¡ZOMBIS!
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Lo que los ojos ven y los oídos oyen, la mente piensa”. Houdini
¿Hubo alguna época en la cual la economía fuera pensada para
el bien común, después de los terribles tiempos sociales, políticos y económicos,
que se produjeron durante la Revolución Mexicana, y de los movimientos sociales
posteriores a la elaboración (antes de ser –mal parchada-) de nuestra última Carta
Magna en 1917?
Porque hoy, con una clase media con aproximadamente 200 por ciento menos
(o nulo) poder adquisitivo que hace 40 años; con millones de campesinos y
millones de personas en la pobreza y en la miseria; con millones de jóvenes que
ni estudian ni trabajan (ninis); con una economía que difícilmente crece; con una
tasa de desempleo alarmante y deslizándose cada día más; con un salario mínimo
que no aumenta y no ayuda, pero sí humilla, y con una inflación que nos estrangula,
podemos preguntarnos, conservando todas las proporciones sensatas: ¿estamos
mejor que hace 40 o 60 años? “La respuesta está en el viento”.
Cómo sociedad participativa ¿qué podremos o qué nos corresponde hacer para
lograr sacar a México (en este caso), al estado de Guerrero y especialmente al
municipio de Acapulco, del atraso, la pobreza, la marginación social, política
y económica, de la corrupción, de la violencia e inseguridad en la que se
encuentran sumidos actualmente?
Hablar de mexicanos, de
guerrerenses y de acapulqueños participativos, estoy convencida que sería lo
óptimo, lo ideal y lo correcto, si el gobierno lo permitiera y si la ciudadanía
que sintiéndose tomada en cuenta, no se politizara. Por supuesto, sería nuestra
gran ilusión. Pero como desafortunadamente esto es cada día más difícil (por no
decir imposible), hoy en la medianía del 2015, ¿de qué hablaríamos: de
conformismo, de sumisión o de ilusionismo?
La
ilusión es la esperanza puesta en alguna cosa positiva, como un sueño, un
sentimiento de alegría, en un proyecto que de verdad deseamos que se realice,
que se cumpla. Y la ilusión óptica (ilusionismo), es una imagen mental
engañosa provocada por la imaginación o por la interpretación errónea de lo que
perciben los sentidos. Muy diferentes, pero al fin, ambas son ilusiones.
Las
comparaciones con el pasado (para algunas personas), con el convencimiento de
que cualquier época anterior fue mejor; quizá no sea lo más sano, sin embargo,
igual pero de atrás para adelante ya lo reza el refrán que dice: “nunca
segundas partes fueron mejores”.
Así
que de vez en cuando, hablando de nuestras ilusiones o del ilusionismo
político, específicamente en este caso que nos atrae, es decir, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI), no hay más remedio que cotejar y reconocer
que en estos tiempos con tecnología tan avanzada y en contraposición a otros
que ya son historia, es tan lamentable e inconcebible, que se cometan las
mismas barbaridades, injusticias, esclavitudes; que se protagonicen salvajadas
macabras, robos, engaños, delitos y tonterías igual que antes, pero que hoy tristemente
vienen disfrazadas de “buen gusto y sofisticación”.
Claro
ejemplo de una –ilusión disfrazada-, o ilusionismo, son las tan cacaraqueadas -reformas
estructurales-; aprobadas durante el primer año de gobierno del retorno del PRI
(después de 12 años con el PAN); y que fueron un anticipo de lo que se nos ha
venido encima -para siempre amén-, en este extraño y perverso experimento del “nuevo
PRI”.
Pero
después de casi ochenta años de –lujuria política-, y dos envilecidas épocas de
transición (¿?), en la actualidad, con el PRI nuevamente encaramado en la -silla
pinal-; el cambio, la democracia y toda ilusión, es un lujo que hoy no nos
podemos dar, porque no ha lugar a la participación natural y cívica de la
gente, ya que el ilusionismo político que tan bien maneja este gobierno, nos
está volviendo en “zombis”.
El
progreso no se lleva bien con el mal gobierno y este es el tiempo que nos tocó
vivir. Falta de buen gobierno, falta de ética, de moral, de valores, de
dignidad, de honestidad, de humildad, de humanidad. Falta de preparación, de
estudios, de cultura, pero curiosamente no de imaginación.
¿Será
posible que no exista alguna manera para que volvamos a ilusionarnos para que
la democracia nos gobierne y no para que, como –muertos vivientes-, nos someta
el ilusionismo político? ¡Vale la pena reflexionarlo!