miércoles, 29 de julio de 2015

¡ZOMBIS!





¡ZOMBIS!

Luz María Sánchez Rovirosa

“Lo que los ojos ven y los oídos oyen, la mente piensa”. Houdini

¿Hubo alguna época en la cual la economía fuera pensada para el bien común, después de los terribles tiempos sociales, políticos y económicos, que se produjeron durante la Revolución Mexicana, y de los movimientos sociales posteriores a la elaboración (antes de ser –mal parchada-) de nuestra última Carta Magna en 1917?

Porque hoy, con una clase media con aproximadamente 200 por ciento menos (o nulo) poder adquisitivo que hace 40 años; con millones de campesinos y millones de personas en la pobreza y en la miseria; con millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis); con una economía que difícilmente crece; con una tasa de desempleo alarmante y deslizándose cada día más; con un salario mínimo que no aumenta y no ayuda, pero sí humilla, y con una inflación que nos estrangula, podemos preguntarnos, conservando todas las proporciones sensatas: ¿estamos mejor que hace 40 o 60 años? “La respuesta está en el viento”.

Cómo sociedad participativa ¿qué podremos o qué nos corresponde hacer para lograr sacar a México (en este caso), al estado de Guerrero y especialmente al municipio de Acapulco, del atraso, la pobreza, la marginación social, política y económica, de la corrupción, de la violencia e inseguridad en la que se encuentran sumidos actualmente?

Hablar de mexicanos, de guerrerenses y de acapulqueños participativos, estoy convencida que sería lo óptimo, lo ideal y lo correcto, si el gobierno lo permitiera y si la ciudadanía que sintiéndose tomada en cuenta, no se politizara. Por supuesto, sería nuestra gran ilusión. Pero como desafortunadamente esto es cada día más difícil (por no decir imposible), hoy en la medianía del 2015, ¿de qué hablaríamos: de conformismo, de sumisión o de ilusionismo?

La ilusión es la esperanza puesta en alguna cosa positiva, como un sueño, un sentimiento de alegría, en un proyecto que de verdad deseamos que se realice, que se cumpla. Y la ilusión óptica (ilusionismo), es una imagen mental engañosa provocada por la imaginación o por la interpretación errónea de lo que perciben los sentidos. Muy diferentes, pero al fin, ambas son ilusiones.

Las comparaciones con el pasado (para algunas personas), con el convencimiento de que cualquier época anterior fue mejor; quizá no sea lo más sano, sin embargo, igual pero de atrás para adelante ya lo reza el refrán que dice: “nunca segundas partes fueron mejores”.

Así que de vez en cuando, hablando de nuestras ilusiones o del ilusionismo político, específicamente en este caso que nos atrae, es decir, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), no hay más remedio que cotejar y reconocer que en estos tiempos con tecnología tan avanzada y en contraposición a otros que ya son historia, es tan lamentable e inconcebible, que se cometan las mismas barbaridades, injusticias, esclavitudes; que se protagonicen salvajadas macabras, robos, engaños, delitos y tonterías igual que antes, pero que hoy tristemente vienen disfrazadas de “buen gusto y sofisticación”. 

Claro ejemplo de una –ilusión disfrazada-, o ilusionismo, son las tan cacaraqueadas -reformas estructurales-; aprobadas durante el primer año de gobierno del retorno del PRI (después de 12 años con el PAN); y que fueron un anticipo de lo que se nos ha venido encima -para siempre amén-, en este extraño y perverso experimento del “nuevo PRI”.

Pero después de casi ochenta años de –lujuria política-, y dos envilecidas épocas de transición (¿?), en la actualidad, con el PRI nuevamente encaramado en la -silla pinal-; el cambio, la democracia y toda ilusión, es un lujo que hoy no nos podemos dar, porque no ha lugar a la participación natural y cívica de la gente, ya que el ilusionismo político que tan bien maneja este gobierno, nos está volviendo en “zombis”.

El progreso no se lleva bien con el mal gobierno y este es el tiempo que nos tocó vivir. Falta de buen gobierno, falta de ética, de moral, de valores, de dignidad, de honestidad, de humildad, de humanidad. Falta de preparación, de estudios, de cultura, pero curiosamente no de imaginación.

¿Será posible que no exista alguna manera para que volvamos a ilusionarnos para que la democracia nos gobierne y no para que, como –muertos vivientes-, nos someta el ilusionismo político? ¡Vale la pena reflexionarlo!

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