EL
COMERCIO DE LA MUERTE
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que
quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado”. Maquiavelo.
Mientras tanto llega el momento del cambio verdadero, escuchamos una y otra
vez al presidente, gobernadores, alcaldes, legisladores, líderes, etc., que
llegó la hora del empleo para todos, economía sustentable, desarrollo humano,
igualdad de oportunidades, democracia, transparencia, seguridad ciudadana,
prevención del delito, gobierno con rostro humano, puertas abiertas, gobierno
sensible, atención al reclamo social histórico, palabra de mujer, becas, medicinas,
seguridad social, no vender nuestro patrimonio nacional, no más muertes
relacionadas con la pobreza, esperanza, transformación, apoyo al campo,
desarrollo urbano, agua potable, etc. Nos preguntamos ¿Cómo y qué van hacer (los
políticos de hoy), para obtener los remedios de los males en un país
prácticamente en Guerra?
Para empezar la pobreza, no
es una cuestión de deficiente, poco, casi nada o nada de bienestar (así se
manifiesta), pero la pobreza es la incapacidad para conseguir bienestar, debido
a la ausencia de medios para lograrlo (responsabilidad del gobierno
proporcionarlos). Así que no es posible que los actores políticos, puedan
valorar tan alto la vorágine demagógica de sus propuestas, iniciativas, reformas,
etc., sin tener en cuenta sus efectos, porque es una hipocresía, una mentira,
una maldad y una inmoralidad.
Con todo respeto, no hay mejor indicador de que un
gobierno ha fracasado o está fracasando en su gestión, que cuando la avalancha
humana los bombardea con marchas, plantones, reclamos; miles de peticiones; y
cada acción de rebeldía, cada petición representa una frustración, una
necesidad y un problema que el gobierno, sus instituciones, sus funcionarios y
el erario público (incorrectamente aplicado), no han podido y tal vez no puedan
resolver.
Por eso no deben quitar el ojo del reglón, en el que la sociedad, el pueblo
cuando padece hambre y miseria, cuando el analfabetismo y la ignorancia cierran
las puertas para obtener un ingreso suficiente y digno, cuando se han
debilitado los soportes que ofrece la fuerza física y moral, muchas personas,
viejas o jóvenes, hombres y mujeres, ceden a la tentación del llamado del
narcotráfico, o crimen organizado.
Entonces, quizá el pueblo verá su vida cómoda y con medianas o buenas
ganancias, pero habrán caído en una nueva y cruel servidumbre, y quedarán
atrapados para siempre por la red del narco- terror, y del comercio de la
muerte.
Los narcotraficantes, son individuos en grupos que integran una red –perfectamente
bien organizada- (tal como su nombre lo dice), que cuentan con el poder del
dinero, las armas y en muchas ocasiones con la complicidad de (algunas)
autoridades.
El crimen organizado llega a concentrar tanto poder, que fácilmente superan
la capacidad de resistencia de personas o grupos, y en algunos países hasta de
los gobernantes. Su móvil es el lucro y han encontrado increíblemente la
fórmula –mágica- de multiplicar rápidamente el dinero y el poder.
Los narcotraficantes son el producto de un mundo que aplaude a quien
triunfa en los negocios sin importar los medios; y cuando se aplaude a quien
gana aunque sea robando; por qué no aplaudir a quien –se gana la vida-, a costa
de la salud y la vida de otros, esos otros que las autoridades, los gobiernos y
al fin tantas veces la sociedad, no quieren ver.
Y así surgen los nuevos amos, los nuevos dueños de la necesidad de la gente
que nada tiene y que al final, nada pierde. Los amos, que con los atentados,
secuestros, crímenes, y masacres, rompen el tejido social y crean un ambiente
de terror e inseguridad, como el que estamos viviendo en México.
Estas organizaciones sembradoras del pánico, ya (sin exagerar) son dueños
de un alto porcentaje de la población del país, que con su liderazgo económico,
político y social han llegado a construir una nueva forma, un nuevo estilo de
poder en México, y en muchos países (quizá demasiados).
Cuando se tiene muy poco, o no se tiene casi nada, o nada, se busca un
escape de la miseria, pero cuando se vive en la abundancia, también el
aburrimiento, el hartazgo y el hastío, empuja a ser humano a buscar nuevas
formas de poder y de placer. O cuando en suma no se le encuentra sentido a la
existencia por cualquier motivo, muchas veces las personas infortunadamente se
introducen al laberinto del narcotráfico, que es un callejón sin salida. ¡Vale
la pena reflexionarlo!
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