miércoles, 29 de mayo de 2019

CORRUPTO Y TRAIDOR












CORRUPTO Y TRAIDOR


Luz María Sánchez Rovirosa


“Dicen que el poder corrompe, pero hay que ver siempre quien es el que llega al poder, a tener poder. Quizá no es que lo corrompió el poder. Sino que siempre estuvo corrompido”. Luca P.


Nuevamente sale el tema sobre el “oro negro” ya que, en medio de una trágica y lenta agonía, vemos a México luchar contra los demonios que dejaron los gobiernos anteriores, que amasaron inmensas fortunas abusando del poder y de las bondades y beneficios de la pródiga naturaleza de este país.

Sin embargo, esa maquinaria que ellos mismos echaron a andar (por largos años); ha generado en el presente una tremenda dinámica de encono social que les será y muy pronto, imposible de controlar desde su incómodo exilio.

Viene junto con pegado el tema del petróleo (que muchos opositores consideran obsoleto), ya que hace un par de días le explotó el gas en la cara a Emilio Lozoya Austin, vía Odebrecht y “sus propinas”, quien fuera titular de Pemex, amén de compinche personal, en el inicio del aterrador gobierno de Peña Nieto.

Odebrecht es un conglomerado de origen brasileño, dedicado a los negocios de ingeniería y construcción; y tiene participación también en la manufactura de productos químicos y petroquímicos. Fue instituida como compañía en 1944 por el señor Norberto Obredecht. Este enorme y poderoso grupo, tiene presencia en Sudamérica, América Central, Las Antillas, Norteamérica (México), África, Europa y Medio Oriente. (Wikipedia).

Ahora bien, la relación de nuestro país con dicha empresa, data de los años del PAN (Partido Acción Nacional) con Felipe Calderón. Pero esa corrupta conexión, se hizo más estrecha a principios del 2012, cuando prácticamente iniciaba su carrera presidencial Enrique Peña Nieto; y que entre sus “corredores” de confianza, por supuesto se encontraban este nefasto y controvertido individuo llamado Emilio Lozoya Austin (a quien ya se le destapó su cloaca); y el mismísimo Satanás Javier Duarte, quien también metió la cola con esta compañía, llevándose obras a Veracruz, a su bolsillo y al de su tenebrosa esposa (cuando estaba al frente del estado), y por supuesto (con un poquito) para ayudar a su “Pastor Atlacomulqueño” a ganar inmundamente la silla de Los Pinos.

Así que, para llegar al grano de “la orden de aprensión” (en estos momentos ya frenada por el amparo); tres importantes ejecutivos de Odebrecht, bajo juramento ante la ley de Brasil, señalaron que Emilio Lozoya Austin, recibió (en 2012) de su parte, 10 millones de dólares a cambio de brindarles su apoyo para conseguir contratos de obra pública y de Pemex durante dicho sexenio, si es que ganaba Peña Nieto, tal y como sucedió.

Como era de esperarse, Lozoya niega categóricamente las imputaciones que le achacan (rimbombantes sobornos). Lo que curiosamente tienen todos bien calladito (empezando por él), es que la empresa Odebrecht, estaba segura (no sabemos por qué), que el presidente de México sería Emilio Lozoya Austin y no Enrique Peña Nieto. Confusión (permitida), que hoy le va a costar muy cara.

Sin adelantarme de ninguna manera al veredicto de este caso (pero por mí, que los refundan en el calabozo de los dragones), nos percatamos por la cara de preocupación y espanto (visible) de Lozoya Austin y el enojo y acartonamiento (visible) de Peña Nieto, ante la sugerencia del abogado de Lozoya para que comparezca, aun cuando esté locamente enamorado.

¿Será que, aunque voces sabiondas aseguran “que ni una hoja de un árbol se movía sin la anuencia del ex presidente”; tal vez el ex director de Pemex, cuando llevó a cabo “los tratos”, les hizo creer que él sería el PRImerito, al más puro estilo tricolor? ¡Vale la pena reflexionarlo!

miércoles, 22 de mayo de 2019

ÉCHAME A MI LA CULPA





ÉCHAME A MI LA CULPA


Luz María Sánchez Rovirosa


“Por el amor de una rosa, el jardinero es servidor de mil espinas”. Proverbio Turco.


“Se dice que la culpa hace referencia a la omisión de la diligencia exigible a un sujeto”. Dicha razón implica que el hecho dañoso que se le imputa, motiva su responsabilidad civil o penal (según sea el caso).

La culpa, por lo tanto, consiste en la omisión de la conducta debida para prever o evitar un daño, ya sea por negligencia, imprudencia o incapacidad.

