OJALÁ
Luz
María Sánchez Rovirosa
“Lo que las leyes no prohíben,
puede prohibirlo la honestidad”. Séneca.
Hoy tocaré un tema muy difícil y delicado, ya
que resulta polémico por la gran variedad de pensamiento (que no criterios y
convicciones) que giran alrededor del Alfa y el Omega en el gobierno actual de
México.
Para hablar de las “distinciones” a las que se
ha hecho acreedor el presidente López Obrador; por fuerza tengo que retroceder
al pasado reciente y no tan reciente aun cuando esto no sea “lo indicado” para
muchas personas que no entienden del aprendizaje y las experiencias que ese
lapso nos dejó.
Brevemente un ligero paso por los sendos
escándalos de tremenda corrupción, las interminables mentiras que nos
revoloteaban por todo el territorio geográfico del país, la violencia
exacerbada, el crimen organizado enraizado por todos los rincones del país
haciéndose notar cada día más como los dueños de México y con una impunidad
fuera de toda realidad.
Los escándalos de corrupción tanto de Felipe
Calderón como de Peña Nieto, los abusos de poder de ellos y sus “altos”
funcionarios a lo largo de sus gestiones, curiosamente son hasta este
“vapuleado” gobierno que están siendo cuestionados por las leyes, para dar el
comienzo a la nueva era de la no impunidad.
Sin embargo, también percibimos cómo es el
terrible golpeteo que realizan las personas contagiadas o pagadas en las
llamadas redes sociales o en los medios de comunicación tradicionales, con
información exagerada o falsa, en las cuales se desvirtúan las noticias de una
manera alarmante, ganando la atención de una extraña sociedad que “espejea” las
acciones del presidente, convirtiéndolas en terrorismo.
Sin embargo, que fácil es tirar la pelotita a
otro, reventando a México, ya no sé si por imitación, por influencia o por
sincera vocación, ya que no hay cuestión que se realice en el gobierno actual
que no sea criticada y juzgada con sendas actitudes de “verdugos”; y reconozco
sinceramente, que existen muchas de ellas que no son las óptimas.
Y resalto esta lamentable situación para
México, que no para López Obrador; y me acerco a una desgarradora verdad que
recién sucedió en la Ciudad de México; estoy hablando del crimen “llamado
femicidio” de la niña Fátima Cecilia.
Verdaderamente estoy horrorizada con este caso
de la pequeña de siete años, quien desapareció de la mano de (hasta hoy) una
desconocida, frente a las “narices” de la escuela Enrique Rébsamen
(instalaciones Xochimilco), dónde la menor de edad estudiaba. Los pormenores
“visibles”, casi todos los conocemos vía medios de comunicación, en especial a
través de las redes.
No tengo, ni existen palabras para expresar
semejante aberración, es inconcebible, y desafortunadamente no es el primero.
Pero, por otro lado, me aterra el ladrido de la feroz sociedad con claros
síntomas de rabia patológica. Ojalá una sola persona (en este caso el
presidente actual), tuviera el poder de resolver de inmediato una crisis de
valores que se ha venido gestando de antaño.
Qué le sigan echando la culpa a López Obrador
por este dramático suceso y por todo, es lo de menos; lo de más y más grave, es
como esa parte de la pervertida sociedad, está usando este doloroso,
lamentable, injusto y monstruoso asesinato de la niña Fátima, para señalar y
golpetear otro “error” (según ellos) del presidente López Obrador, en un vil y
bajo espectáculo mediático. Esta es mi humilde opinión y así la acato.
Qué triste es esta distorsión que nos agobia,
por ignorar lo que somos y valemos y aceptar la manipulación de lo que nos dicen
que somos y valemos; ya sea por cobardía, por conveniencia, por comodidad, por
resentidos o por ambiciosos.
Y entonces lo que hemos logrado con esta
estúpida reyerta anti-presidente López, es perder nuestra capacidad de
reflexionar para aceptar lo discordante, lo que nos lleva a jactarnos en lo
individual y no por el bien común; terminando parados ante un supuesto
desarrollo humano, que solo ha servido para borrarnos lo humano. ¡Vale la pena
reflexionarlo!