jueves, 18 de septiembre de 2014

¿LOS DE ABAJO?





¿LOS DE ABAJO?

Luz María Sánchez Rovirosa

 

“No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo” Francisco de Quevedo.

 

La violación de la intimidad, de la dignidad y del respeto a la persona y a su vida, es una de las manifestaciones del sombrío panorama que cada mañana, cerrando los ojos dejamos pasar.

Una de las más dolorosas pérdidas de nuestra época, a pesar de ser increíble en tecnología, en avances de la ciencia y en confort; es la creciente ausencia del sentido de lo humano con sus inevitables consecuencias, como la incapacidad de compasión, el egoísmo y la desconfianza en los demás.

Desafortunadamente las imágenes o escenas que se repiten hasta el cansancio, siempre terminan por perder su efecto, y así habituados a ver tanta corrupción, tantos abusos, tantas violaciones a los derechos humanos; tantos crímenes, secuestros, decapitados, desaparecidos, ejecutados; tanta injusticia y tanta impunidad, terminamos por acostumbrarnos, tanto así, que muchas veces podemos ser testigos de las desgracias íntimas y del infortunio de los demás y quedarnos sumidos tal vez por conveniencia, por no meternos en problemas o por muchas razones más, en una patética insensibilidad.

Sale a colación esta breve reflexión, ya que el pasado 15 del presente, día que se conmemora la Independencia de México sobre el yugo de los españoles (con el famoso remix del Grito de Dolores); se dio un hecho inédito, previo a la ceremonia en La Plaza de la Constitución (Zócalo del Distrito Federal).

 Dada la fuerte inseguridad (que permea por todo el país), los protocolos de seguridad para acceder a la plancha del Zócalo y disfrutar del espectáculo, fueron “tan” categóricos, que se explayaron hasta llegar al cateo (manoseo) del –cuerpo policiaco-, hacia los cuerpecitos de los niños asistentes (increíblemente con la venia de sus –padres-); que a todas luces resalta, que no fue una medida ni correcta, ni legal.

México desafortunadamente tiene perfil, como uno de los países en los que más violencia se ejerce contra los niños, niñas y adolescentes y, que pese a las altas cifras de violaciones a los derechos de esta población, aun no existe un sistema integral de protección a la infancia como un fin superior, tal como lo exige –La Convención Mundial sobre los Derechos de los Niños-, la cual cuenta (entre muchos países) con la ratificación de México.

Y uno se pregunta ¿Qué estarían buscando los elementos de la policía y la –egregia- gendarmería, entre las prendas (hasta las íntimas) y las carreolas de los niños? La respuesta es obvia, nada que pudiera quebrantar la paz pública o la paz del balcón de -los de arriba-.

Y hablando de “los de arriba”, “Los de Abajo” de Mariano Azuela, es una novela situada en los albores de la Revolución Mexicana, “en un momento de confusión, de heroísmo ciego, de pasión desenfrenada” (Introducción a de la novela, por Antonio Castro Leal); y cuenta la historia de Demetrio Macías (protagonista), cabecilla de una veintena de hombres, que habían huido a las montañas asediados por los federales, y que a lo largo de la novela va adquiriendo mayor poder.

En la historia, Mariano Azuela juega con el título de su novela “Los de abajo”; quienes podrían identificarse con los pobres, los marginados, los exiliados, las autodefensas o los revolucionarios, los cuales curiosamente se encuentran ubicados arriba, en las montañas, desde donde pueden ver a los federales como juguetes; pero los federales, no los pueden ver a ellos.

Para Dios todos somos iguales, con los mismos derechos y los mismos deberes. Exactamente para el Ejecutivo ¿cuál será la diferencia entre los de arriba y los de abajo? ¿Será la jerarquía laboral? ¿Será entre inteligentes y tontos? ¿Capaces o incapaces? ¿Entre políticos o comunes y corrientes? ¿Será entre santos y laicos? ¿Entre moros y cristianos? O la cuestión será ¿entre ricos y pobres?   

No es de sabios menospreciar, la soberbia no conduce a nada bueno. Con todo respeto, creo que el gobierno tiene que buscar y encontrar su brújula lo antes posible, no vaya a ser que los de abajo, los estén mirando desde arriba. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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