“OPORTUNIDAD DE RENACER”
Luz
María Sánchez Rovirosa
¿Qué
pasa por la mente de una mujer, en el momento en que le dicen que tiene cáncer
de mama? Luzmaría Sánchez Rovirosa.
Cuando uno escucha por primera vez la palabra cáncer
asociada a un diagnóstico propio, y de pronto te enteras que lo tienes, suena
como a sentencia de muerte, y de verdad sientes que ves la muerte. Escuchar esa
voz, es horrible, es como si el mundo se derrumbara frente a ti en un instante,
y de repente comienzas a girar en un espiral de dolor, y uno se pregunta ¿pero
yo qué hice? No es posible que esto me suceda a mí. ¿Por qué si todavía tengo
ganas de vivir, si todavía necesito vivir?
Así, hace 12 años, en ocho días mi vida cambió.
Simplemente estaba aterrada, sin fe, ni esperanza, sintiendo que tenía a un
enemigo dentro de mí que podía llegar a causarme la muerte, y sin embargo ¿con
qué armas enfrentaría la terrible batalla, si no sabía nada de él?
Esta experiencia marcó mi vida en un antes y un después,
la que me llevó a tener un curso acelerado de extra madurez, la que me obligó a
generar todo un replanteamiento de lo que yo hacía, de cómo era mi vida, de
cómo me estaba proyectando, y de lo que quería hacer conmigo misma, con mi
familia, con mi entorno y con mi futuro; así que parada en esa línea, miré dos
opciones: Vivir por lo que decían las estadísticas o vivir por las ganas de
vivir.
Y aquí estoy, muchos años después de iniciar un largo
recorrido por un camino de búsqueda, porque antes de este diagnóstico, sentía
que tenía el mundo en mis manos, y ahora sí que sé, que nunca será así, porque
aprendí que cada vez que ese mundo cambia, la experiencia, la madurez, y el
crecimiento de tu vida, cambian también.
Entendí que aún tenía mucho por aprender de mí, de todas
las personas que estaban a mi alrededor, de mi familia, de mis amigos, y por
supuesto de mi vida espiritual; y también entendí cómo Dios me estaba dando la
oportunidad de mirarme en un espejo, para identificar que la esencia, ese ser
maravilloso que hay dentro de cada persona, es la fe en Él, (como cada quien lo
vea y lo sienta), esa fe que nos permite superar todo lo que nos proponemos; y
así me di cuenta también, porque Dios es infinitamente bueno, que las únicas
barreras que limitan nuestro propio crecimiento, son las que nos ponemos
nosotros mismos.
Esta experiencia extrema, reafirmó mi seguridad y mi
autoestima, de que lo importante no es la belleza externa, o un cuerpo
perfecto, ropa de marca, accesorios “costosos” para lucir; o tu propiedad
material; sino tú, en tu interior; y esa valía, me ayudó a aceptar con gusto,
aun cuando no sin sufrimiento y dolor, mi “nueva” imagen corporal (momentánea),
sin pelo, sin cejas ni pestañas, hinchada, ojerosa y amarilla; pero lo más
importante, es que me ayudó a sentirme completa y contenta, sin la mitad de mi
seno izquierdo. Aprendí a respetarme, a aceptarme y a quererme a mí misma, por
lo que yo era, por lo que yo soy.
Supe que se puede ser sobreviviente de cáncer, y que esto
es tu elección, pero sobre todo, la seguridad de que Dios tenía como tantas
otras veces, sus ojos puestos en mí y en ese momento en mi enfermedad, me
permitió tener menos efectos negativos, ante los difíciles y dolorosos
tratamientos que me realizaron durante 18 meses. La fortaleza interior que te
da saber que Dios está contigo, nos permite superar las situaciones difíciles y
duras; y esta fe en Él, sabiendo que es el único que puede ayudarte, fue lo que
me hizo seguir adelante.
Y así, me ensoñé en lo importante de poder disfrutar con
mi familia, más momentos de felicidad para afianzar sus cariños, pero sobre
todo, incorporé mi vida en la paz espiritual, en la verdad, en donde existe
coherencia y congruencia en nuestros actos, acorde a nuestros principios
morales y la fe católica que practicamos mi familia y yo. Pero ante todo, esta
gran lección, me enseñó a perdonar y a no tener resentimientos.
Por eso, después de tantos años, cuando vuelvo la hoja
atrás y examino lo que viví y lo que aprendí, doy gracias a la vida y recuerdo
la mano extendida de mi esposo, de mis hijas, de mis nietos, de mi yernos, de
mi mamá y desde el cielo mi papá y mi hermana, de mis otros hermanos, de mis
sobrinos, de mi familia política, de mis amigos, de todas las personas que
oraron con tanta fe y pidieron por mi salud y por mi vida, especialmente el
padre Pedro Torres García; por tanto cariño y generosidad que encontré en mi
alrededor, en mis médicos, su ética, en las personas que me apoyaron en los
diferentes y difíciles procesos de rehabilitación; y entre todo, el torbellino
de mi vida, de mi íntima vida, gracias amor, de mi paz interior. Sí Señor,
“Gracias a la vida que me ha dado tanto”, pero sobre todo, “Gracias Dios mío”
que me has dado tanto, para aprender y para crecer, para encontrar en tu amor,
lo que nos hace grandes, para que los problemas se vuelvan pequeños.
Hoy en día, después de 12 años de haber lidiado con el
cáncer, de salir de ese hoyo negro de mi vida, me dedico a trabajar en mi hogar,
tengo el privilegio de escribir en este espacio editorial para compartir mis
opiniones; y hoy como ayer, he podido disfrutar de todas las cosas que han
apasionado toda mi vida: el flamenco, el tango, la pintura, la música, la
zumba; y hoy como ayer, sigo amando.
“Yo tuve cáncer, pero el cáncer no me tuvo a mí”. Una vez
más, hago público este breve testimonio, platicándoles mis vivencias del alma,
porque estoy convencida, de que uno de los propósitos de mí vida es poder
seguir sirviendo a los demás, compartiendo mis humildes conocimientos y mi
experiencia.
Todo el mes de octubre, especialmente el 19 (ayer) Día Internacional
de la Lucha contra el Cáncer de Mama, hay que teñirnos de rosa; comprando
cualquier producto que tenga impreso el “Lazo Rosa” en su empaque. Contribuyamos
con un granito de arena en la medida de nuestras posibilidades, para apoyar a
quienes lo necesitan. “Enlacémonos”.
Hay que poner mucho empeño en practicarse la
autoexploración, visitar al médico y realizarse los estudios adecuados periódicamente
(hoy los practican gratuitamente). La prevención es un gran paso contra el
cáncer, y el cáncer de mama detectado a tiempo, no es una sentencia de muerte,
sino una Oportunidad de Renacer. ¡Qué no SENOS olvide! ¡Vale la pena reflexionarlo!