CORRUPTO Y TRAIDOR
Luz
María Sánchez Rovirosa
“Dicen que el poder
corrompe, pero hay que ver siempre quien es el que llega al poder, a tener
poder. Quizá no es que lo corrompió el poder. Sino que siempre estuvo
corrompido”. Luca P.
Nuevamente
sale el tema sobre el “oro negro” ya que, en medio de una trágica y lenta
agonía, vemos a México luchar contra los demonios que dejaron los gobiernos
anteriores, que amasaron inmensas fortunas abusando del poder y de las bondades
y beneficios de la pródiga naturaleza de este país.
Sin
embargo, esa maquinaria que ellos mismos echaron a andar (por largos años); ha
generado en el presente una tremenda dinámica de encono social que les será y
muy pronto, imposible de controlar desde su incómodo exilio.
Viene junto con pegado el tema del
petróleo (que muchos opositores consideran obsoleto), ya que hace un par de
días le explotó el gas en la cara a Emilio Lozoya Austin, vía Odebrecht y “sus
propinas”, quien fuera titular de Pemex, amén de compinche personal, en el inicio
del aterrador gobierno de Peña Nieto.
Odebrecht es un conglomerado de origen
brasileño, dedicado a los negocios de ingeniería y construcción; y tiene
participación también en la manufactura de productos químicos y petroquímicos.
Fue instituida como compañía en 1944 por el señor Norberto Obredecht. Este
enorme y poderoso grupo, tiene presencia en Sudamérica, América Central, Las
Antillas, Norteamérica (México), África, Europa y Medio Oriente. (Wikipedia).
Ahora bien, la relación de nuestro país
con dicha empresa, data de los años del PAN (Partido Acción Nacional) con
Felipe Calderón. Pero esa corrupta conexión, se hizo más estrecha a principios
del 2012, cuando prácticamente iniciaba su carrera presidencial Enrique Peña
Nieto; y que entre sus “corredores” de confianza, por supuesto se encontraban
este nefasto y controvertido individuo llamado Emilio Lozoya Austin (a quien ya
se le destapó su cloaca); y el mismísimo Satanás Javier Duarte, quien también
metió la cola con esta compañía, llevándose obras a Veracruz, a su bolsillo y
al de su tenebrosa esposa (cuando estaba al frente del estado), y por supuesto
(con un poquito) para ayudar a su “Pastor Atlacomulqueño” a ganar inmundamente
la silla de Los Pinos.
Así que, para llegar al grano de “la
orden de aprensión” (en estos momentos ya frenada por el amparo); tres
importantes ejecutivos de Odebrecht, bajo juramento ante la ley de Brasil,
señalaron que Emilio Lozoya Austin, recibió (en 2012) de su parte, 10 millones
de dólares a cambio de brindarles su apoyo para conseguir contratos de obra
pública y de Pemex durante dicho sexenio, si es que ganaba Peña Nieto, tal y
como sucedió.
Como era de esperarse, Lozoya niega
categóricamente las imputaciones que le achacan (rimbombantes sobornos). Lo que
curiosamente tienen todos bien calladito (empezando por él), es que la empresa
Odebrecht, estaba segura (no sabemos por qué), que el presidente de México
sería Emilio Lozoya Austin y no Enrique Peña Nieto. Confusión (permitida), que
hoy le va a costar muy cara.
Sin adelantarme de ninguna manera al
veredicto de este caso (pero por mí, que los refundan en el calabozo de los
dragones), nos percatamos por la cara de preocupación y espanto (visible) de
Lozoya Austin y el enojo y acartonamiento (visible) de Peña Nieto, ante la
sugerencia del abogado de Lozoya para que comparezca, aun cuando esté locamente
enamorado.
¿Será que, aunque voces sabiondas
aseguran “que ni una hoja de un árbol se movía sin la anuencia del ex
presidente”; tal vez el ex director de Pemex, cuando llevó a cabo “los tratos”,
les hizo creer que él sería el PRImerito, al más puro estilo tricolor? ¡Vale la
pena reflexionarlo!