miércoles, 29 de marzo de 2017

"EL TOCADOR"








“EL TOCADOR”

Luz María Sánchez Rovirosa


“No hay mayor cinismo que el de aquellos que reclaman para sí, lo que nunca han dado”. González Moore.


Hace un par de días en el encuentro que sostuvo el presidente Enrique Peña Nieto, con “nuestras” Fuerzas Armadas (militares y marinos), sostuvo que en nuestro país no existe la crisis, ya que aseguró que los jóvenes están encontrando trabajo, y esa es la explicación por la cual muchos mexicanos radicados en Estados Unidos, hoy están regresando a México.

El ejecutivo de extracción priísta (quien está considerado como el peor presidente de los últimos años), aseguró que “Quienes digan que el país está en crisis, crisis es lo que pueden tener en sus mentes” (sic).

La crisis económica en México desafortunadamente no es ninguna novedad, ni es exclusiva de esta pésima administración de un supuesto “nuevo PRI”. Los rezagos sociales se han ido acumulando a través de los años y han ido magnificando la compleja e impresionante desigualdad en la cual, sin vergüenza ni remordimiento de parte de las autoridades, ese gran segmento de nuestra población, se ha vuelto invisible a sus ojos.

Mientras que la sociedad que conserva una conciencia colectiva, percibe el fuerte temor, que de no revertirla, se advierte el peligro que las patéticas divisiones de clases, en lugar de que vayan en aumento positivo, se sigan desvaneciendo y desmoronado hasta tener en México, la pérdida total de la cohesión social. Un panorama tenebroso y desolador.

Y hoy mucho más, al ver la preocupante actitud del presidente Peña Nieto, continuamos con la certeza que esta administración, no está buscando crear las condiciones que satisfagan las demandas, no solamente en el cumplimiento de los derechos inalienables de todo ser humano, tal como lo consigna La Constitución Política de México, es decir, esos derechos del buen vivir, que ningún gobierno, ni ninguna autoridad, tiene la competencia de negar; sino simplemente aceptar la realidad y su incapacidad de-mente, para tratar de resolver este lacerante problema. ¡No se puede creer!

Pasando a otro delicado tema (que no quiero que se me “pase de largo”), estoy estupefacta con la “manipulación” que los jueces y abogados (no todos) hacen de las leyes.

¿Para qué existe La Carta Magna, para qué existen los Códigos de Ética, los Penales, los Civiles, etc., si cada abogado, cada juez, cada magistrado (reitero, no todos), aprovechan todos los laberintos y recovecos maliciosos y tendenciosos que impunemente les otorgan esas leyes y los aprovechan para dar un giro de “propio criterio”, a los permisivos argumentos que contienen dichos libros.

El caso que hoy ocupa a una indignada gran parte de la sociedad mexicana (y quizá del mundo), se da porque el Juez Tercero de Distrito en Veracruz, Anuar González Hemadi, otorgó un amparo a Diego Cruz Alonso, uno de los integrantes de los bien llamados Porkys, contra la formal prisión que le dictaron el pasado 23 de enero por el delito de pederastia.

Ustedes recordarán el sonado caso en Veracruz (2015), en el cual la menor de edad Daphne Fernández, fue privada de su libertad con lujo de violencia y posteriormente fue vejada y violada, por esos malandrines, “hijos de p…api”.

Dicho juez determinó que no existen evidencias para sostener un juicio en contra de Cruz Alonso, ya que “consideró” (personalmente), que “tocarle los senos a una chica, meter las manos bajo la falda e introducir los dedos en la vagina, no es ningún acto de violación, ya que en los actos de “tocamientos”, no se desprende la intención de satisfacer placeres sexuales o el erotismo propio de un apetito carnal inmoderado” (sic).

La pregunta que nos queda por hacer sería: ¿Cómo juzgaría este “juez” a un “tocador”, en el caso de que fuera una de sus hijas; porque tiene dos? ¡Vale la pena reflexionarlo!     


miércoles, 1 de marzo de 2017

PRESIDENTE OJO DE HORMIGA




PRESIDENTE OJO DE HORMIGA


Luz María Sánchez Rovirosa


“Las cadenas del hábito son generalmente demasiado débiles para que las sintamos, hasta que son demasiado fuertes para que podamos romperlas”. Samuel Jonson.



