¡FOROS
PARLANCHINES!
Luz María Sánchez
Rovirosa
“No hay libertad, ni verdad,
ni justicia, ni paz, cuando existe la afirmación arrogante del yo; cerrazón del
alma y sordera del espíritu”. Jaspers.
Hace un par de días el
gobernador del estado de Guerrero Héctor Astudillo Flores, asistió en compañía
del Comisionado Nacional de Seguridad Nacional, Renato Sales Heredia, al Foro
“A favor de un Estado de Paz, con Legalidad y Derechos Humanos de los Grupos en
Situación de Vulnerabilidad”.
El Ejecutivo Estatal afirmó
entonces: “todos los días observamos acciones en torno a la violencia, por ello
tenemos que construir valores en la familia y en las aulas”; desafortunadamente
omitió hacer hincapié, que esta trillada –construcción de valores-, debería
empezar en el gobierno.
Prácticamente al mismo
tiempo de la búsqueda de la paz, se dio una emboscada con mucha violencia (Tierra
Caliente), en la cual murieron cuatro elementos de la Procuraduría General de
la República (PGR), en el frustrado “servicio de su deber”.
Y uno se pregunta ¿Y todas
las miles y miles de personas “comunes y corrientes” que han muerto
injustamente en el diario acontecer de sus vidas, frente al trajín de la
violencia exacerbada y permitida? ¿A que vienen estos foros parlanchines que no
sirven para nada? ¿Acaso no somos todos los guerrerenses grupos vulnerables?
¿De casualidad los demás de los demás, no corremos los mismos riesgos de salir
y no regresar a nuestros hogares? ¿A qué viene el “Comisionado de la Paz”?
Entre un rápido y lento
devenir, hemos sido testigos del terrible acontecer en el Estado de Guerrero (y
en todo México), en el cual el gobierno de Astudillo Flores desde sus inicios,
ha estado lleno de actitudes titubeantes, pero infortunadamente para los guerrerenses,
hoy en día está colmado de decisiones equívocas. Pasamos con mucho dolor, de
una campaña alentadora de “Orden y Paz”, a un gobierno con una entidad en una grave
situación de crisis en todos sus ámbitos.
Hoy este hoyo negro que
parece interminable, nos lleva obligatoriamente al fatal pasado del quehacer
político (incluyendo el breve espacio del PRD/PRI), surgido por los constantes
escándalos de corrupción, impunidad, autoritarismo, incapacidad e ineficacia de
antaño; pero sobre todo, en la tremenda resignación de la sociedad, motivada
por la patética tradición de que nada cambia, por el contrario, que todo ha ido
“de mal en peor” a pesar de las promesas y las expectativas.
De este foro parlanchin, lo
único que tiene relevancia y vale tomar en cuenta, son las dramáticas
estadísticas que dio a conocer el representante de la UNICEF en México
Christian Skoog, quien señaló que la violencia tiene en su origen, una fuerte
desigualdad social, la impunidad y las complicidades. “Seis de cada 10 personas
a experimentado una situación de violencia; y tres o cuatro niños han sido
asesinados diariamente (producto de la violencia), entre 2011 y 2015”.
Aterrador.
Duras y severas cifras de la
Unicef; lamentablemente la inercia social que arrastramos a modo de perverso
código genético y de carácter patológico más los graves problemas tales como la
desinformación, el desinterés, la apatía y la ignorancia de una parte de
sociedad sobre los derechos y los deberes políticos, hoy parecen adquirir
nuevas mutaciones con síntomas por demás preocupantes.
Y otra vez uno se pregunta
¿Qué encontronazo más fuerte con la realidad tenemos que llevarnos, para
entender que tenemos el derecho de tener derechos; esos derechos que todo ser
humano tiene a vivir una vida justa, respetuosa, digna, pacífica y plena en una
sociedad donde su principal objetivo sea el bien común?
Así que ya (casi)
conscientes, que todo aquello que le impida a un ciudadano a realizar el
ejercicio pleno de su ciudadanía en paz, se llama y es violencia; y se da,
desde la mismísima violencia del Estado (en la que siempre estamos inmersos),
hasta la violencia por la inseguridad criminal en las calles (en toda sus
modalidades), la violencia familiar, la violencia laboral, de género, y toda
aquella que atente con el desarrollo de una persona, de una comunidad, de un
municipio, de un estado y por ende de un país.
Entonces y por consiguiente,
si toda violencia nos niega el derecho a tener paz ¿Qué se tiene que hacer
primero? Porque sin libertad, sin verdad y sin justicia, simplemente no puede
haber paz.
Pero la búsqueda de ésta
siempre se complica, porque no existe voluntad para resolver los problemas que
la incitan y la agravan. Simplemente bastaría con preguntar quiénes son los
culpables de su ausencia, para que inmediatamente esa culpa se traslade al
otro, eliminándose (cada quien) automáticamente de la solución, empezando por
el gobierno. ¡Vale la pena reflexionarlo!