miércoles, 26 de julio de 2017

COMO DE COSTUMBRE




COMO DE COSTUMBRE

Luz María Sánchez Rovirosa


Mi filosofía me hace vivir contento con la seguridad, de que el testimonio de mi conciencia, persuade que he procurado llenar mis deberes. Francisco de Paula Santander


Da tristeza como de costumbre, observar un estado devastado por la pobreza y la violencia, sucio, rudo y descuidado. Un estado que esperaba ansiosos (como de costumbre), que se cumpliera la promesa de “Orden y Paz”.

El tiempo de campañas de engañoso altruismo”; ese tiempo de tirar a la basura el dinero tan necesario para el bien común y durante el cual los que “suspiran con endiosarse”, se acercan al pueblo, le dan la mano y abrazan a la gente y escuchan “atentos” su clamor; se sientan a comer con el pueblo, bailan y llorar con ellos con el único fervor de ganar votos.

Después ya en la realidad, por supuesto ya no hay encuentros con el pueblo y si los hay, serán muy diferentes. Quizá visitarán una vez más (algunas) de las comunidades para inaugurar un kilómetro de carretera o camino, o una escuela que nunca tendrá maestro, o tendrá problemas magisteriales (que no se resolverán) y así sucesiva y eternamente.

Pero lo más grave de que las cosas se sigan dando así, es que todos los días cuando leemos los periódicos o escuchamos y vemos las noticias, nos encontramos con los mismos informes de cómo la violencia sigue generando muerte, desapariciones, desolación y desasosiego; así como atónitos leemos también las mismas declaraciones de las autoridades, mentirosas, falaces y vacías.

Hoy llama mucho mi atención, una de las últimas declaraciones del gobernador Héctor Astudillo, en la cual nos informa que el estado de Guerrero está en riesgo de quiebra, debido a las deudas que se tienen con la federación, quien señaló también, que se busca la manera de que la Secretaría de Hacienda no haga todos los descuentos que tiene previstos.

En dichas declaraciones tras inaugurar la Feria de Servicios por la Paz en el puerto de Acapulco, dijo que el gobierno del estado “adeuda al menos 200 millones de pesos de problemas que no son del presente sino del pasado, pero que traerán problemas al futuro”. (Se supone, que siendo candidato, este grave problema, lo tenía en cuenta).

Y por supuesto que Héctor Astudillo en ese futuro (como de costumbre), las medidas a tomar no contemplan “tocar” las canonjías y beneficios (honorarios) de toda “la corte celestial privilegiada” que vive del erario público (empezando por él), sino tal como lo señaló, será tener que disminuir personal (fomentar el desempleo); que los medios tengan menos (¿?), en fin, “todo en general, todo el gasto habrá que disminuirlo de manera drástica”.

Curiosamente en su momento, el gobernador interino, de transición, de adorno o de mano larga y bolsas grandes Rogelio Ortega; advirtió tanto a senadores como a diputados de La Comisión Permanente, que la situación del estado de Guerrero era grave, tanto que estuvo a punto de decir que “lo declaraba en quiebra”; ya que explicó tener un boquete financiero de más de 2 mil millones de pesos, derivados de anticipaciones solicitadas (2014-15) al gobierno federal por medio de La Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Ya para ese entonces, Héctor Astudillo era gobernador electo, y a punto de entrar a una crisis financiera muy profunda; Ortega señaló “Yo para qué tengo que seguir lidiando este toro” (sic), y así de fácil sugirió adelantar la toma de protesta del “ungido”.

Lo patético de los boquetes y crisis financieras, es que amén que no coincide (entre una administración y otra) la “numerología” de la o las deudas; es enterarnos hoy del indebido uso de ese dinerito (perdido) que el “gober quejoso” ha hecho, al comprar (vía corredores) una buena cantidad de bienes inmuebles a nombre de “prestanombres”, que también ambiciosamente, han sido protocolizados en la misma amiga y “excelsa” pero sin ética notaría.

¿Incapaces de aceptar su perturbada realidad, nosotros como pueblo se supone que pensante, podemos honestamente hablar de un cambio en las autoridades entre tanta confusión y perdición?


