sábado, 30 de abril de 2016

¿VIOLENCIA VIRTUAL?








¿VIOLENCIA VIRTUAL?

Luz María Sánchez Rovirosa

“Lo que es injusto para unos, nunca puede ser justo para otros” Popular.


¿Qué perfil (según los ciudadanos) debe tener una autoridad, un gobernante, un líder o un político, para considerarlo adecuado? Lo primero que se nos vendría a la mente (si la elección fuera coherente); es que trabajara para el desarrollo, para las oportunidades, pero sobre todo para el bien común.

Desde la antigüedad, el crimen ha sido contemplado como parte irremediable de la sociedad de todos los países del mundo. Pero en la actualidad los criminales y –sus actividades organizadas-, son catalogados desde una óptica muy diferente a lo que tradicionalmente se consideraba como delincuente, es decir, un sujeto solitario enfermo y anormal. Ahora (con los mismos y muchos más calificativos), la delincuencia ha pasado a ser parte importante del sistema gobernante y de las vidas de los países, sobre todo en aquellos en los que se vive bajo su sombra.

Vamos a aterrizar brevemente este delicado tema en el puerto de Acapulco, donde el domingo pasado  se suscitó un enfrentamiento (con balas), supuestamente entre grupos criminales y la Policía Federal, en un recorrido (persecución) de un tramo de aproximadamente seis o siete kilómetros sobre la Costera Miguel Alemán, entre las nueve y diez de la noche; durante el cual infortunadamente, fue abatido (para variar) un inocente que fue alcanzado por una –bala perdida-; más el terror bien fundado de los ciudadanos que fueron testigos presenciales de esta terrible experiencia, que sí pasó y que no fue virtual.

¿Qué nos pasa, que se siente y se nota por todos lados la inestabilidad en el sistema político, en el de arriba y en el de abajo; pero ante todo el descontrol frente a esta ingobernabilidad, ante esta corrupción e impunidad que tiene esclavizada a una sociedad que está sumida en un clima de violencia permitida; hoy llamada rimbombantemente por el alcalde Evodio Velázquez: –violencia virtual-y que otrora se trataba de solucionar desafiando la cólera gubernamental, con reclamos públicos, marchas de protesta, plantones, discursos, polémica, debates, opiniones, etc.?

Y que ahora ante la abrumadora realidad, solo queda la opción de las oraciones, del silencio y de la –exagerada prudencia-; y de cualquier manera la sociedad tiene que lidiar con la ira, la irritación, el furor, el frenesí, el berrinche y la bilis de las autoridades cobardes  e incompetentes, que ni admiten, ni asumen su responsabilidad.

Se vive un tiempo en el cual la violencia y el terrorismo, que no son “virtuales”, es decir, no son producto de una información cibernética tergiversada y con cizaña; siembra de inquietud y dolor las calles del puerto de Acapulco, y la sociedad carga –como la piedra del Pípila-, ese dolor que le tocó vivir.

Hablar de inseguridad, es muy complejo; es hablar de distintos factores que están ligados y que van desde la pobreza y la marginación, la violencia, la drogadicción (permitida), la gratificación instantánea por asesinar; la falta de valores, la apatía por miedo de parte de los ciudadanos ante los abusos de que son objeto; pero sobre todo la negación de los gobernantes para aceptar –por cobardía-, sus errores, su ineficiencia, su incapacidad, su negligencia y su ambición.

Ante este desolador panorama, coexistir se vuelve imposible con una política autoritaria e irracional, llena de abusos, de violaciones consuetudinarias a los derechos humanos, de crímenes, de miserias, marginación, de represión, con rezagos casi irreparables y con una injusta distribución de la riqueza, dentro de la cual demasiados luchan por sobrevivir, mientras otros pululan por “vivir” cobardemente.

¿Qué tendrá que seguir en Guerrero, en Acapulco (otrora la marca propia de México), para que los gobernantes en turno Héctor Astudillo Flores y Evodio Velázquez Aguirre entiendan lo que tienen que hacer, que no es justamente lo que han estado haciendo?

Acapulco ha sido víctima del abuso indiscriminado de los gobiernos pasados (lo sabemos) y del presente, que no piensan que con su nefasto quehacer, le están negando la posibilidad de un futuro mejor.


