¡RE-EVOLUCIÓN
A LA INJUSTICIA!
Luz
María Sánchez Rovirosa
“Si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una
injusticia en el mundo, somos compañeros” Ernesto Ché Guevara.
*Antes de iniciar el artículo, quiero externar mi sentido pesar por los
trágicos acontecimientos que han afectado a miles de familias, por los fuertes
y peligrosos embates de la naturaleza, como son los recientes huracanes y el
terremoto sufrido en el sur de México. Lamentable.
Vamos a empezar mencionando la palabra “evolución”, que en el municipio de
Acapulco ha sido frecuentemente tomada como un “toque de distinción”, es decir,
como un añadido de “privilegio” al (segundo) nombre de pila del alcalde actual
del puerto Jesús Evodio Velázquez Aguirre para la ciudad y puerto que gobierna;
y que supone por consiguiente, el progreso y desarrollo económico, político y social
de dicho lugar.
Una breve nota de inicio al escrito, que servirá para narrar un desagradable
suceso en el cual estuvieron involucrados –servidores públicos-, que se supone acompañan
al presidente municipal Evodio Velázquez en el quehacer ¿evolutivo? de su
gobierno.
Concisamente les diré que el martes pasado, fuimos seriamente agredidas un
grupo de mujeres (en su mayoría) que asistimos al Parque de la Reina, a
ejercitarnos bailando Zumba.
Si el director de Ecología (a su decir) recién ungido en el puesto,
Christian Uriel Garnica San Román, consideró necesaria una visita al parque
para hacer un operativo contra el ruido (obviamente de la bocina de la música),
atendiendo la denuncia de los policías que ¿vigilan? el parque, y que arguyeron
que “el estridente sonido” (algo así, como de camión urbano en la Costera
Miguel Alemán), no les permitía escuchar sus llamadas en los radios de
comunicación, exactamente en su “guarida” que se ubica a bastantes metros del
lugar donde realizamos nuestro ejercicio diario ¿por qué permitió que dos
elementos de dicha policía estuvieran custodiando el lugar portando “sendas
ametralladoras” como si se hubiera cometido un delito?
El resultado es que el director de Ecología (para variar) le echó la bolita
y la responsabilidad (que es compartida) al jefe, capitán o lo que sea de la policía
turística (en minúscula), que está cuando no debe ni puede estar; y no está
cuando puede y debe estar, es decir, atendiendo los sucesos trágicos,
balaceras, violaciones, abusos, etc. como es su obligación; y no amedrentando y
violando Derechos Humanos a un grupo de señoras (muchas) que desde hace cinco
años acudimos a ese lugar, sin hacerle daño a nadie, y aclarando que los
parques son espacios públicos para el esparcimiento de la sociedad, que paga
los sueldos de los funcionarios públicos y anexas, con los tributos, fruto de
nuestro trabajo limpio y honesto.
Lo más grave, es que dicha decisión (a decir también del director Christian
Garnica), fue tomada sin el conocimiento del primer edil Evodio, pues señaló “que
por eso el alcalde delega responsabilidades”
Efectivamente está en lo correcto; a su gabinete o en su defecto a sus
caballeros de compañía para eso se les remunera, para que ¿unidos? cumplan
mejor su tarea de gobernar. Pero en este caso ¿no era importante avisarle al
alcalde que dicho operativo se realizaría con lujo de violencia “subliminal”
para amedrentar con ametralladoras (eso pensaron ellos) a un grupo de mujeres
tontas?
¿Misoginia, abuso, prepotencia, maldad, envidia, coraje, estupidez,
ignorancia, cobardía? Cualquiera de estos adjetivos calificativos, no
justifican la aberrante y errónea acción que realizaron el pasado martes, tanto
el director de Ecología municipal y cía., como los elementos de la policía
turística y su jefe (en minúscula, porque así son).
La herencia maldita que se supone dejaron los gobiernos anteriores y a la
que tanto acude Evodio para excusarse, era rescatable, pero cuando las cosas en
su gobierno se han vuelto tan complicadas, intrínsecas y fuera de control en el
cual, la inmensa corrupción, la impunidad, la violencia exacerbada, la
denigrante inseguridad, la conveniencia, el nepotismo, el cinismo y la
insensibilidad de esta administración, ha permitido que sus “adeptos” (vía
pagos, moches y chayotes), tengan la oportunidad de brincarse la delgada línea
que separa lo humano de lo inhumano.
Hay que
tener dignidad (y el estómago también la tiene), porque la justicia reclama su
lugar con cada uno de nosotros; en nuestras existencias, porque nunca un ser
humano, que sea humano, puede llegar a acostumbrarse a la injusticia, y porque
lo que es injusto para unos, nunca puede ser justo para los otros. ¡Vale la
pena reflexionarlo!
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