miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL COMERCIO DE LA MUERTE




 
EL COMERCIO DE LA MUERTE

Luz María Sánchez Rovirosa

“Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera engañar encontrará a quien le permita ser engañado”. Maquiavelo.

Mientras tanto llega el momento del cambio verdadero, escuchamos una y otra vez al presidente, gobernadores, alcaldes, legisladores, líderes, etc., que llegó la hora del empleo para todos, economía sustentable, desarrollo humano, igualdad de oportunidades, democracia, transparencia, seguridad ciudadana, prevención del delito, gobierno con rostro humano, puertas abiertas, gobierno sensible, atención al reclamo social histórico, palabra de mujer, becas, medicinas, seguridad social, no vender nuestro patrimonio nacional, no más muertes relacionadas con la pobreza, esperanza, transformación, apoyo al campo, desarrollo urbano, agua potable, etc. Nos preguntamos ¿Cómo y qué van hacer (los políticos de hoy), para obtener los remedios de los males en un país prácticamente en Guerra?

Para empezar la pobreza, no es una cuestión de deficiente, poco, casi nada o nada de bienestar (así se manifiesta), pero la pobreza es la incapacidad para conseguir bienestar, debido a la ausencia de medios para lograrlo (responsabilidad del gobierno proporcionarlos). Así que no es posible que los actores políticos, puedan valorar tan alto la vorágine demagógica de sus propuestas, iniciativas, reformas, etc., sin tener en cuenta sus efectos, porque es una hipocresía, una mentira, una maldad y una inmoralidad.

Con todo respeto, no hay mejor indicador de que un gobierno ha fracasado o está fracasando en su gestión, que cuando la avalancha humana los bombardea con marchas, plantones, reclamos; miles de peticiones; y cada acción de rebeldía, cada petición representa una frustración, una necesidad y un problema que el gobierno, sus instituciones, sus funcionarios y el erario público (incorrectamente aplicado), no han podido y tal vez no puedan resolver.

Por eso no deben quitar el ojo del reglón, en el que la sociedad, el pueblo cuando padece hambre y miseria, cuando el analfabetismo y la ignorancia cierran las puertas para obtener un ingreso suficiente y digno, cuando se han debilitado los soportes que ofrece la fuerza física y moral, muchas personas, viejas o jóvenes, hombres y mujeres, ceden a la tentación del llamado del narcotráfico, o crimen organizado.

Entonces, quizá el pueblo verá su vida cómoda y con medianas o buenas ganancias, pero habrán caído en una nueva y cruel servidumbre, y quedarán atrapados para siempre por la red del narco- terror, y del comercio de la muerte.

Los narcotraficantes, son individuos en grupos que integran una red –perfectamente bien organizada- (tal como su nombre lo dice), que cuentan con el poder del dinero, las armas y en muchas ocasiones con la complicidad de (algunas) autoridades.

El crimen organizado llega a concentrar tanto poder, que fácilmente superan la capacidad de resistencia de personas o grupos, y en algunos países hasta de los gobernantes. Su móvil es el lucro y han encontrado increíblemente la fórmula –mágica- de multiplicar rápidamente el dinero y el poder.

Los narcotraficantes son el producto de un mundo que aplaude a quien triunfa en los negocios sin importar los medios; y cuando se aplaude a quien gana aunque sea robando; por qué no aplaudir a quien –se gana la vida-, a costa de la salud y la vida de otros, esos otros que las autoridades, los gobiernos y al fin tantas veces la sociedad, no quieren ver.

Y así surgen los nuevos amos, los nuevos dueños de la necesidad de la gente que nada tiene y que al final, nada pierde. Los amos, que con los atentados, secuestros, crímenes, y masacres, rompen el tejido social y crean un ambiente de terror e inseguridad, como el que estamos viviendo en México.

Estas organizaciones sembradoras del pánico, ya (sin exagerar) son dueños de un alto porcentaje de la población del país, que con su liderazgo económico, político y social han llegado a construir una nueva forma, un nuevo estilo de poder en México, y en muchos países (quizá demasiados).

Cuando se tiene muy poco, o no se tiene casi nada, o nada, se busca un escape de la miseria, pero cuando se vive en la abundancia, también el aburrimiento, el hartazgo y el hastío, empuja a ser humano a buscar nuevas formas de poder y de placer. O cuando en suma no se le encuentra sentido a la existencia por cualquier motivo, muchas veces las personas infortunadamente se introducen al laberinto del narcotráfico, que es un callejón sin salida. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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