LA MANO QUE MECE LA CUNA
Luz María Sánchez Rovirosa
“Cuando vean que para producir
necesitan obtener la aprobación de quienes no producen nada; cuando vean que el
dinero fluye a quienes comercian no en bienes sino en favores; cuando vean que
los hombres se hacen más ricos a través de la estafa que del trabajo, y sus
leyes no los protegen de ellos, pero los protegen a ellos de ustedes; cuando
vean que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en un
sacrificio personal; sabrán que su sociedad está condenada” Ayn Rand.
La memoria es la capacidad mental que posibilita a
un sujeto registrar, conservar y evocar las experiencias (ideas, imágenes,
acontecimientos, sentimientos, etc.). La memoria amplía nuestro mundo. Sin
ella, la vida carecería de continuidad y cada día de nuestra vida, sería un acontecimiento
aislado; es decir, no se podría aprender del pasado, ni prever el futuro; lo
que a veces sucede por muchos y diferentes motivos (voluntarios e
involuntarios), es lo complicado que resulta recuperarlos cuando se necesitan.
Majestuoso
y maravilloso nuestro Sistema Nervioso Central (SNC), que tiene como pieza
central (entre otras importantísimas para la vida), el cerebro. ¿Pero por qué
hablar de términos científicos, fisiológicos y hasta patológicos, en la
política actual; el tema que hoy nos ocupa y preocupa?
Se
dice, que hoy en el “estigmatizado” gobierno d Andrés Manuel López Obrador,
asistimos al retorno inequívoco del antiguo régimen priísta, según léxico de
algunos (“eruditos” y no excentos de “chayote”) medios de comunicación
agrupados o individuales; que manipulan y manosean y les roban las ideas
propias o en su defecto se las canjean, tal cual líderes de sectas religiosas,
a quien o quienes por voluntad (obligada), se lo permiten.
Motivo
y razón por lo cual recurrimos a la memoria y recordamos el pasado que nos trae
al presente, una serie de historias recurrentes y trágicas de gobiernos
anteriores que ya vivimos, que ya sufrimos y a los cuales después de llegar a
su término la mayoría de los mexicanos que no somos privilegiados, pudimos
sobrevivir, para razonar cuáles fueron las acciones de los “dioses
omnipotentes”, que nos hicieron caer de rodillas, y que hoy ante la sordera
humillante de una parte de la sociedad (todavía humillada), se atreven una y
otra vez en un discurso monolítico, decir que el pasado ya pasó.
Y de
esta injusta manera (porque no hay razón congruente), los mexicanos estamos
frente a una disyuntiva que ya no se puede sortear a la ligera. Hoy estamos
pasando por un torbellino político que lejos de acercarnos a un cambio
positivo, nos está transformando en prsonas-zombis, sin razonamiento, sin
criterio y sin prudencia, volteando (cada quien) “como nunca”, a sus intereses
particulares, a sus preferencias, gustos, comodidad y privilegios, de una
manera grotesca.
Esperando
de corazón que el tiempo pase rápido y que se termine este suplicio cargado de
odio y violencia en contra del presidente López Obrador, que se antoja como un
franco proceso de descomposición, ante la terrible incertidumbre de saber si
algún día superaremos estas diferencias.
Entonces
¿Cómo saber tomar el camino correcto, aun cuando no sea nuestro predilecto y
sin permitir que se meta la mano que mece la cuna? ¿Cómo tendremos la agudeza,
sin confundir la memoria con el pasado, de considerar qué si al país le va
bien, a todos nosotros también? ¡Vale la pena reflexionarlo!