La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca el pasado 20 de enero, encendió todas las luces amarillas (hoy rojas) de los semáforos económicos, políticos y sociales de México; país que quedo tatuado con fuego “entre ceja y ceja” de un desquiciado presidente que lleva en las entrañas el odio y la destrucción de los demás de los demás; entre los que se encuentra en “primer plano”, el presidente Enrique Peña Nieto.


Ahora bien, cuando el presidente Peña Nieto inició en 2012 un “nuevo gobierno” (priísta) se produjo en el país, una generosa expectativa sobre todo por el anuncio de una serie de reformas y programas que seguramente (así lo manifestó el presidente y colaboradores), moverían a México, llegando a poner frente al mundo “el momento mexicano”.


¿Dónde nos perdimos? porque desafortunadamente en aquel rimbombante discurso durante la intensa “luna de miel” de Peña Nieto con México y con los muchos mexicanos que creyeron en él, olvidaron señalar cómo se daría ese movimiento, porque para rematar y demasiado pronto, se iniciaron los trámites del divorcio.


Y así entre recuerdo y recuerdo, llegamos al drama que México está viviendo ante los rudos embates del gobierno de Satanás (gringo) y sus gárgolas republicanas, que traen arrastrando a nuestra nación como un trapeador para limpiar la “mugre” migrante y exprimirlo en el caño; como si en su país no hubiera tantos veteranos de guerra llenos de problemas existenciales; demasiados alcohólicos, locos, indigentes, ladrones, drogadictos, violadores, secuestradores, pederastas, pedófilos y criminales; empezando con su aberrante narcicismo y sus delirios de orate xenófobo.


Y a pesar de todos los agravios, pareciera que en México no tenemos autoridad, no por lo menos para la política exterior.  Porque a pesar de los reiterados ultrajes recibidos, no he escuchado ningún mensaje recio, potente y digno del ¿presidente? Peña Nieto en defensa tanto de la soberanía de México como en la seguridad y la tranquilidad de los mexicanos. Tal parece que medroso, se volvió “ojo de hormiga”.


Pero eso sí, manda a sus catecúmenos (para eso les paga, para sacarlo de los apuros), y el martes pasado después de los 74 minutos de aplausos en el senado gringo por el discurso de Trump, el bisoño de canciller Videgaray, aseguró durante su comparecencia ante el pleno del Senado (en México), que “el presidente Enrique Peña Nieto ha dejado muy claro al gobierno de Estados Unidos, los límites de la relación bilateral y los puntos que no serán negociables”.


Señaló también que “no se permitirá que se violen los derechos humanos de los compatriotas que viven en EU, ni la aplicación de decretos extraterritoriales que afecten a México”; porque aseguró que la “postura del ejecutivo ha sido firme, clara, inteligente y oportuna (sic), y que por ningún motivo se debe confundir las buenas formas de la democracia y la diplomacia, con la falta de firmeza; la prudencia, con la falta de claridad, es decir, que no se confunda la estridencia con la falta de estrategia”.


Ah que caray con Luis Videgaray, seguirá siendo aprendiz esté en donde esté. ¿Cuándo se han hecho respetar los derechos humanos de las personas que viven en EU, si tienen que migrar porque aquí en su propio país no se los respetan y por eso se van?


¿El canciller no se habrá dado cuenta que los decretos extraterritoriales, migratorios del muro y demás yerbas, ya están en vigor y a todo vapor, y que ya han sido deportados miles de mexicanos, entre ellos muchos niños que han sido separados de sus padres o viceversa?


¿Dónde andan estos sujetos? ¿En qué Nirvana se perdieron? ¿Cómo entender este tipo de política mentirosa, fantasiosa, convenenciera y muy injusta?



Imposible, porque la grave equivocación de la política (en este caso) de Peña Nieto, como de todas las actividades que tocan los intereses más profundos y sensibles del hombre; puede desvirtuarse, aún más puede degradarse hasta convertirse en la misma negación de su propia naturaleza y de su razón de ser. Lamentable. ¡Vale la pena reflexionarlo