LA HERENCIA MALDITA
Luz María Sánchez Rovirosa
Nunca un ser humano, puede llegar a acostumbrarse a
la injusticia, porque incluso el más cruel criminal que con sus malas acciones
riega la injusticia y el dolor por todos lados; sufre cuando es objeto de la
violencia y la injusticia. “Lo que es injusto para unos, nunca puede ser justo
para los otros”.
Cuando
se les pregunta a los ciudadanos qué es lo que pedirían a cada gobernante en
turno para que atendieran como prioridad; creo que la mayoría respondería: La
seguridad pública.
Sin
embargo, reflexionando los hechos tan graves que desde hace décadas acontecen
en el país, se sabe hoy con más apertura mediática, que la delincuencia organizada
o narcotráfico, es un hecho que se da en todo el mundo, sobre todo, en lugares
permisibles como México. Pero en las sociedades pensantes, educadas y con
valores, que respetan las leyes que establecen sanciones para los delitos y
para los hechos criminales, y que de verdad se castiga a quienes los cometen,
la vida y su desarrollo político, social y económico, es muy diferente.
Pero cuando se quebrantan las leyes o el gobierno
permite las acciones que van en contra de la seguridad y la tranquilidad de un
pueblo, cuando la corrupción es cobijada por la impunidad, se pone en
entredicho tanto a los gobernantes como a las personas que tienen a su cargo la
administración pública, incluyendo los sistemas legislativos y los encargados
de dar justicia.
Es de
esta manera como empieza la desconfianza y muchas veces el repudio que
frecuentemente hoy en día conduce a la ingobernabilidad; porque democracia sin
gobernabilidad es una contradicción, pero sobre todo es un peligro. Y uno se
pregunta: ¿De que nos sirven los procesos electorales a cada rato,
supuestamente “eficientes y legales”, si cuando llegan no pueden o no quieren garantizar
la seguridad y una procuración de justicia conforme al imperio de la ley?
Sale a
colación el tema de seguridad como un tema obligado y de suma importancia
siempre a tratar, pero que hoy cobra una relevancia especial, ya que como
consecuencia del juicio en Estados Unidos contra Joaquín (El Chapo) Guzmán; hoy
entre medio de escándalos mayores, se involucró (secreto a voces)
peligrosamente a un personaje muy importante de la administración blanquiazul
de Felipe Calderón Hinojosa llamado Genaro García Luna, quien fuera titular de
la Secretaría de Seguridad Pública en dicho período; amén de haber sido titular
también, de la desaparecida Agencia Federal de Investigaciones durante el
gobierno panista de Vicente Fox.
A este
maligno, perverso, siniestro y retorcido “personaje”, detenido en días
recientes en el estado de Texas, EUA; lo acusan nada más y nada menos de
tráfico de cocaína, conspiración y falso testimonio y anexas; y de acuerdo con
el Departamento de Justicia de Estados Unidos, el arresto también respondió a
que el acusado “recibió millones de dólares, a cambio de protección hacia el
Cártel de Sinaloa en sus actividades de tráfico de droga”; así como también
recibió de manera personal pagos (sobornos) que oscilaron entre los tres y
cinco millones de dólares y lo que se acumule.
¿Qué
podemos sacar de esta situación, especialmente las personas que denigran la
situación actual, y que aun validan y añoran la estrategia de seguridad del
intenso e intrigoso activista y ex presidente de México, Felipe Calderón?
¿Podrán darse cuenta hoy con claridad, lo que este hecho refleja por sí mismo,
es decir, la herencia maldita?
Como
moraleja nos queda el ser ciudadanos responsables y manifestar nuestras
exigencias con la razón, no con el beneficio personal; para hacer posible una
política que nos una y por una justicia que reclama en cada uno de nosotros, en
nuestras existencias, en nuestras familias, pero también en nuestro prójimo.
¡Vale la pena reflexionarlo!