“EL
PERDÓN HISTÓRICO”
Luz María Sánchez
Rovirosa
“No
sé perdonar qué quieres que te diga, si yo nunca te he dicho una mentira. No sé
perdonar, que te perdone Dios”…..J. Cantoral
Cuando nuestra conciencia despierta y comienza a funcionar, podemos darnos
cuenta sin duda, que cada vez que cometemos una falta, la conciencia nos lo
empieza a reprochar; en tal caso, lo que procede inmediatamente, es confesar la
falta y pedir perdón (con la certeza de no volverlo a hacer), para que la misma,
pueda ser descargada.
La conciencia es tan sensible, que normalmente nos está amonestando cada
vez que hacemos algo desagradable o incorrecto, que agrede o lastima a nuestro
prójimo; pero hay veces que por soberbia, por poder, por ambición, incluso por
maldad, nos cansamos de obedecerla, y entonces buscamos y encontramos mil argumentamos
contra ella, pero a favor de nosotros. Este cotidiano fenómeno se repite una y
otra vez, hasta que logramos doblegarla y adormilada y sumisa nos deja de
hablar. Este fenómeno sucede cuando la persona obra mal, pero está convencida que
lo está haciendo bien.
Sale a colación este sencillo y breve comentario sobre “el perdón”, ya
que hace un par de días, el presidente Enrique Peña Nieto, fue, sigue y seguirá
siendo noticia relevante, ante un extraño -acto de contrición- en su discurso al
presentar la nueva Ley Anticorrupción, frente a los mexicanos, en torno al
escándalo de la llamada Casa Blanca.
Cientos de comentarios han surgido alrededor del inesperado suceso, por
supuesto los contrarios y muchos que no lo son, calificaron la acción, como cínica y vacía, ya que en su reclamo aseguran
que “no basta pedir disculpas sino
rendir cuentas”.
Los que le otorgan al Ejecutivo sus favores,
califican “el perdón histórico”, como un acto responsable y
sincero, y lo tomaron como un “parteaguas” para el resto de su administración
bastante dañada por la inseguridad, la injusticia, la violencia, la corrupción
y la impunidad.
Qué maquiavélico subterfugio llevó al presidente a pedir perdón (¿?),
por una situación por demás bochornosa. ¿Habrá pensado si al hacerlo será digno
por quienes ofendió a ser perdonado? ¿Estará en sus planes de reconciliación,
reparar el daño moral y financiero que dejó tatuado en México semejante pecado
(entre otros) de abuso de confianza y de poder?
Ahora bien, al pedir perdón ¿a qué se estaba refiriendo? ¿Al error de haber
adquirido esa propiedad; a la mentira de decir que la pagó su esposa con sus
–antiguos honorarios como actriz-, cuando la compra-venta se llevó a cabo justo con fuertemente cuestionado
Grupo Higa; o por tratar de quitarse de encima un lastre que le ha traído consecuencias
negativas tanto a su gobierno, como a su partido que ya está pagando las
facturas?
Para entender el contexto de la situación, vale la pena releer una vez más
el pedazo del contrito discurso de Peña Nieto: Principalmente acepta haber
cometido un error, pero enfatizó “No obstante que me conduje conforme a la ley,
este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y daño la
confianza en el Gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos.
La entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón”.
Entre la cantidad de las diversas reacciones,
qué conclusión podríamos sacar, porque es obvio que dentro del discurso para
anunciar la promulgación de la Ley Anticorrupción, -no podía silenciar ese
“distinguido” acto de corrupción-.
Así que para suavizar la letanía y salirse de
su propia trampa, simple y sencillamente lo embarró, porque pedir disculpas no
es tan difícil, pero reparar el daño (no solo a su familia, al gobierno y a él
mismo) sino al pueblo que lo puso en ese lugar, sí; empezando por el dramático
y patético despeñadero que le está haciendo tanto daño al país; y que buscan
desesperadamente detener antes del 2018. ¡Vale la pena reflexionarlo!