miércoles, 30 de agosto de 2017

EL ESCÁNDALO QUE MATA





EL ESCÁNDALO QUE MATA


Luz María Sánchez Rovirosa

“El primer signo de corrupción en una sociedad que todavía está viva, es el fin justifica los medios” G. Bernanos.


Para alcanzar una “madurez” política, los mexicanos debemos poner mucho cuidado en el significado de la palabra democracia; esto es importante, porque al elegir, debemos de tener cuidado en las propuestas (si es que existen), de cada uno de los hombres que se pelean el destino de nuestras vidas, y lo más curioso es que les pagamos para que esto suceda, incluyendo el dinero tirado a la basura.

Hablar de democracia es muy complicado; pero ya que la vida de los ciudadanos gira (obligadamente) alrededor del aspecto político; casi siempre por no decir siempre, estamos sumergidos en desgastantes (financieras y emocionales) campañas y elecciones; para elegir al presidente de la República, a los gobernadores, alcaldes, diputados federales y locales, senadores, comisarios, etcétera.

Lo grave y complicado de esta situación es, que por una u otra “campaña” para una u otra “elección”, un (cada día) más fuerte porcentaje de los recursos económicos se los llevan los partidos, mientras que los que son “designados” para obras sociales, es decir para la justicia del pueblo, no llegan a su destino.

Infortunadamente hoy más que nunca, estamos viviendo un sombrío fenómeno que nos presenta el patético panorama, de “unos” partidos políticos que han dejado de lado sus principios ideológicos, confundiendo y desorientando al pueblo y muchas veces a sus propios militantes, exponiendo con todo tipo de barbarie su único interés, que es el de buscar por cualquier medio los triunfos electorales y la ambición económica, de poder y de una desmedida vanidad personal; mientras que la vida del pueblo que les alimenta toda su inmundicia y ordinariez, pende del hilo de la injusticia que cada día es más delgado.

Aquí en nuestra entidad local, Guerrero y Acapulco esta situación no es excepción, por el contrario, es uno de los lugares más resentidos en la poca calidad de los “próceres” que nos tocan como gobernantes y de los que quieren llegar o repetir para ser gobernantes, y vemos como desde ahora mismo se mueven los engranes debajo de la mesa, planeando sus siniestras estrategias.

Y así nos vamos de paseo por todos los roñosos partidos y (hasta hoy) fantasmagóricos y badulaques independientes, que se perfilan malévolamente en nuestro horizonte con trilladas propuestas e insufribles “lemas” de informes de actividades, que se encarrilan más que a inventar que han hecho (¿?), a promoverse para las campañas de “destape” para las próximas elecciones; mientras que el ruido de la violencia, la pobreza y la injusticia de Guerrero y en este caso Acapulco, se convierte (ante todos los ojos) en un escándalo que mata.

Imposible hablar de democracia si se vive envuelto en la violencia, y en Guerrero y en Acapulco como en todo el país (más o menos), la violencia la sufrimos los desprotegidos en sus dos formas: física y psicológica, con el latente y grave peligro de enfrentarnos a ella en cualquier momento (mi solidaridad con Miguel Ángel Arrieta); o aún más peligroso, de acostumbrarnos a ella como una forma inevitable de vida, ante los escalofriantes y continuos episodios en los cuales algunas veces somos protagonistas, otras tantas testigos y otras más espectadores invisibles y silenciosos del miedo o de la conveniencia.

Hace un par de días el Washington Post en su rotativo, publicó un artículo en el cual pone al Puerto de Acapulco (otrora el paraíso que fue escenario de lo más lujoso del Jet Set internacional), como “La Capital del Crimen”, ya que se ha convertido en la ciudad más mortal de México, con un maratón de víctimas que han carcomido las colonias de la periferia, que rara vez visitan los turistas; pero sin que la zona “exclusiva” para la actividad más preciada del puerto, quede a salvo.

Para terminar, por hoy, a los aspirantes adelantados que inauguran calles (sin respaldo), que están dando informes de quehaceres que los ciudadanos (no comprados con una torta o despensas) no vemos; que ofrecen agua todos los días; que hacen reuniones con ciudadanos; que “Z”orramente y como víboras se están tratando nuevamente de meter en nuestras vidas, y que se nos presentan como sepulcros blanqueados por fuera, queriendo disimular la carroña y lo corrompido que guardan en su interior, aunque la fetidez que arrastran los delate.

 Y entonces estupefactos nos  preguntamos ¿Qué irán a hacer, para revertir esta fatal situación, o se pondrán a lloriquear con la cantaleta de que ese problema se lo heredaron sus antecesores? ¡Vale la pena reflexionarlo!    


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