Demasiadas personas (desafortunadamente) creen que son perfectas, y raramente aceptan las críticas. Este ego que se manifiesta por esta razón; quizá pueda ser un mecanismo de defensa propia, que la mayoría de las veces hace más daño que bien, y es cuando se incrementa la costumbre de censurar lo que efectivamente es censurable; pero al mismo tiempo se pone de moda diluir lo que en su tiempo también fue censurable, para convertirlo en ejemplo.

Entramos de lleno al caso que me lleva a hablar de la culpa y la censura, y por más que me esfuerzo, no entiendo la clara perversidad de un “porcentaje de pueblo” (con intereses peculiares), que rodea al gobierno vigente.

Voté por López Obrador convencida que es lo mejor que le puede pasar al país, y soy de las miles y miles de personas que no nos lavan la cabeza (y mucho menos a los seis meses de gestión), para arrepentirnos de haberlo hecho.

Estoy convencida qué para vivir, pero para vivir bien, necesitamos de las demás personas para seguir avanzando y mejorar, teniendo que aprender a escuchar, a esperar y no a creer que somos perfectos para los imperfectos, para de esta manera no sentir culpa por culpar a los demás.

Viviendo momentos de zozobra, la situación en México se ha vuelto crítica, debido a que la “división de pueblo” se ha vuelto (como nunca) en la protagonista de la historia que hoy se vive, y convirtiéndose en una “bomba de tiempo” atónitos preguntamos ¿Quién tiene la culpa?

Los más aguerridos dirán (tantas veces como eco): la culpa es de López Obrador, él es quien divide al pueblo llamándoles “fifís”. Él es quién pone a sus amigos en el mejor lugar, él es quién le recorta el dinero a las instituciones y las truena, él es quién trae los zapatos sucios, él es el que se pelea y le falta el respeto a un payaso; él tiene la culpa de que una prostituta desee que lo maten. Él tiene toditita la culpa, que en seis meses México esté a punto de la extinción.

Y se quiera aceptar o no, por supuesto que ha sido en este período de gobierno, cuando la “Caja de Pandora” anda revoloteando de manera tan grotesca por todo el territorio nacional.

La mecha ya venía ardiendo desde sexenios anteriores, pero es justo ahora, que precisamente desde que en aquellos sexenios propiciaron, que se está atizando el fuego que no solo amedrenta, sino que arrasa interponiendo todo tipo de obstáculos; sacando del clóset sus trágicos quehaceres, y lo triste es, que lo están consiguiendo a costa del mismísimo país, que les importa un bledo.

¿Exagero? Quizá, pero nunca se había vuelto tan notorio el odio enfrentado de manera tan vil. Estoy segura que algo en México está funcionando mal, o mejor dicho, algo se está protegiendo muy bien. ¡Vale la pena reflexionarlo!

P.D. Hablar de la renuncia del Director del IMSS, es otra historia. Pero por pura curiosidad pongan en GOOGLE: Saqueo del IMSS por los gobiernos, para darse cuenta, que cada quien olvida lo que quiere olvidar, y cada quien recuerda lo que quiere recordar.

miércoles, 15 de mayo de 2019

EL ODIO








EL ODIO


Luz María Sánchez Rovirosa


“No basta saber cómo atacar a los demás con el fuego, es necesario saber cómo impedir que los demás te ataquen a ti”. Sun Tzu.


Hoy para dar inicio a este artículo, empezaremos por el final. ¿Será que el triunfo de la Expropiación Petrolera realmente fue para México; ya que a partir de 1940 PEMEX controlaría su propio destino? Y entonces hoy nos preguntamos ¿Qué le deparará el destino a PEMEX con el rescate financiero? ¡Vale la pena reflexionarlo!

Odio, del latín “odium”, es la antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien. Se trata de un sentimiento negativo que desea el mal para el sujeto u objeto odiado.

El odio es un intento por rechazar o eliminar aquello que nos genera disgusto; es decir, un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión (en este caso que me ocupa), hacia una persona, así como el deseo de evitar, limitar o destruir sus objetivos.


Sigue siendo muy común enfrentarnos a crueles historias de odio; es más a llegar a detectar dentro de nosotros este sentimiento. Pero el testimonio de odio que hoy, en mi particular opinión vivimos, se ha anclado en el país de manera increíble y desafortunadamente genera gran dolor y desasosiego.

Por supuesto que me estoy refiriendo al odio exacerbado que una parte de la sociedad mexicana manifiesta hacia el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, por miles y diferentes motivos personales o de comparsa.

Sorprendida y abrumada, aun no entiendo si este sentimiento que forma parte de la naturaleza humana, pueda ser posible controlarlo en México; ya que se está propagando rápidamente como una emoción muy negativa, poderosa y altamente peligrosa, es decir, como una preocupante epidemia.

