LA TORRE DE BABEL
Luz
María Sánchez Rovirosa
“La información, tal
como se suministra hoy a los periódicos y tal como estos la utilizan, no puede
prescindir de un comentario crítico”. Albert Camus
El
Génesis (origen) primer libro de La Biblia en su capítulo 11, nos habla sobre
la Torre de Babel, monumento que empezaron a construir los babilonios con la
ambición de que llegara hasta el cielo. Dice el libro del Antiguo Testamento,
que Dios castigó la soberbia de los hombres, con la confusión de lenguas.
Etimológicamente
el nombre "Babel" nace de dos raíces. La babilónica
"Bab-ilu" (puerta de Dios) y la hebrea "balal" (confusión).
Las dos perfectamente aceptables dentro de su valor contextual
Desde
los tiempos remotos, la torre de Babel aparece como símbolo de la ambición y la
vanidad humana y como consecuencia, se convierte en la imagen de la confusión y
la impotencia que invade al hombre, cuando no puede comunicarse con sus
semejantes.
En
la época actual y estando en el mismo país (en este caso) México, todavía es
más grave la confusión y la falta de comunicación, porque compartiendo el mismo
idioma, cada quien habla lo que quiere hablar, y cada quien entiende lo que
quiere entender.
El
escrito bíblico, nos da la pauta para introducirnos al confuso y mal entendido
mundo de la crítica, esa opinión personal sobre cualquier tema, que siempre debería
ser previamente analizada. La palabra crítica viene del griego Kritikós que
quiere decir, “capaz de discernir”
Como
estrategia de comunicación, la crítica suele definirse como la práctica de un análisis
maduro, con el cual la persona no debe, o debe procurar no violentar ninguna
situación; así como tampoco debe ser tan lisonjera, que pueda exponer
(inclusive por decisión), someterse a la voluntad de una o más personas. La
crítica debe tener peso en el sustento y las convicciones por la cuales se hace.
El juicio debe expresar inconformidades y defender derechos, sin las limitantes
patológicas de la adulación, la sumisión, la envidia, la culpa, el coraje o la
venganza.
Llegando
al punto que hoy me ocupa, más que menos personas, sostienen que la crítica
política es un argumento adverso que daña a la sociedad y que atenta contra el
orden público. Este es prejuicio endeble, que se maneja por inercia, costumbre, conveniencia o
indiferencia; ya que tanto en nuestra Carta Magna, como en los principios en que
se basan los Derechos Humanos, está implícito que los actos de expresión (por
cualquier medio), vulneren el orden público, el respeto a la honra y los
derechos de los demás; así como todos aquellos escritos y discursos que inciten
a la violencia. Quien así lo hiciere, estaría cometiendo un grave delito.
Por
el contrario de esta muy nutrida pero desafortunada forma de pensar; la crítica
política es ese mecanismo indispensable en toda democracia, que permite debatir
los asuntos de interés público y común en el más amplio sentido; y dentro del cual,
la participación de las personas no debe restringirse únicamente a ser simples
ciudadanos sin voz (pero curiosamente sí con voto), en las eternas contiendas
en las que vivimos inmersos, sino ciudadanos con civismo, y con iniciativas de
participación en la gestión pública posterior a los procesos, mediante su
opinión y sus críticas.
¿Por
qué se molestan tanto los políticos cuando se les hace una crítica, sobre todo
cuando no les gusta? Desde que están tratando de acceder a cualquier -jerarquía
de poder-, saben perfectamente bien que como personas públicas, laborando en un
quehacer público y lo más importante trabajando con dinero público (dinero del
pueblo al que sirven), deben entender que no todas las personas estarán de
acuerdo con su ideología o con la forma de ejercer el poder (mientras está en
sus manos); así como también, si las acciones son correctas o van por ese
camino, por medio de la crítica madura y con justicia, también se deben relevar
entendiéndose esto, como un sano equilibrio en toda democracia y en la vida
misma.
Desde
su mención en el Antiguo Testamento, -la Torre de Babel-, ha adquirido una
dimensión superior a su fastuoso valor arquitectónico, al convertirse en el
símbolo de la incomunicación entre los seres humanos, y no precisamente por las diferencias que los separan como son, las
raíces, las fronteras, la cultura, el folclore y el idioma; sino por el
egoísmo, la envidia, la maldad, la violencia, el abuso, la corrupción, etc.,
actitudes que realmente nos alejan del bien común.
¿Por qué no podemos actuar convencidos en lo que
nos une? ¿Por qué nos empeñamos en seguir siendo ciudadanos de la Torre de
Babel? La crítica política siempre es positiva, (aun viéndola desde el lado
negativo), ya que desde cualquier ángulo que se realice, es como un semáforo
que le señala a los gobernantes, qué luz (verde, amarilla o roja) está
encendida, parpadea o va a cambiar. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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