miércoles, 22 de julio de 2015

¿ARMONÍA O BARBARIE?






¿ARMONÍA O BARBARIE?

Luz María Sánchez Rovirosa

“Estamos en este mundo para convivir en armonía. Quienes lo saben no luchan entre sí.” Buda

 

¿Qué nos sucedió? ¿Cuándo nos sucedió? ¿Por qué nos sucedió? Es la pregunta que nos hacemos la mayoría de los mexicanos, al ser testigos y muchas veces parte de toda esta violencia desatada, de la injusticia social, de todo este miedo y de esta angustia que nos está consumiendo.

En un lugar tan delicado como lo es el estado de Guerrero, con los hechos sangrientos de violencia rebasada y hecho un desastre ¿cómo aguantaremos seguir sobreviviendo, con un gobierno tan –dogmático- como el del gobernador improvisado Rogelio Ortega Martínez?

Suficiente tiempo hemos tenido desde las pasadas administraciones, hasta los graves acontecimientos de hoy en día, para percatarnos de que éste es un gobierno ausente, un gobierno insensible a la desgracia humana; un gobierno que por supuesto no es tolerante, que minimiza; un gobierno totalmente inclinado a procurar el bienestar personal; un gobierno prematuramente aburrido de la gente y sus problemas. En fin, un gobierno desatento de sus obligaciones, del desorden y del dolor ajeno.

Hoy ante la barbarie que carcome el estado, existe un fuerte sentimiento que provoca desconfianza, irritación y hartazgo, motivado por el desencanto ante las enormes expectativas y los pobres resultados, por el hastío hacia la partidocracia y sus políticos arribistas, que nos arrebatan las oportunidades por el escándalo de la corrupción y la impunidad; por el dispendio en gastos inútiles cuando hay tanta necesidad; por la ausencia de propuestas reales que por supuesto sabemos, no se cumplirían.

Ante las alarmantes declaraciones del gobernador Rogelio Ortega Martínez en reiteradas ocasiones, acerca de entregar a su sucesor Héctor Astudillo Flores, un estado “en armonía y paz”; el día de ayer (después de la barbarie de Chilpancingo), vuelve a decir, que para el tramo que le queda como gobernador, -seguirá trabajando en la ruta de la armonía-.

Hablar, pero sobre todo vivir y convivir en armonía, se sustenta en la autenticidad de condiciones sociales y económicas justas. Sin ellas, desafortunadamente, el anhelo de vivir en armonía, puede ser utilizado para preservar dolorosas situaciones de injusticia, como en este caso.

La armonía y la paz no pueden nunca tolerar la injusticia, ni ignorar cambios sociales lamentables; por el contrario, para preservar la armonía y alcanzar la paz, se debe encarar con sabiduría, coraje y honestidad, aquello que genera la desunión, que agrava los antagonismos, y que promueve todo tipo de violencia física o moral.

Pero este caos, no solo es problema de autoridades y funcionarios advenedizos, incapaces, corruptos y negligentes. Lo es también de una sociedad que descuida (sin justificación) la política de su país, de su estado, de su municipio e incluso de su comunidad; una sociedad que siempre está en peligro, pues en lugar de avanzar hacia una vida digna para todos sin excepción, camina hacia la barbarie, en la cual a casi nadie le importa el prójimo, ni tampoco le importan las leyes, la seguridad pública y social, el desarrollo, la educación, la cultura, el medio ambiente, el trabajo, las libertades, los derechos y los deberes, en suma, no le importa la convivencia auténticamente humana y por ende armónica siempre encaminada hacia el bienestar común.

Barbarie es la actuación, la actitud, el estado o la condición de quien habla un lenguaje (incluyendo el corporal), absolutamente contrario al de las exigencias morales, de la ley, la honestidad, de la armonía, de la paz y de la realidad humana.

Entonces podemos entender que quien practica la barbarie, no son simplemente los que violan el orden; sino quienes llegan a extremos de maldad, que los hacen parecer desprovistos de la condición humana.

Y uno aterrado y atónito se pregunta: ¿Quién o quiénes hacen más daño al mundo? ¿Los que se acomodan frente a la -perversidad refinada- y desde allí pisotean al hombre con los mejores modos, casi sin mancharse por la “exquisita” corrupción que ejercen? ¿O quienes desde la opulencia se manifiestan indiferentes a las víctimas sobre las cuales se alzan; pero que sin duda alguna asumen el papel de buenos, y son legitimados por sus roedores y hambrientos vasallos? ¿O la figura de los llamados bárbaros, que sin justificación por la violencia de su actuar, arrasan sin miramientos lo que a su paso encuentran, para tratar de desnudar a los hediondos tiranos y avanzar hacia la historia? ¡Vale la pena reflexionarlo!

 

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