miércoles, 18 de abril de 2018

¿QUIÉN PIERDE SIN EL AEROPUERTO?









¿QUIÉN PIERDE SIN EL AEROPUERTO?


Luz María Sánchez Rovirosa



“La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”. George Orwel.


Doy inicio a este artículo confiada en la Libertad de Expresión, que incluye la libertad de palabra y de prensa, y que en nuestro país toma forma en nuestra Carta Magna y en Los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos, los cuales privilegian el que podamos expresar con respeto y con las limitantes que en ellos vienen explícitas, nuestros sentimientos e inquietudes; nuestros acuerdos y desacuerdos.


Hago este breve preámbulo, ya que en un país como México políticamente alejado de la realidad con una profunda crisis en todo lo largo y ancho de su geografía, los meses que durarán las campañas, se nos antojan interminables; este tiempo en el cual estamos siendo testigos amén de las muchas argucias de los “muchos” candidatos, para alcanzar la sucesión y gobernar el país, vemos como tienen ya cautivos a todos o casi a todos los habitantes de esta pródiga tierra  mexicana, en una verdadera batalla campal como nunca antes la había visto, ya que se ha perdido la esencia de ver (cada quien) en nuestras preferencias (como debería de ser), principalmente la posible solución a los problemas comunes, pero desafortunadamente, hay muchos otros que solo ven la posible solución a sus ambiciones personales desatando el odio y muchos más que están durmiendo en sus laureles, completamente ausentes y/o alejados voluntariamente de este importante proceso democrático; a veces por inercia, por cansancio y demasiadas veces por miedo.


Por su parte los candidatos que están en busca del triunfo y luego el poder, se mueven haciendo sus -estrategias políticas- con rebuscados planes que los lleven al “trono mayor”; y hoy que casi, casi adivinamos (nada difícil) como se seguirá dando la férrea contienda, todavía no estamos seguros si el pánico y la rebeldía se llegará a apoderar (algún día) de este pueblo estático y conformista, que todavía no alcanza a ver, cómo no se escatima la justicia y la paz, con tal de conseguir el triunfo.

Dentro de las muchas “peculiaridades” de este proceso electoral, uno de los que más me ha llamado la atención, es el NAIM (Nuevo Aeropuerto Internacional de México) y la amplísima intervención (en su construcción) del Ingeniero Carlos Slim Helú (TELMEX), considerado (hay que investigar, cómo lo logró) uno de los “hombres más ricos del mundo”.

No voy a hablar sobre este difícil y delicado tema como experta, ya que por supuesto no soy, pero investigando, leyendo, preguntando me he podido percatar los intereses multimillonarios que esta obra les dejará tanto al gobierno de Peña Nieto, como a Carlos Slim, familia, asociados y lo que se acumule.

La fuerte molestia que la propuesta de suspender la construcción del nuevo aeropuerto hecha por López Obrador, provocó en el gobierno, empresarios y grupos importantes de personas adineradas o acomodadas, una polémica de grandes dimensiones, que tenía que llegar hasta la cumbre de los más poderosos, los que son casi dueños del país, es decir de Carlos Slim, familia y compañía.

Carlos Slim tiene mucho dinero en juego en este ambicioso y desorbitado proyecto, por lo complicado naturalmente del terreno. Él y su familia han ganado hasta el momento el 68 por ciento del monto licitado para dicha construcción. Y hasta la fecha se le han entregado contratos por alrededor de 140 mil millones de pesos. De estos, tres contratos están (94 mil millones de pesos) en manos en una parte del Grupo Carso Infraestructura (Cicsa) y el Despacho de Arquitectura de Fernando Romero, de todos conocido como el esposo de su hija, es decir, su yerno.

Uno se pregunta ¿No es obvio que el señor Slim, brinque, salte con marometas contra del candidato de Morena?

Con toda conciencia meditemos sobre nuestro pasado y presente y reflexionemos en lo que se avecina, así que a pensar muy bien, todavía hay tiempo de decidir qué alternativas deseamos para nuestro quebrantado México. Continuar con la barbarie política, el triunfalismo demagógico de las promesas incumplidas con su colapso social o la exigencia de la renovación profunda en la libertad, la honestidad, la justicia, la responsabilidad y la paz para todos por igual. ¡Vale la pena reflexionarlo!

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