jueves, 19 de octubre de 2017

¡REMEMBRANZA EN ROSA!


¡REMEMBRANZA EN ROSA!


Luz María Sánchez Rovirosa


“Gracias a la vida, que me ha dado tanto….” Violeta Parra.



¿Qué pasa por la mente de una mujer en el momento en que le dicen que tiene cáncer de mama?


Cuando uno escucha por primera vez la palabra cáncer asociada a un diagnóstico propio, y de pronto te enteras bien que lo tienes, suena a sentencia de muerte, y de verdad sientes que ves la muerte. Escuchar esa voz, es horrible, es como si el mundo se derrumbara frente a ti en un instante y de repente comienzas a girar en una espiral de dolor, y uno se pregunta ¿Pero yo qué hice? No es posible que esto me suceda a mí ¿Por qué? si todavía tengo ganas de vivir, si todavía necesito vivir.


Así en ocho días mi vida cambió. Simplemente estaba aterrada, sin fe, ni esperanza, sintiendo que tenía un enemigo dentro de mí, que podía llegar a causarme la muerte, y sin embargo ¿Con qué armas enfrentaría la terrible batalla si no sabía nada de él?


Trágica y desconcertada, empecé a lidiar con frases como “uno nunca sabe, disfruta lo que tienes hoy en día, ten fe y sólo concéntrate en que todo va a salir bien. Y de verdad fueron estos comentarios los que calaron mis sentimientos y me llevaron a pensar, que aceptar la incertidumbre de un pronóstico de vida no es nada fácil, pues yo hablaba en aquel entonces de vivir por lo menos 70 años, y en esos momentos, ni siquiera sabía si iba a seguir viviendo.


Esta experiencia marcó mi vida en un antes y un después, la que me llevó a tener un curso acelerado de extra madurez, la que me obligó a generar todo un replanteamiento de lo que yo hacía, de cómo era mi vida, de cómo me estaba proyectando y de lo que quería hacer conmigo misma, con mi familia, con mi entorno y con mi futuro. Así que parada en esa línea miré dos opciones: Vivir por lo que decían las estadísticas o vivir por las ganas de vivir; transformar mis pensamientos y mis sentimientos para no darle lástima a nadie; para decirme “yo puedo”, “soy capaz de lograrlo”, “voy a salir adelante” y créanme, tomé con infinita y profunda convicción la decisión de vivir y repetirme una y otra vez “YO TENGO CÁNCER, PERO EL CÁNCER NO ME TIENE A MI”.


Entendí cómo Dios me estaba dando la oportunidad de mirarme en un espejo para identificar que la esencia, ese ser maravilloso que hay dentro de cada persona, es la fe en Él, (como cada quien lo vea y lo sienta), esa fe que nos permite superar todo lo que nos proponemos; y así me di cuenta también, porque Dios es infinitamente bueno, que las únicas barreras que limitan nuestro propio crecimiento, son las que nos ponemos nosotros mismos.


Esta experiencia extrema, reafirmó mi seguridad y mi autoestima, de que lo importante no es la belleza externa, o un cuerpo delgado y perfecto o tu propiedad material; si no eres tú, en tu interior; y esa valía me ayudó a aceptar con gusto, aun cuando no sin sufrimiento y dolor, mi “nueva” imagen corporal momentánea: sin pelo, sin cejas ni pestañas, hinchada, ojerosa y amarilla; pero lo más importante es que me ayudó a sentirme completa y contenta sin la mitad de mi seno izquierdo. Aprendí a respetarme, a aceptarme y a quererme, por lo que yo soy.


Todos estos sentimientos, pero sobre todo, la seguridad de que Dios tenía como tantas otras veces sus ojos puestos en mi humilde persona y en ese momento en mi enfermedad, me permitió tener menos efectos negativos, ante los difíciles y dolorosos tratamientos que me realizaron durante muchos, muchos meses.


Por eso, cuando vuelvo la hoja atrás y examino lo que viví y lo que aprendí, doy gracias a la vida y recuerdo la mano extendida de mi esposo, de mis hijas, de mi nieta, de mi familia, de mi familia política, de mis amigos, de todas las personas que oraron con tanta fe y pidieron por mi salud y por mi vida, por tanto cariño y generosidad que encontré en mi alrededor, en mis médicos, su ética, en las personas que me apoyaron en los diferentes y difíciles procesos de rehabilitación. Sí Dios mi Padre “Gracias a la vida que me ha dado tanto”, pero sobre todo, “Gracias Dios mío” que me has dado tanto, para aprender y para crecer, para encontrar en tu amor, lo que nos hace grandes, para que los problemas se vuelvan chiquitos. Pero ante todo, esta gran lección, me enseñó a perdonar y a no tener resentimientos.



Hoy, no es la primera vez estoy frente a ustedes platicándoles mis vivencias del alma, y lo sigo haciendo porque estoy convencida, de que uno de los propósitos de mi vida es poder servir a los demás, compartiendo mis humildes conocimientos y mi experiencia, para decirles que: “El Cáncer de Mama detectado a tiempo, no es una sentencia de muerte, sino una oportunidad de renacer”. “Que no senos olvide” ¡Vale la pena reflexionarlo en rosa!

No hay comentarios:

Publicar un comentario