¿CUESTIÓN
DE MOVILIDAD?
Luz María Sánchez
Rovirosa
“La injusticia, allí donde se halle, es una
amenaza para la Justicia en su conjunto”. Martin Luther King
Un año más está llegando a
su fin en medio de una grave crisis, que tiene a la mayoría de los mexicanos (amén
del problema financiero, el adelgazamiento de la clase media y el incremento de
la pobreza y la miseria), inmersos en la certidumbre de no ser ciudadanos
importantes para un gobierno tambaleante, en el cual es manifiesta la
desatención hacia la sociedad.
Era de esperarse que tarde o
temprano (a escasos dos años de gobierno), se presentara este desequilibrio
gubernamental, después de unas elecciones federales muy cuestionadas, cuyo
resultado dejó inconformes a un alto porcentaje de mexicanos; ahora reforzada,
precisamente por la incertidumbre en una administración en pleno ejercicio; al
que a pesar de todo en un inicio, se le había dado el voto de confianza.
El caso Ayotzinapa el 26 de
septiembre del presente, dejó 3 jóvenes muertos y la desaparición –simultánea-
(casi increíble) de 43 alumnos (personas de carne y hueso) de la escuela normal
Isidro Burgos ubicada en este lugar. El alcalde de Iguala con antecedentes de
asesino y junto con su esposa con intensos nexos con el crimen organizado y
carteles del negocio de drogas; Iguala y Cocula (por mencionar), con
impresionantes sembradíos de –fina amapola-, en las recónditas áreas selváticas
de la Sierra Madre del Sur (en Guerrero). Y uno azorado y atónito se pregunta
¿Toda esta parafernalia (notificada a tiempo), no fue de importancia ni para el
gobierno estatal, ni para el federal, como para voltear a verla y tomar
acciones, para no perjudicar a la sociedad?
Si esto no es desprecio a la
sensibilidad de una nación, entonces ¿qué lo será? ¿Y aunque fuera el único
caso de impunidad que surgiera en México, por qué no hacerle caso?
Así que el pueblo agraviado
por la injusticia y la desigualdad (hechos que si son importantes para el
gobierno, lo disimula muy bien); toma como bandera de lucha a Ayotzinapa, que
le ofrece a la sociedad una alternativa de organizarse, y salir a las calles
para desahogarse y gritar una realidad que nos está aplastando, esperando encontrar
–algo- que permita mejorar la vida, por no decir la calidad de vida (que muchos
no la tienen), y evaluar de manera diferente este indecente, corrupto e impune
entorno gubernamental, que nos envuelve hasta sofocarnos.
¿Qué nos sucede? Muertos,
desaparecidos, extorciones, secuestros y un impresionante aumento del miedo a
que nos suceda cualquier ultraje, o a quedarnos sin el “pan nuestro de cada
día” (desempleo).
Pienso que no hay ciudadano
mexicano, que por lo menos tenga un amigo o conocido, que no lo haya padecido,
si es que no ha sido en carne propia. Y aunado a tantos agravios que además
siempre paga el pueblo, se suma la terrible lejanía y el –autismo político- de
las autoridades de hoy (ayer y siempre).
Y entonces de nuevo
anonadados lanzamos otra pregunta: ¿Se nos puede criticar a los ciudadanos que
levantamos la voz, no para pedir un favor, sino para reclamar lo que nos
corresponde? Cuando escuchamos en los discursos, tentativas maravillosas que en
lugar de rendir frutos, una y otra vez reculan, como el crecimiento del PIB; o
nuevamente la historia de una escalada de México al primer mundo como en antaño
tanto lo cacaraqueó el –viejo PRI-.
¿Se nos puede criticar por
no estar de acuerdo y rechazar escuchar toda la magia de color en los sueños
principescos del gobierno; en donde los humillados, los muertos, los
desaparecidos, los invisibles, los secuestrados, los territorios (cada día más)
infiltrados por el crimen organizado; junto con la justicia, la igualdad, la
honestidad, la verdad, etc., quedan sepultados en las fosas comunes?
Todo este intenso escrito,
deriva de la aprobación en La Cámara de Diputados a una –reforma
constitucional- a los artículos 11 y 73, en los cuales el Estado garantiza la
movilidad de la sociedad en los espacios públicos, pero que ha causado
controversia entre sus opositores y un alto porcentaje de ciudadanos en las
-redes sociales- ¿Por qué el no estar de acuerdo? Porque conociendo al
gobierno, vendrán las leyes secundarias o reglamentaciones (que ya alcanzamos a
ver), impidiendo la movilidad, cuando sea en grupo y para protestar, evitando
así el daño a terceros.
Para concluir en el colmo
del espanto, formulamos otra pregunta: ¿Daños a terceros? Si todavía se me
permite aclarar que los daños a terceros a cuartos y a miles es una gran
experiencia que tienen los gobiernos (y el de hoy no es la excepción),
simplemente hay que checar las cifras para saber en cuántos ámbitos más hemos
retrocedido, además de lo económico como país. Y si de ilícitos se trata, el repudio
es gratis, por la injusta forma de enriquecerse (con dinero ajeno), tanto o más
reprobable que lo que hacen los –vándalos- en las manifestaciones. ¡Vale la
pena reflexionarlo!
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