miércoles, 19 de julio de 2017

EN EL BANQUILLO DE LA IGNOMINIA




EN EL BANQUILLO DE LA IGNOMINIA


Luz María Sánchez Rovirosa





México se encuentra al borde del precipicio, específicamente hoy frente a un grave fenómeno político y social (del que somos testigos y afectados), plasmado en una visible decadencia de valores por diferentes motivos, que indican que estamos completamente descalificados ante el mundo; y ante lo cual, no vemos en el horizonte medidas de corrección.

Por supuesto que la “desconcertante” extradición y el inicio del juicio por El Sistema Acusatorio Penal (“nueva modalidad”), del cuestionado y peligroso ex gobernador de Veracruz, y a decir del presidente Enrique Peña Nieto “joven y distinguido integrante de la dinastía del nuevo PRI, Javier Duarte de Ochoa”: es obligado.

La mayoría de los mexicanos, especialmente los “jarochos” (nativos de Veracruz), sabemos perfectamente bien, quién es y qué hizo este nefasto sujeto, cautivo de una etiología psiquiátrica (locura) de la que sin ningún empacho ni inhibición, hace gala.

Duarte de Ochoa “gobernó” el estado de Veracruz, hasta el pasado mes de octubre, abanderado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI); y él y sus secretarios han sido señalados de haberse robado el presupuesto de casi todas las dependencias en la gestión de su administración. 
En un país como México, donde la corrupción pública es generalizada y eterna; lo que los ciudadanos inevitablemente nos podemos esperar, es que las denuncias imputadas a los “políticos” no prosperen; y entonces nos preguntamos ¿Realmente le interesa al gobierno que preside Peña Nieto combatir la corrupción?

Con la reciente Reforma en este rubro; de hoy en adelante los “principios” del Sistema Acusatorio Penal, ya son los que rigen todo proceso de esta índole, “supuestamente” buscando eficacia, rapidez, mejores resultados, satisfacción ciudadana; pero sobre todo para garantizar los derechos de ambas partes en un debido proceso que salvaguardará el orden jurídico, garantizará la verdad, la justicia y la reparación del daño.

Hoy Javier Duarte de Ochoa está sentado en el banquillo de los acusados o mejor dicho “en el banquillo de la ignominia”, prácticamente estrenando con “bombos y platillos” dicho sistema (por cierto bastante conveniente para él); y aun cuando no se le vio con la “cara” ataviada con su tenebrosa y burlona sonrisa; su expresión corporal y lingüística, nos deja ver claramente a un ente intocable (protegido).

El Sistema Acusatorio Penal es un procedimiento, en el cual las partes: fiscalía y defensa (ministerio público, víctima y acusado), se enfrentan en igualdad de oportunidades ante un juez (que se supone imparcial), el cual con base en las pruebas y argumentos de los involucrados, decide si se condena o se absuelve. Las pruebas y argumentos (incluyendo los alegatos de los testigos), se presentan ante el juez de manera oral, con el fin de convencerlo sobre sus posiciones.

Hoy ante su burda y chocante presentación en “el juicio” (inicial), nos enfrentamos a la ya conocida puesta en escena, con innumerables capítulos llenos de cinismo, mentiras, humillaciones, miedo y zozobra. Y así fue como el primer “Round” estuvo lleno de inconsistencias en los señalamientos de la PGR, a tal grado, que el juez señaló a los fiscales de exponer datos “incongruentes”, con cifras que a las luces se contradicen.

La expresión y las palabras de Duarte son un contundente y desolador mensaje para México. “El poderoso” puede reír y burlarse de la ley aún atrapado, y lucir como si nunca hubiera hecho nada; teniendo la certeza de que sin importar las pruebas, terminará por salirse con la suya.

Y así es como una vez más, el gobierno “del nuevo PRI” de Peña Nieto, se burla de un pueblo ya tan manipulado por perturbadoras y fantasiosas ofertas y sucios y peligrosos regalos de campaña (tortas rancias, jamón descompuesto, arroz y huevos acedos) y otras porquerías, que pronto tendrán saturado a un México, que obstinadamente no quiere entender, que debemos tener más cuidado y más dignidad al escoger (de cualquier partido) a quien nos gobierne. ¡Vale la pena reflexionarlo!


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