Entonces ¿A qué autoridades debemos alabar? ¿A las que por cobardía e intereses personales mienten, abusan, roban? ¿A las que son ambiciosas, injustas, soberbias, negligentes corruptas y un largo etcétera; simple y sencillamente porque obtenemos prebendas y canonjías “personales”, sin pensar en los demás de los demás? ¡Vale la pena reflexionarlo!

jueves, 21 de abril de 2016

EL DECÁLOGO









EL DECÁLOGO

Luz María Sánchez Rovirosa


“La violencia es el último recurso del incompetente” Isaac Asimov.


Para juzgar la situación actual, hay que empezar por entender el comportamiento de la política económica y social (para no ir más lejos) desde el gobierno de Felipe Calderón (PAN), hasta nuestros días con Enrique Peña Nieto (PRI) y poner en una balanza sus luces y sus sombras en relación a la cruenta guerra contra el  narcotráfico y el crimen organizado desde que se abrió “La Caja de Pandora”; y hoy específicamente la intervención ante la ONU, del Ejecutivo mexicano, con un –trillado decálogo- (como tantos otros) para tratar de “controlar” este flagelo que nos tiene sumidos en un abismo, iniciando con su postura de luz verde en la legalización de la mariguana, para su uso médico y de investigación.

Justo el dar luz verde para clarificar la legislación mexicana en dicha materia; no tiene por qué hacernos suponer que en México se vaya a emprender realmente un viraje en sus esfuerzos, por controlar el tráfico ilegal de drogas (en plural); y vale mucho la pena reflexionar profundamente, en cada uno de -los 10 mandamientos- presentados en estos días ante la ONU.

¿Por qué el pensamiento tan escéptico sobre lo mismo de siempre? Solo basta mirar sin disimulo la cruel realidad: somos testigos de cómo se escapan, se dejan en libertad, caen y vuelven a caer los líderes de los grupos, carteles o bandas de narcotraficantes, y vemos como en un cerrar y abrir de ojos, nuevamente se reagrupan alrededor de otros guías o emergen como “La Medusa” unos nuevos, de nuevos grupos o grupúsculos.

En el mismo orden de ideas lo que resulta preocupante también y a grado extremo (porque no está incluido en el decálogo), es ver como “muchos” funcionarios (incluyendo los de primer nivel), -antes discretos-, con tal cinismo se han corrompido; al igual que la Gendarmería, la Policía Federal, Estatal, Municipal, Turística (o como se llamen dichas agrupaciones); además del gran miedo que se nota (de una forma o de otra) le tienen a los enfrentamientos y a las balas de los asesinos, ya que siempre o casi siempre llegan tarde a la acción, que no es premeditada.

¿Qué sucedió? ¿Qué falló en el cálculo de las autoridades? En un país con un gobierno tan frágil y vulnerable como el nuestro, una política de intervención antidrogas agresiva tiende a exacerbar y multiplicar la violencia, ya que las grandes organizaciones criminales de México tienen una gran capacidad de represalia cuando son atacadas o amenazadas, al grado de fragmentarse, lamentablemente dispersando geográficamente los focos de violencia.

Esta debilidad y su incapacidad para el combate de las drogas frente al crimen organizado, tiene su raíz en la corrupción y la impunidad que impiden el desarrollo económico y social, es decir, el bien común, tanto así, que cada día un extenso grupo de personas en situación de pobreza, tome la opción de emplearse con el crimen organizado como única vía para mejorar su condición, incrementando la violencia.

Hoy los empresarios (por lo menos en Acapulco) deciden armarse en virtud de -no tener ninguna seguridad, de tener seguridad-. Y entonces nosotros los rasos una y otra vez nos preguntamos: ¿Cuándo nos toca?, porque este círculo vicioso de –violencia por violencia-, parece que no se va a cerrar nunca.

¿Será que México está condenado a seguir repitiendo las políticas equivocadas del pasado? Desde la ONU las alternativas además de la legalización de la mariguana (médico-científico) son un demagógico decálogo en el cual sin duda alguna al gobierno de Peña Nieto le convendría verdaderamente equilibrar y atender la razón de que el que el abuso de las drogas (demanda-consumo), es tanto un grave problema de salud pública, así como de justicia criminal.


Todas las drogas son una tragedia para quienes las consumen y para su entorno familiar; pero el criminalizarlas indiscriminadamente hasta el grado de desatar una guerra que no ha parado, ha sido una desgracia y un desastre de grandes magnitudes para la política, la sociedad y la economía de México. ¡Vale la pena reflexionarlo!