DONALD
TRUMP, XENOFOBIA HITLERIANA
Luz María Sánchez Rovirosa
“No
dije nada que no quisiera decir” Donald Trump.
El
magnate Donald Trump, hoy aspirante a la nominación por el Partido Republicano
a la candidatura de la presidencia de Estados Unidos de América, en uno de sus
exabruptos lanzó y ha seguido lanzando infamias en contra de los mexicanos
radicados en aquel país, con residencia o indocumentados; afirmando
categóricamente que son problemáticos, traficantes, delincuentes, violadores, es
decir, personas no adecuadas, y Estados Unidos no será más “el basurero para
los problemas de todos los demás”.
Lo
anterior causó inmediato escozor entre los –compatriotas próceres gobernantes-,
como el secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, quien abrió la
boca para sentenciar las acusaciones del multimillonario como “prejuiciosas y
absurdas”. Y agregó, que “se ve” que no tiene idea de la aportación que los
migrantes de prácticamente todo el mundo realizan, para apoyar el desarrollo de
su país.
Haciendo
memoria a la historia del mundo, recordaremos que Adolf Hitler, desde antes de
convertirse en canciller de Alemania, ya tenía la obsesión sobre la raza
superior, y en la mayoría de sus discursos y escritos, relevaba su psicótica
creencia de la pureza racial y la superioridad de la raza aria, contemplando su
prototipo como un hombre rubio, alto y de ojos azules; lo demás era pura
bazofia.
Cuando Hitler y los nazis llegaron al poder, estas creencias se
convirtieron en la ideología del gobierno que dirigía, y con el apoyo de
científicos alemanes, se convencieron, que la raza humana podía ser mejorada
mediante la limitación o nulificación de la reproducción de aquellas personas
que consideraban "inferiores".
Así que a partir de 1933, a los médicos alemanes se les permitió
realizar esterilizaciones forzadas y cirugías a los judíos, a quienes llamaba
–raza venenosa-, que hacían imposible que las víctimas pudieran tener hijos. Además
de los migrantes (especialmente los gitanos); personas con discapacidad, también
fueron víctimas, de tan aberrante acción.
Era
tal la aberración a la raza judía, que Hitler dijo antes del comienzo de la
guerra que aniquilaría a todos los hebreos; que su testamento apunta: “que hizo
exactamente lo que dijo que haría”.
¿Pero
por qué intercalar el siniestro paso de Hitler por el mundo, con la carrera a
la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump, tomando en cuenta que empezó
como un juego de exabruptos y payasadas?
Donald Trump y la multitud de defensores del sistema de inmigración
Norte Americano, no reconocen acuerdos comerciales neoliberales, apoyados por
Estados Unidos, como el TLCAN, que han devastado las industrias locales,
forzando a innumerables trabajadores a cruzar la frontera en busca de trabajo;
amén que Corporaciones estadounidenses frecuentemente viajan al extranjero (especialmente
a México y hoy China), para aprovechar la mano de obra barata que esos acuerdos
han proporcionado; pero cuando curiosamente esos mismos trabajadores tratan de
cruzar la frontera de nuestro país con Estados Unidos, se enfrentan a tortuosas
penas, prisión, una existencia precaria y una constante explotación y sin
recursos legales para la violación consuetudinaria de sus vidas.
Así que en
este delicado capítulo, existen ancestrales resentimientos y rencores enconados,
y quizá de esto está saturado el mundo; pero existe una categoría que sobrepasa
toda expectativa razonable, si es que tal expresión pudiera ser aceptable, y
que se centra en el campo de la segregación racial; y el señor Trump es justo
ese caso. Con una manifiesta xenofobia, hasta ahora contenida, está siendo el
protagonista de una repetición de similares patologías, entre ellas, como ya lo
mencioné, el histórico y tristemente célebre Holocausto.
Algunos se
ríen de este engreído adicto al dinero, quien quizá por ahora, disfraza con el
velo de su fortuna y sus excentricidades, su verdadera y putrefacta razón (¿?).
No lo subestimemos, y no perdamos de vista, lo que igual sucedió con Hitler, y por
lo que el mundo entero injustamente tuvo que pagar, con un enorme costo de
vidas humanas; por menospreciar -las ocurrencias de aquel loco de guerra-, quien
con demasiado tiempo y gente a su disposición, pudo dominar hasta el mismísimo diablo.
¡Vale la pena reflexionarlo!