¿QUIÉN
PIERDE SIN EL AEROPUERTO?
Luz
María Sánchez Rovirosa
“La
libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”. George Orwel.
Doy
inicio a este artículo confiada en la Libertad de Expresión, que incluye la
libertad de palabra y de prensa, y que en nuestro país toma forma en nuestra
Carta Magna y en Los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos, los cuales
privilegian el que podamos expresar con respeto y con las limitantes que en
ellos vienen explícitas, nuestros sentimientos e inquietudes; nuestros acuerdos
y desacuerdos.
Hago
este breve preámbulo, ya que en un país como México políticamente alejado de la
realidad con una profunda crisis en todo lo largo y ancho de su geografía, los
meses que durarán las campañas, se nos antojan interminables; este tiempo en el
cual estamos siendo testigos amén de las muchas argucias de los “muchos”
candidatos, para alcanzar la sucesión y gobernar el país, vemos como tienen ya cautivos
a todos o casi a todos los habitantes de esta pródiga tierra mexicana, en una verdadera batalla campal como
nunca antes la había visto, ya que se ha perdido la esencia de ver (cada quien)
en nuestras preferencias (como debería de ser), principalmente la posible
solución a los problemas comunes, pero desafortunadamente, hay muchos otros que
solo ven la posible solución a sus ambiciones personales desatando el odio y
muchos más que están durmiendo en sus laureles, completamente ausentes y/o
alejados voluntariamente de este importante proceso democrático; a veces por
inercia, por cansancio y demasiadas veces por miedo.
Por
su parte los candidatos que están en busca del triunfo y luego el poder, se
mueven haciendo sus -estrategias políticas- con rebuscados planes que los
lleven al “trono mayor”; y hoy que casi, casi adivinamos (nada difícil) como se
seguirá dando la férrea contienda, todavía no estamos seguros si el pánico y la
rebeldía se llegará a apoderar (algún día) de este pueblo estático y
conformista, que todavía no alcanza a ver, cómo no se escatima la justicia y la
paz, con tal de conseguir el triunfo.
Dentro
de las muchas “peculiaridades” de este proceso electoral, uno de los que más me
ha llamado la atención, es el NAIM (Nuevo Aeropuerto Internacional de México) y
la amplísima intervención (en su construcción) del Ingeniero Carlos Slim Helú
(TELMEX), considerado (hay que investigar, cómo lo logró) uno de los “hombres
más ricos del mundo”.
No
voy a hablar sobre este difícil y delicado tema como experta, ya que por
supuesto no soy, pero investigando, leyendo, preguntando me he podido percatar
los intereses multimillonarios que esta obra les dejará tanto al gobierno de
Peña Nieto, como a Carlos Slim, familia, asociados y lo que se acumule.
La
fuerte molestia que la propuesta de suspender la construcción del nuevo
aeropuerto hecha por López Obrador, provocó en el gobierno, empresarios y
grupos importantes de personas adineradas o acomodadas, una polémica de grandes
dimensiones, que tenía que llegar hasta la cumbre de los más poderosos, los que
son casi dueños del país, es decir de Carlos Slim, familia y compañía.
Carlos
Slim tiene mucho dinero en juego en este ambicioso y desorbitado proyecto, por
lo complicado naturalmente del terreno. Él y su familia han ganado hasta el
momento el 68 por ciento del monto licitado para dicha construcción. Y hasta la
fecha se le han entregado contratos por alrededor de 140 mil millones de pesos.
De estos, tres contratos están (94 mil millones de pesos) en manos en una parte
del Grupo Carso Infraestructura (Cicsa) y el Despacho de Arquitectura de
Fernando Romero, de todos conocido como el esposo de su hija, es decir, su
yerno.
Uno
se pregunta ¿No es obvio que el señor Slim, brinque, salte con marometas contra
del candidato de Morena?
Con
toda conciencia meditemos sobre nuestro pasado y presente y reflexionemos en lo
que se avecina, así que a pensar muy bien, todavía hay tiempo de decidir qué
alternativas deseamos para nuestro quebrantado México. Continuar con la
barbarie política, el triunfalismo demagógico de las promesas incumplidas con
su colapso social o la exigencia de la renovación profunda en la libertad, la
honestidad, la justicia, la responsabilidad y la paz para todos por igual.
¡Vale la pena reflexionarlo!
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