No tengo ni la menor duda, que la diferencia de este gobierno con los anteriores, es dimensional, y que personas acostumbradas a las prebendas y canonjías, han sido seriamente afectadas en sus intereses particulares, y me atrevo a afirmar, que de allí nace el manipuleo que envenena con el odio la psicología social; sentimiento que tiene la gran capacidad de contagio y que nos hace vulnerables a convertirnos en seres dañinos y sin escrúpulos (aun sin pretenderlo o saberlo); y que desgraciadamente así como es de fácil prender la mecha, es demasiado difícil (cuando ya es tarde) de controlar el incendio.

Hoy estamos viviendo una drástica situación política inédita en México. El que antaño, algún ex presidente no haya sido del agrado de alguno de nosotros, y “nos cayeran muy gordos”, es una realidad que se justifica. Lo que no es justificable, es que sabiendo que los comentarios y actos abominables que se realizan contra la persona odiada, pueden provocar tanto mal, que pueden llegar a producir consecuencias muy graves y devastadoras.


Sin embargo, hoy el odio sigue alentándose, a veces de manera sutil, y otras muchas de manera radical y abrupta. El caso es que efectivamente este negativo y siniestro sentimiento, ha acompañado la historia de la humanidad. Pero lo cierto es que hoy no se necesita ser especialista porque es fácilmente observable; que en este momento y en México, tristemente se odia mucho más que antes. ¡Vale la pena reflexionarlo! 











miércoles, 8 de mayo de 2019

EL REDENTOR











EL REDENTOR


Luz María Sánchez Rovirosa





“De ese modo no es cordura querer curar la pasión, cuando los remedios son, muerte, mudanza y locura”. Fragmento del Ovillejo de Miguel de Cervantes Saavedra.



Durante el reciente Foro Nacional de Alcaldes realizado en Acapulco y convocado por la Asociación de Autoridades Locales de México AC (AALMAC) para “combatir las causas multifactoriales de la violencia” (sic), a decir de Adela Román; quien además concluyó que invocar la participación ciudadana, sería la herramienta más poderosa para recuperar la paz y la tranquilidad.

Es muy común escuchar este tipo de declaraciones de parte de las autoridades y sus allegados políticos, parientes, compadres y amigos, quienes suelen señalar que la criminalidad está inmersa en todo el país, creyendo que “tapando el sol con un dedo”, minimizan la gravedad del problema.

Acapulco siendo un lugar pródigo y por naturaleza rico, ha sido agredido, vapuleado y depredado por las mismas autoridades (que a su paso) año tras año deberían haberlo protegido garantizando la paz, y con ello el progreso.

Específicamente en el caso de Acapulco las autoridades no pueden ni deben minimizar los trágicos sucesos, y manifestar esas ideas trasnochadas que bien saben, que no son y no serán nunca la panacea que limpiará el municipio de esos actos cada vez más violentos.

No me puedo explicar por qué los gobiernos (todos) no entienden que la violencia gira alrededor de la corrupción, y para que la balanza funcione y pese correctamente tiene que haber un equilibrio, que es obvio que no quieren encontrar.

De esta forma somos testigos de la violencia verbal y mental, pero sobre todo moral, que existe desde la “cúpula” del poder porteño entre la presidenta municipal Adela Román Ocampo y el ex alcalde Evodio Velázquez Aguirre, por los desfalcos financieros que supuestamente (¿?) dejó la pasada administración, y la falta de capacidad de Adelita para solucionarlos, quien ha llegado hasta las palabras rimbombantes para señalar estos casos como “bola de mañosos”, amén de encajarles las banderillas a los reporteros atizándolos para entrevistar al ex alcalde para que explique a los acapulqueños cómo hizo los fraudes y desvíos, que su inútil gobierno encontró. La respuesta de Evodio no se hizo esperar y señaló que él dejó al retirarse, finanzas sanas y sin ningún quebranto económico.

El caso es que aun cuando lo hagan de lado, los hechos de violencia cada día crecen más y se han vuelto más grotescos, ante la falta de acción y de protección; ante un diálogo o intermediación inexistentes; ante una total falta de voluntad política para suavizar y diluir la insurrección de los grupos inconformes, que no han encontrado otra forma de llamar la atención o de hacerse escuchar, que llevándose en su vertiginoso paso a la mayoría de los ciudadanos sin tener miramientos, ni escrúpulos, ante los disimulados y permisivos  ojos de la autoridad, que mientras se entretienen en dimes y diretes.

Lamentablemente todo tipo de violencia, incluyendo la que representa el propio gobierno, va ganando terreno en nuestra sociedad; porque sabiendo que la raíz de la violencia está plantada en la injusticia social y en la corrupción ¿cómo pretende la alcaldesa que la ciudadanía sea parte de la solución de este problema, cuando es precisamente la sociedad la víctima?

Y mientras el pueblo vive temeroso y horrorizado, pero también vive como triste espectador, inerte y silencioso, surge la genial pregunta que le da vueltas en la cabeza a Adelita: ¿Quién quiere ser el redentor y no salir crucificado? ¡Vale la pena reflexionarlo!