VAMOS A HABLAR DE ENCUESTAS
Luz María Sánchez Rovirosa
“Reflexiona con lentitud, pero ejecuta rápidamente tus decisiones”.
Sócrates
Antes de entrar al tema obligado, quiero hacer una
breve reflexión sobre el terrible homicidio de los 3 estudiantes de cinematografía
sucedido recientemente en Tonalá, Jalisco.
En este hermoso y pródigo México, hoy sangriento y
violento (Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto), es realmente
aterrador el panorama de la cultura de la muerte que se ha incrustado en
nuestras vidas, como una lepra mutada y muy grave, que nos va carcomiendo todo
incluyendo el alma.
¿Cómo podemos quedarnos tranquilos ante el
inmerecido pero profundo dolor de esos padres, de esas familias que se enteran,
que sus hijos inocentes fueron confundidos con delincuentes, privados de su
libertad, asesinados y disueltos en ácido? No llega ninguna señal coherente a
mi cerebro para pensarlo. Simplemente inconcebible y aterrador.
Entrando de lleno a la cuestión de las campañas electorales, nos
encontramos con que lo de hoy son las encuestas; que se han esmerado en usarse
como un instrumento ¿democrático? adicional, para tratar de manipular las
tendencias (al mejor postor) en todos los procesos de votación y elección
popular.
En estos meses previos a estas controvertidas elecciones, casi a diario “una
muestra de ciudadanos” es interrogada para determinar cómo son percibidos por
el votante, tanto los candidatos, como sus propuestas y promesas de campaña.
Las encuestas son como un artilugio de apoyo en cualquier actividad y
son algo muy usual desde antaño; pero en la actividad electoral actual, la
saturación de las mismas ha sido hasta chocante; especialmente con el manoseo y
el manejo tan especial que hacen de ellas las casas encuestadoras, según para
quien sea el pujante mejor.
Pero seamos amables aun cuando admitiendo la subjetividad de las
tendencias y resultados que arrojen día a día las encuestas, por mínima decencia
deberían tener una raya bien marcada, es decir, un límite de manipuleo para
tratar de ver con objetividad dónde y cómo ven los demás; y no cerrarse en los
estrechos márgenes de las conveniencias propias (vía pagos), porque inevitablemente
llegarán al jabonoso terreno de la parcialidad, como suele suceder siempre, en
este caso, en las elecciones.
Así que a partir de lo intrínseco de las encuestas, nos podemos
preguntar: ¿Y qué dicen los ciudadanos que no encuestan, que no son
protagonistas de esas muestras?
Las encuestas son un arma de un solo filo, porque obligan a pensar cada
día a un alto porcentaje de mexicanos, no en el candidato que guiará al país a
un desarrollo económico justo y estable, equitativo, con un desarrollo político
que trabaje para instaurar una auténtica democracia; sino al candidato que
supuestamente y bajo sus perspectivas convenencieras, tiene la mayoría de las
preferencias.
En este orden de ideas, debemos exigir que las encuestas que continúan
con su labor lo hagan con ética, y posteriormente y periódicamente lleven a
cabo sondeos para constatar que los hoy candidatos si llegan al poder, sean
congruentes entre lo que prometieron y su forma de actuar. Eso se llama
democracia, porque esta jamás termina en las urnas.
De igual forma, muchos de nosotros que deseamos para México la verdadera
democracia, esa que muy pocos impulsan, y que los políticos mal usando el poder
tanto entorpecen, tenemos la obligación de exigirle al ungido, cumpla a
cabalidad lo que nos prometió.
Porque si el fin de la democracia como sistema de gobierno es procurar
un permanente mejoramiento económico, político, social y cultural congruente
con las aspiraciones legítimas de todos los ciudadanos ¿Por qué se ha retrasado
tanto este proceso?
Debemos evitar esta perspectiva que los intereses personales y de grupo,
sigan quedando por encima de los intereses del pueblo, con las amargas
consecuencias que estamos viviendo; y que el gobierno sea visto como un medio
privilegiado para servir y hacer progresar a la comunidad ¿Qué podemos esperar
para México con encuestas o sin ellas? ¡Vale la pena reflexionarlo!