CINCO AÑOS
Luz María
Sánchez Rovirosa
“Donde hay poca justicia, es un peligro
tener la razón” Francisco de Quevedo
A cinco años de aquel suceso que
conmocionó al país y al mundo, aún hay demasiadas interrogantes y demasiado
misterio en torno a la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal
Rural “Isidro Burgos” en Ayotzinapa en el estado de Guerrero, allá por “Los
Caminos del Sur” de México.
En un lugar tan delicado como lo es Guerrero,
saturado de hechos sangrientos de violencia rebasada y hecho un desastre ¿Cómo
aguantaremos seguir sobreviviendo (la mayoría que no se beneficia de los mismos),
con gobierno tan dogmático como lo fue en aquel entonces el de Ángel Aguirre
Rivero PRD forzoso y caprichoso (hoy queriendo volver); y como el actual de
Héctor Astudillo Flores, por supuesto priísta?
26 de septiembre de 2014, es una fecha
que marca un parte aguas en la inconciencia de lo que las autoridades llaman
investigación, pero sobre todo de la justicia. Sabemos perfectamente que los 43
jóvenes son solo un pequeño número que forma parte del inmenso círculo de los
miles y miles de desaparecidos en todo el territorio nacional. De esas
personas, niños, jóvenes, adultos, adultos mayores; buenos y malos, culpables e
inocentes, de los que no tenemos ni la más remota idea de qué fue lo que les pasó.
A los acontecimientos que sucedieron hoy
hace cinco años en Iguala, Gro., se les puede seguir llamando un asesinato doloso,
a manos de policías municipales ignorando (por cobardía), por quién o quiénes eran
dirigidos y/o manipulados; dio como resultado un hecho vergonzoso, indignante y
reprochable.
Una y otra vez, se ha hecho el llamado a
las autoridades para que salga a la luz la verdad, pero no aquella aberrante
“Verdad Histórica” que escupió a la cara de los padres de familia devastados el
entonces “procurador” Murillo Karam, incluyendo en el vómito “perfumado” a un
pueblo de México indignado e incrédulo, que con tristeza e impotencia presenciaba
toda la impunidad, la corrupción y la negligencia de los actores principales de
esta farsa mal llamada política.
Vamos a hacer hincapié que estos como
muchos otros hechos de violencia, han sido también muy cuestionados por una buena
parte de la sociedad mexicana, quienes han condenado de antemano a los
estudiantes, acusándolos de ser vándalos que proceden con demasiada violencia,
es decir, una “Barbarie”.
Barbarie es la actuación, la actitud, el
estado, la condición de quien habla un lenguaje (incluyendo el corporal), absolutamente
contrario al de las exigencias morales, de la ley, la honestidad y de la
realidad humana.
Entonces podemos entender que quien
practica la barbarie, no es simplemente el o los que violan el orden; sino
quien o quienes llegan a extremos de maldad, que los hacen parecer desprovistos
de la condición de ser humanos.
Entonces ¿Cómo explicar que aceptemos
que los delincuentes más peligrosos se paseen por las calles a plena luz del
día, solo porque tienen un “título” que los señala como presidentes, secretarios,
diputados, gobernadores, alcaldes, senadores o policías?
¿Cómo actuará este gobierno respecto a
estos hechos? ¿O se les tendrá que martillar nuevamente a las familias afectadas,
que nunca sabrán que sucedió con sus seres
queridos?
Y uno aterrado y estupefacto se
pregunta: ¿Quién o quiénes hacen más daño al mundo, los que se acomodan frente
a la perversidad refinada y desde allí pisotean al hombre con los mejores
modos, sin casi mancharse por la “exquisita” corrupción que ejercen? ¿O quienes
desde la opulencia se manifiestan indiferentes a las víctimas sobre las cuales
se alza; y qué sin duda alguna asumen el papel de buenos y son legitimados por
sus hambrientos roedores y vasallos? ¿O la figura de los llamados bárbaros, que
sin justificación por la violencia de su actuar, arrasan sin miramientos lo que
a su paso encuentran, para tratar de desnudar a los hediondos tiranos y avanzar
hacia la historia? ¡Vale la pena reflexionarlo!