ABC,
78 MESES
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Frente a la dificultad y a
la tragedia, siempre puedo elegir interpretar lo que me sucede como una
desgracia, como un desafío, como una catástrofe y transformarme en víctima; o
puedo mirarlo (después de subir la espiral de la aceptación), como una
oportunidad de crecer y transformarme en protagonista de un verdadero cambio
para ayudar a los demás”.
78 meses se cumplieron de la
más grave tragedia infantil de México. Por si no lo recuerdan, este hecho sucedió
en Hermosillo, cuando un incendio provocado (¿?) en una bodega propiedad de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público del Gobierno de Sonora, se propagó
hasta las instalaciones de la Guardería ABC, estancia infantil subrogada por el
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) a particulares; siniestro en el
cual, perdieron la vida 49 niños (entre seis meses y cuatro años) y más de
sesenta pequeños quedaron con heridas y quemaduras muy delicadas, que hoy son
marcas indelebles de un profundo dolor y una gran injusticia.
En aquellos momentos y con las
primeras indagaciones (que por parte del gobierno hasta allí llegaron),
arrojaron de inmediato que la guardería carecía de salidas de emergencia, no
contaba con extinguidores y prácticamente no cumplía con las normas básicas y
obligatorias de seguridad para este (y cualquier) tipo de instalaciones que
brindan servicios a la comunidad.
Y desde entonces año tras
año; desde aquel día de horror, personas y grupos se solidarizan con los padres
de los pequeños y se manifiestan por medio de marchas, pancartas, velas
encendidas, globos volando al cielo, ayunos, cantos, y por supuesto muchas
lágrimas de dolor, de ese dolor que se guarda en el silencio de los inocentes.
Esta rebeldía atrapada, de un
pueblo mudo por el temor a la censura y a la represión por decir lo que siente
y lo que piensa, un pueblo que no se puede armar de valor y tomar el lugar que
le corresponde; ese mismo lugar en igualdad, desde donde los poderosos, los que
mandan, los que deciden; nos señalan, nos humillan y nos desdeñan, y no hay
algo más triste, que ver el poder, la ambición, la impunidad, la soberbia y el
desinterés, por encima de la moral y la agonía.
Mientras el pueblo (no
escogido) sufre y sufre mucho, también cada día va perdiendo más la confianza
en los gobernantes, en quienes legislan nuestros tormentos (las leyes) y en
quienes las imparten; porque la confianza es un privilegio que se gana, que se
fortalece con actos de honestidad, congruencia y generosidad y cuando se pierde
porque la dignidad ha sido consuetudinariamente mancillada, es muy difícil
recuperarla.
La indignación argumentada y
la desconfianza de las personas que han sufrido tragedias con sus seres
queridos como Ayotzinapa, los secuestrados, asesinados y desaparecidos (por
causa de la indiferencia, la incapacidad, la impunidad y de la injusticia
gubernamental), y los grupos sociales que apoyan estas causas, tienen y deben
seguir avanzando sin tropezar, hacia el reclamo de lo que les pertenece: la
justicia.
La tragedia de Hermosillo ha
provocado duelo y rabia, y no hay nada que apacigüe ni el sufrimiento, ni la
furia reprimida de los padres, familiares y amigos de los pequeños, que año con
año recorren las calles cargando las fotografías, los recuerdos, la impotencia,
la impunidad, la injusticia, y eternamente las preguntas sin respuestas.
Cansados y con la paciencia
impuesta por las circunstancias, estos padres han visto desfilar a todos los
involucrados en el asesinato y daños irreparables de sus hijos, que aun cuando
han sido señalados de responsabilidad por la justicia; ella misma, les ha
permitido caminar impunes hacia nuevos horizontes de privilegios, sin que nada
ni nadie los detenga.
Que confortable resulta esto
para los que mandan, para los que apabullan, para los que abusan, para los que
explotan. Qué fácil es encadenar las manos y los pies de la humanidad, con la
anuencia de la prudencia.
Más en este caso, quizá existe
la prudencia, pero no las ataduras (ni existirán), y vale la pena reflexionar
que tantas lágrimas derramadas, nunca serán suficientes para devolverles a sus
hijos; pero si harán que el horror que sufrieron (hasta la muerte), no les pase
a los de los demás.
Una de las lecciones que nos
deja la tragedia de la Guardería ABC, es que el cuidado de los inmuebles de
estancias, guarderías, asilos, casas de reposo, escuelas, etc., en buen estado,
no sea solo para los privilegiados, y ese es uno de los más graves problemas de
la “nueva” Reforma Educativa ¿Cómo van a evaluar y exigirle a los maestros una
docencia de calidad, si no tienen ni lo indispensable que requiere la
enseñanza.
-El delito de asesinato- de
la Guardería ABC, prescribió a los cinco años, y hoy ya nada hay que perseguir
legalmente; pero sí, a los demonios que seguramente tendrán en su conciencia,
al no poder apagar –el silencio de los inocentes-; de estos pequeños que no se
merecían ser víctimas de una aberrante, impune e injusta tragedia permitida.
¡Vale la pena reflexionarlo!
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