Tenemos pero ya que entender, que el dinero que manejan todas las autoridades y que se esfuma eternamente en los “boquetes y crisis financieras” es público, es producto de nuestros bastante altos y tirantes “tributos” (impuestos). Por favor, con todo respeto, no sigamos inertes como antaño, siendo rehenes de la ingobernabilidad. ¡Vale la pena reflexionarlo!

miércoles, 19 de julio de 2017

EN EL BANQUILLO DE LA IGNOMINIA




EN EL BANQUILLO DE LA IGNOMINIA


Luz María Sánchez Rovirosa





México se encuentra al borde del precipicio, específicamente hoy frente a un grave fenómeno político y social (del que somos testigos y afectados), plasmado en una visible decadencia de valores por diferentes motivos, que indican que estamos completamente descalificados ante el mundo; y ante lo cual, no vemos en el horizonte medidas de corrección.

Por supuesto que la “desconcertante” extradición y el inicio del juicio por El Sistema Acusatorio Penal (“nueva modalidad”), del cuestionado y peligroso ex gobernador de Veracruz, y a decir del presidente Enrique Peña Nieto “joven y distinguido integrante de la dinastía del nuevo PRI, Javier Duarte de Ochoa”: es obligado.

La mayoría de los mexicanos, especialmente los “jarochos” (nativos de Veracruz), sabemos perfectamente bien, quién es y qué hizo este nefasto sujeto, cautivo de una etiología psiquiátrica (locura) de la que sin ningún empacho ni inhibición, hace gala.

Duarte de Ochoa “gobernó” el estado de Veracruz, hasta el pasado mes de octubre, abanderado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI); y él y sus secretarios han sido señalados de haberse robado el presupuesto de casi todas las dependencias en la gestión de su administración. 
En un país como México, donde la corrupción pública es generalizada y eterna; lo que los ciudadanos inevitablemente nos podemos esperar, es que las denuncias imputadas a los “políticos” no prosperen; y entonces nos preguntamos ¿Realmente le interesa al gobierno que preside Peña Nieto combatir la corrupción?

Con la reciente Reforma en este rubro; de hoy en adelante los “principios” del Sistema Acusatorio Penal, ya son los que rigen todo proceso de esta índole, “supuestamente” buscando eficacia, rapidez, mejores resultados, satisfacción ciudadana; pero sobre todo para garantizar los derechos de ambas partes en un debido proceso que salvaguardará el orden jurídico, garantizará la verdad, la justicia y la reparación del daño.

Hoy Javier Duarte de Ochoa está sentado en el banquillo de los acusados o mejor dicho “en el banquillo de la ignominia”, prácticamente estrenando con “bombos y platillos” dicho sistema (por cierto bastante conveniente para él); y aun cuando no se le vio con la “cara” ataviada con su tenebrosa y burlona sonrisa; su expresión corporal y lingüística, nos deja ver claramente a un ente intocable (protegido).

El Sistema Acusatorio Penal es un procedimiento, en el cual las partes: fiscalía y defensa (ministerio público, víctima y acusado), se enfrentan en igualdad de oportunidades ante un juez (que se supone imparcial), el cual con base en las pruebas y argumentos de los involucrados, decide si se condena o se absuelve. Las pruebas y argumentos (incluyendo los alegatos de los testigos), se presentan ante el juez de manera oral, con el fin de convencerlo sobre sus posiciones.

Hoy ante su burda y chocante presentación en “el juicio” (inicial), nos enfrentamos a la ya conocida puesta en escena, con innumerables capítulos llenos de cinismo, mentiras, humillaciones, miedo y zozobra. Y así fue como el primer “Round” estuvo lleno de inconsistencias en los señalamientos de la PGR, a tal grado, que el juez señaló a los fiscales de exponer datos “incongruentes”, con cifras que a las luces se contradicen.

La expresión y las palabras de Duarte son un contundente y desolador mensaje para México. “El poderoso” puede reír y burlarse de la ley aún atrapado, y lucir como si nunca hubiera hecho nada; teniendo la certeza de que sin importar las pruebas, terminará por salirse con la suya.

