de confianza.

El caso Ayotzinapa el 26 de septiembre del presente, dejó 3 jóvenes muertos y la desaparición –simultánea- (casi increíble) de 43 alumnos (personas de carne y hueso) de la escuela normal Isidro Burgos ubicada en este lugar. El alcalde de Iguala con antecedentes de asesino y junto con su esposa con intensos nexos con el crimen organizado y carteles del negocio de drogas; Iguala y Cocula (por mencionar), con impresionantes sembradíos de –fina amapola-, en las recónditas áreas selváticas de la Sierra Madre del Sur (en Guerrero). Y uno azorado y atónito se pregunta ¿Toda esta parafernalia (notificada a tiempo), no fue de importancia ni para el gobierno estatal, ni para el federal, como para voltear a verla y tomar acciones, para no perjudicar a la sociedad?

Si esto no es desprecio a la sensibilidad de una nación, entonces ¿qué lo será? ¿Y aunque fuera el único caso de impunidad que surgiera en México, por qué no hacerle caso?

Así que el pueblo agraviado por la injusticia y la desigualdad (hechos que si son importantes para el gobierno, lo disimula muy bien); toma como bandera de lucha a Ayotzinapa, que le ofrece a la sociedad una alternativa de organizarse, y salir a las calles para desahogarse y gritar una realidad que nos está aplastando, esperando encontrar –algo- que permita mejorar la vida, por no decir la calidad de vida (que muchos no la tienen), y evaluar de manera diferente este indecente, corrupto e impune entorno gubernamental, que nos envuelve hasta sofocarnos.

¿Qué nos sucede? Muertos, desaparecidos, extorciones, secuestros y un impresionante aumento del miedo a que nos suceda cualquier ultraje, o a quedarnos sin el “pan nuestro de cada día” (desempleo).

Pienso que no hay ciudadano mexicano, que por lo menos tenga un amigo o conocido, que no lo haya padecido, si es que no ha sido en carne propia. Y aunado a tantos agravios que además siempre paga el pueblo, se suma la terrible lejanía y el –autismo político- de las autoridades de hoy (ayer y siempre).

Y entonces de nuevo anonadados lanzamos otra pregunta: ¿Se nos puede criticar a los ciudadanos que levantamos la voz, no para pedir un favor, sino para reclamar lo que nos corresponde? Cuando escuchamos en los discursos, tentativas maravillosas que en lugar de rendir frutos, una y otra vez reculan, como el crecimiento del PIB; o nuevamente la historia de una escalada de México al primer mundo como en antaño tanto lo cacaraqueó el –viejo PRI-.

¿Se nos puede criticar por no estar de acuerdo y rechazar escuchar toda la magia de color en los sueños principescos del gobierno; en donde los humillados, los muertos, los desaparecidos, los invisibles, los secuestrados, los territorios (cada día más) infiltrados por el crimen organizado; junto con la justicia, la igualdad, la honestidad, la verdad, etc., quedan sepultados en las fosas comunes?

Todo este intenso escrito, deriva de la aprobación en La Cámara de Diputados a una –reforma constitucional- a los artículos 11 y 73, en los cuales el Estado garantiza la movilidad de la sociedad en los espacios públicos, pero que ha causado controversia entre sus opositores y un alto porcentaje de ciudadanos en las -redes sociales- ¿Por qué el no estar de acuerdo? Porque conociendo al gobierno, vendrán las leyes secundarias o reglamentaciones (que ya alcanzamos a ver), impidiendo la movilidad, cuando sea en grupo y para protestar, evitando así el daño a terceros.

Para concluir en el colmo del espanto, formulamos otra pregunta: ¿Daños a terceros? Si todavía se me permite aclarar que los daños a terceros a cuartos y a miles es una gran experiencia que tienen los gobiernos (y el de hoy no es la excepción), simplemente hay que checar las cifras para saber en cuántos ámbitos más hemos retrocedido, además de lo económico como país. Y si de ilícitos se trata, el repudio es gratis, por la injusta forma de enriquecerse (con dinero ajeno), tanto o más reprobable que lo que hacen los –vándalos- en las manifestaciones. ¡Vale la pena reflexionarlo!