LAS REFINERÍAS
Luz María
Sánchez Rovirosa
“Este
caso será llevado hasta sus últimas consecuencias y directamente contra el o
los responsables”. ¿Quién lo habrá dicho?
Recién (18 de marzo) se cumplieron 80 años de la
degradada Expropiación Petrolera para lo cual (y curiosamente) no se realizaron
los grandes festejos de antaño. Es más, tal parece que el titular del ejecutivo
Enrique Peña Nieto y compañía quisieron que pasara el día desapercibido, que no
por la vergüenza de haber destrozado el valioso patrimonio de la Nación, sino
para no despertar a los ciudadanos que aún siguen inmersos en ese letargo
eterno.
Una de las propuestas de Andrés Manuel López Obrador
desde su anterior candidatura (2012) y ahora en esta contienda electoral que se
avecina; y de llegar a la presidencia de México, es la remodelación de tres
refinerías y la construcción de dos más, con inversión privada o
público-privada. Esta cuestión que ha causado mucha polémica (no solo) en el
gremio empresarial; se desprende de la necesidad primordial de romper con el esquema de la dependencia en
materia de combustibles.
Dicha propuesta se deriva de las cifras que arrojo PEMEX
en 2017, año en el cual México importó de Estados Unidos un promedio de 808 mil
barriles por día, lo que convierte al país en el mayor mercado (de consumo) de
las refinerías de la nación comandada por Donald Trump.
La razón de esta propuesta es, que se aumente la
capacidad productiva de las refinerías actuales (más las dos nuevas planeadas),
para tratar de lograr consumir nuestros propios combustibles y no depender de
las gasolinas importadas; amén que volveríamos a tener credibilidad como país
de producción en la cuestión global.
Debemos forzosamente recordar o ser muy cuidadosos en
investigar para poder discernir. En plenas elecciones del 2012, la constructora
Odebrecht transfirió 3 millones 140 mil dólares a una empresa establecida en
Islas Vírgenes, ligada a Emilio Lozoya Austin, quien por aquellos días
ostentaba el puesto de Coordinador de Vinculación Internacional, en dicha
campaña del entonces candidato del PRI Enrique Peña Nieto.
Ya cuando el PRI (nuevamente) se instaló en el trono,
tres ejecutivos “picudos” de dicha empresa en “declaraciones juramentadas” ante
la justicia brasileña, señalaron que Emilio Lozoya Austin (entonces Director de
PEMEX), recibió de parte de la empresa brasileña, sobornos por 10 millones de
dólares, a cambio de recibir su apoyo (México), para obtener contratos de obra
pública. Está de más decir que el susodicho negó “categóricamente” dicha
información. Y está de más decir, que la investigación “hasta las últimas
consecuencias”, jamás lo alcanzó.
En el 2013, y ante el bum de las “Reformas Estructurales”
y “El Pacto por México”, todavía no de delineaba bien el negro panorama en nuestro
horizonte, pero por supuesto que se veía venir, ante los alcances de una
reforma energética, que ya nos empezaba a develar la muerte de lo que otrora
fue el principal sostén de México.
La energía es el motor del desarrollo económico, y está
relacionada con muchos aspectos importantes de la vida cotidiana. Hay que
entender y muy bien, que la energía no es sólo hablar de petróleo (como crudo)
o hablar de PEMEX (como empresa).
Y es
aquí donde uno sabe perfectamente bien lo que han ganado Peña Nieto y sus
achichincles. Pero es también aquí dónde uno se pregunta ¿Qué hemos ganado los
mexicanos con la modernidad que nos vendieron o nos impusieron los gobiernos
neoliberales del PRI y del PAN?
¿Empresas
y más empresas quebradas, industrias desquebrajadas, el campo desplomado,
imparable migración de personas que no tienen oportunidades, pobreza extrema y
marginación, canasta básica inalcanzable por la inequidad con los salarios, inseguridad
y violencia exacerbada e incontrolable; y todo esto derivado de una patética
pérdida de identidad y de soberanía, que nos tiene atrapados sin respeto y sin
poder ver la próxima salida.
Este
es el precio que estamos pagando la mayoría de los mexicanos por haber
permitido (legal o ilegalmente) con nuestro voto, que nos gobernara una
política malsana y destructiva. ¡Vale la pena reflexionarlo!