Y así es como una vez más, el gobierno “del nuevo PRI” de Peña Nieto, se burla de un pueblo ya tan manipulado por perturbadoras y fantasiosas ofertas y sucios y peligrosos regalos de campaña (tortas rancias, jamón descompuesto, arroz y huevos acedos) y otras porquerías, que pronto tendrán saturado a un México, que obstinadamente no quiere entender, que debemos tener más cuidado y más dignidad al escoger (de cualquier partido) a quien nos gobierne. ¡Vale la pena reflexionarlo!


miércoles, 5 de julio de 2017

MEA CULPA






MEA CULPA

Luz María Sánchez Rovirosa

“El mal carpintero siempre le echa la culpa a las herramientas” Anónimo.


El pasado martes 05 del presente por la mañana, hubo un lamentable accidente en la Avenida Escénica del puerto de Acapulco. Un camión tipo Torton de volteo cargado de grava, se desbocó (sin frenos) en la pendiente de dicha avenida, impactándose con varias unidades estacionadas a la altura de La Base Naval, en donde empieza o termina (según la dirección) La Costera Miguel Alemán.

Sale a colación el desafortunado percance (en el cual no hubo muertes que lamentar), como preámbulo para la secuencia de este artículo sobre la responsabilidad y la culpa.

Leyendo las diferentes reseñas sobre dicho suceso en las redes, obviamente en los comentarios y señalamientos, muchos son los que culpan al alcalde Evodio Velázquez Aguirre de la falta de vigilancia por la ausencia de la Policía Vial, por la falta de señales, de seguridad, de leyes no respetadas, etc.; y muchos otros los que lo defienden, echándole la culpa a los anteriores gobiernos o descargándole la responsabilidad por la lamentable fragmentación de los límites federales, estatales y municipales.

Vamos a empezar señalando que no es lo mismo la culpa que la responsabilidad. La culpa es un sentimiento y quizá más que ello es una actitud que nos lleva a tener una sensación de auto devaluación, que se va formando por las emociones cambiantes de asumirla.

En cambio, la responsabilidad se trata de contraer nuestros actos, nuestros compromisos, nuestros deberes, al hacernos capaces y conscientes de reconocer, aceptar y enmendar situaciones adversas hasta donde nos sea posible. Es decir, hay que entender y muy bien,  la enorme diferencia entre ser o sentirme culpable y ser o sentirme responsable.

Dicen por ahí, que la culpa es tan fea que nadie quiere cargar con ella; y uno de los errores más comunes del ser humano (no todos), reside en no aceptar las consecuencias de sus actos con una tendencia a protegerse de cualquier situación nociva de cualquier manera, para liberarse del cargo de conciencia.


Así que somos testigos, como de manera repetitiva un gobierno tras otro, se vuelven expertos en “echar la culpa” de todos los sucesos negativos a las administraciones anteriores (sin importar el color) ante su trágica falta de capacidad de gobernar y administrar; ante la corrupción cada día exacerbada; ante la ambición, la injusticia y por supuesto ante la impunidad.


Y una y otra vez seguimos sin entender ¿por qué la falta de humildad para reconocer cuando se equivocan? ¿Por qué la falta de humildad para reconocer lo bueno que dejaron los gobiernos anteriores para darle seguimiento en lugar de destruirlo o mancillarlo?


A ya muchos meses que Evodio Velázquez tomó protesta como Presidente Municipal de Acapulco, no se puede seguir culpando al pasado, de lo dañado (en todos los sentidos) que está el puerto y que hoy por hoy es su responsabilidad y su obligación; y si después de luchar en campaña y ganar, aceptó el cargo desconociendo los graves problemas económicos, políticos y sociales que antaño aquejaban al puerto y a sus comunidades aledañas, qué pena Evodio y Cía., porque esa franca ignorancia (que se ve) es su problema; y no tiene por qué quejarse tanto, ni mandar a que lo defiendan tanto, con ese desagradable y cobarde argumento “de echar la culpa” a los demás de los demás.


Amén que no hay que perder de vista, que lo que vivimos hoy, es el resultado de las decisiones que tomamos ayer, y usted Evodio, quería ser alcalde de Acapulco, a como diera lugar.


Los hombres nunca vamos delante de nuestros pasos y a menudo el destino nos alcanza. Pero la persona honesta, responsable y segura de sí misma y de sus actos, nunca culpa a nadie de sus errores. ¡Vale la pena reflexionarlo!