ELECCIONES
EN TODO MÉXICO
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Quien reconoce sus fallos, será más
sabio”.
La política en México como
una forma de actividad social, primordialmente y por sobre todas las cosas
tiene (porque a muchos mantiene) ese espectáculo que aturde las neuronas, es
decir, las campañas y las elecciones.
Los procesos electorales,
son ese circo itinerante que durante toda nuestra vida y durante día y noche, a
través de todos los medios, taladra nuestra integridad y nuestra dignidad, mediante
noticias impregnadas de signos cada vez más irrespetuosos y de mentiras cada
vez más perdidas entre el trasfondo de la realidad.
Hoy cuatro estados del país (y
el resto en preocupante expectativa), se encuentran inmersos en este círculo
vicioso, que es lo único que los políticos ambiciosos de poder saben hacer, las
falsas promesas.
Esos insanos y repetitivos mensajes,
signos y símbolos, con sus variadas inclinaciones alusivas a ponernos sobre la
mesa toda clase de fantasías, sin importarles fomentar en el pueblo una
esperanza que cautiva pero que esclaviza, y que no le permite decidir libre y
correctamente qué partido y quiénes queremos que nos gobiernen.
Así que para variar, hoy el
Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz se encuentran de frente no a un
proceso electoral (ya muy próximo), sino a un verdadero espectáculo de payasos
y sus payasadas, con claras repercusiones negativas tanto en lo político,
social, económico y emocionalmente para la población de “todo México”.
Y la muestra es el
señalamiento y alerta que Banxico (Banco de México) hace a las autoridades de
la Fepade (Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales),
para que se realice una investigación a fondo a los candidatos a gobernadores,
por la presunta utilización de fuertes cantidades de dinero de procedencia
ilícita; durante las campañas rumbo a la elección del 4 de junio. Empezamos
mal.
Pero vamos a enfocarnos en
el Estado de México, el más grande y más poblado del país, donde durante más de
80 años el PRI ha tenido el control del gobierno; mediante la brutal y
escandalosa compra de votos obviamente con el dinero del pueblo (uso ilegal del
erario) y en el caso que nos ocupa, el coloquialmente llamado “dinero mal
habido”.
Pero lo más preocupante que
ocurre en las elecciones del Estado de México, es que el resultado de esta contienda
estatal, se considera como el preámbulo del premio mayor, es decir, la
construcción (sin vergüenza) del trampolín desde el cual, este nefasto y
corrupto partido (PRI), se lanzará para zambullirse directo en las aguas de Los
Pinos, tal y como sucedió con Enrique Peña Nieto en el 2012.
Desafortunadamente para
ellos, afortunadamente para México en estos momentos, el Revolucionario
Institucional tiene una inmensa desventaja que pone en “peligro la tradición
ancestral”, y es que remar con la dramática impopularidad del presidente
vigente, es un tremendo reto para los desenfrenados y desatinados planes del
PRI, para conservar el poder en el Estado de México y en la presidencia de la república.
Por el momento los
inconvenientes del PRI, la endeble estrategia del PAN y la anémica presencia de
lo que queda del PRD; pareciera que (indirectamente) han beneficiado a la
candidata de Morena, Delfina Gómez Álvarez, quien lidera las preferencias (en
algunas encuestas).
Y así las cosas electorales, forzosamente
tenemos que voltear hacia el pasado y en un breve recordatorio reflexionar al
por qué en aquel sorprendente año 2000, la gran mayoría de los mexicanos votamos
por el PAN.
La razón no fue porque el
“blanquiazul” tuviera la mejor opción (y eso se comprobó lamentablemente), sino
que simple y sencillamente el cambio se dio por sacar al PRI de Los Pinos.
La pregunta obligada es: ¿Si
en aquel vergonzoso ayer, el PRI gobernaba peor que ahora? La realidad actualmente
sigue siendo la misma: corrupción, injusticia, violencia e impunidad. Escuetamente
la gente estaba harta de un partido “muy experimentado para gobernar”, pero solo
para su grupo de amigos, familiares, compadres o para los lambiscones, pero nunca
para el pueblo. A elegir los que obligatoriamente tienen que elegir, pero con cuidado
y con mesura. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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