INSÓLITO
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Cuando
creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las
preguntas”. Mario Benedetti.
La palabra insólito”
proviene de “in”, prefijo latino de privación y del latín “solitus”, que
significa lo acostumbrado. Es por ello que algo insólito es lo que rompe con lo
usual, con lo común y lo cotidiano, dejándonos asombrados y perplejos.
Lo insólito es algo que
rompe con los cánones establecidos, lo que logra llamar la atención por lo
novedoso; pudiendo ser positivo o negativo y encierra en su círculo gran
cantidad de actos y eventos.
Muchas conductas o acciones
que al principio resultan o parecen insólitas, cuando se vuelven costumbre
dejan de serlo. En el caso que hoy nos atañe, lo insólito sería, que la insólita
y grotesca forma sobre el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca (a través de
la incitación al odio, al encono, a la aversión, a la abominación, etc.), se
volviera costumbre.
Aterrizando en una
espeluznante realidad mañanera, tras una jornada electoral dramática en Estados
Unidos, el republicano Donald Trump, abatió de manera contundente a su rival
demócrata Hillary Clinton; por lo cual se convierte en el presidente número 45
de ese país, después de este insólito y desagradable desenlace, de una de las
campañas, más largas y hostiles que se hayan visto y vivido en la historia de
los sobrinos del “Tío Sam”.
Lo hecho, hecho está, sin
tener objeción alguna para refutar este nefasto resultado. Ni sus asquerosos
vicios sexuales, ni su falta de ecumenismo, ni los insultos consuetudinarios a
demasiados seres humanos en todo el mundo, ni sus polémicas declaraciones
públicas (sin ningún pudor), llenas de xenofobia y odio a lo diferente y
etiquetado; ni el rechazo de su propio partido (que él propició), ni el empuje
del “establishment político y financiero tan fuerte en EU; ni la mismísima
prensa, pudieron detener la desenfrenada carrera de este desquiciado tren
llamado Trump.
Adentrándonos en nuestro
entorno geográfico, este insólito triunfo, pone a México aún más cerca del “ojo
del huracán” de lo que ya estaba después de la también insólita y estúpida
visita del magnate a esta nación; y provoca que “todas” las alertas de México
suenen, empezando obviamente, porque las relaciones diplomáticas entre ambos
países (en todos los sentidos), serán difíciles, abrumadoras, con un
preocupante incremento de rigidez y tensión, iniciando por la tremenda dupla
peso-dolar.
Mucho más que el –famoso muro-,
que supone una payasada poco probable de Trump, por la “insólita” cantidad de
dinero que costaría el proyecto y la construcción (aun cuando estemos bajo
amenaza de absorberlo financieramente), tenemos que fijarnos en los planes que
definirán que continúe con sus funestas consecuencias.
Para México, más que todo
ese ruido, lo delicado (y tal vez otras ciudades y partes del mundo), serán los
embates a nuestra vulnerable y corrupta economía, vía la pérdida de empleos,
sobre todo en manufactura, que provocará (todavía más), una crisis laboral
agravada por otra de las amenazas del desquiciado hombre, que es la deportación
y regreso de los migrantes a nuestro país.
Con esta decisión (ya tomada
desde campaña), México estaría perdiendo demasiado dinero de las divisas por
las remesas familiares enviadas por los aproximadamente 11 millones de
mexicanos indocumentados; que hoy definitivamente ya no tendrían la oportunidad
de convertirse en ciudadanos norte americanos; si Donald Trump con el Congreso (casi
en su totalidad) Republicano, logra abrogar la ley de protección a los
ilegales.
Esto sin entrar en detalles
al rechazo de Trump a los acuerdos comerciales que él asegura no favorecen a EU,
más todo lo firmado en Los tratados Internacionales, sobre todo el Acuerdo de Asociación
Transpacífico y el Tratado de Libre Comercio, avalado por 11 países.
A pesar de lo negro del
panorama, es imposible predecir si Donald Trump cumplirá sus con sus promesas. Pero
sin duda alguna, si se hacen realidad a corto, mediano y largo plazo; para bien
o para mal, marcará insólitamente al mundo durante los próximos cuatro años.
¡Vale la pena reflexionarlo!