domingo, 7 de julio de 2013

LA TORRE DE BABEL



 
 
 
LA TORRE DE BABEL

 

Luz María Sánchez Rovirosa

“La información, tal como se suministra hoy a los periódicos y tal como estos la utilizan, no puede prescindir de un comentario crítico”. Albert Camus

 

El Génesis (origen) primer libro de La Biblia en su capítulo 11, nos habla sobre la Torre de Babel, monumento que empezaron a construir los babilonios con la ambición de que llegara hasta el cielo. Dice el libro del Antiguo Testamento, que Dios castigó la soberbia de los hombres, con la confusión de lenguas.

 

Etimológicamente el nombre "Babel" nace de dos raíces. La babilónica "Bab-ilu" (puerta de Dios) y la hebrea "balal" (confusión). Las dos perfectamente aceptables dentro de su valor contextual

 

Desde los tiempos remotos, la torre de Babel aparece como símbolo de la ambición y la vanidad humana y como consecuencia, se convierte en la imagen de la confusión y la impotencia que invade al hombre, cuando no puede comunicarse con sus semejantes.

 

En la época actual y estando en el mismo país (en este caso) México, todavía es más grave la confusión y la falta de comunicación, porque compartiendo el mismo idioma, cada quien habla lo que quiere hablar, y cada quien entiende lo que quiere entender.

 

El escrito bíblico, nos da la pauta para introducirnos al confuso y mal entendido mundo de la crítica, esa opinión personal sobre cualquier tema, que siempre debería ser previamente analizada. La palabra crítica viene del griego Kritikós que quiere decir, “capaz de discernir”
 

Como estrategia de comunicación, la crítica suele definirse como la práctica de un análisis maduro, con el cual la persona no debe, o debe procurar no violentar ninguna situación; así como tampoco debe ser tan lisonjera, que pueda exponer (inclusive por decisión), someterse a la voluntad de una o más personas. La crítica debe tener peso en el sustento y las convicciones por la cuales se hace. El juicio debe expresar inconformidades y defender derechos, sin las limitantes patológicas de la adulación, la sumisión, la envidia, la culpa, el coraje o la venganza.

 

Llegando al punto que hoy me ocupa, más que menos personas, sostienen que la crítica política es un argumento adverso que daña a la sociedad y que atenta contra el orden público. Este es prejuicio endeble, que se maneja por  inercia, costumbre, conveniencia o indiferencia; ya que tanto en nuestra Carta Magna, como en los principios en que se basan los Derechos Humanos, está implícito que los actos de expresión (por cualquier medio), vulneren el orden público, el respeto a la honra y los derechos de los demás; así como todos aquellos escritos y discursos que inciten a la violencia. Quien así lo hiciere, estaría cometiendo un grave delito.

 

Por el contrario de esta muy nutrida pero desafortunada forma de pensar; la crítica política es ese mecanismo indispensable en toda democracia, que permite debatir los asuntos de interés público y común en el más amplio sentido; y dentro del cual, la participación de las personas no debe restringirse únicamente a ser simples ciudadanos sin voz (pero curiosamente sí con voto), en las eternas contiendas en las que vivimos inmersos, sino ciudadanos con civismo, y con iniciativas de participación en la gestión pública posterior a los procesos, mediante su opinión y sus críticas.

 

¿Por qué se molestan tanto los políticos cuando se les hace una crítica, sobre todo cuando no les gusta? Desde que están tratando de acceder a cualquier -jerarquía de poder-, saben perfectamente bien que como personas públicas, laborando en un quehacer público y lo más importante trabajando con dinero público (dinero del pueblo al que sirven), deben entender que no todas las personas estarán de acuerdo con su ideología o con la forma de ejercer el poder (mientras está en sus manos); así como también, si las acciones son correctas o van por ese camino, por medio de la crítica madura y con justicia, también se deben relevar entendiéndose esto, como un sano equilibrio en toda democracia y en la vida misma.

 

Desde su mención en el Antiguo Testamento, -la Torre de Babel-, ha adquirido una dimensión superior a su fastuoso valor arquitectónico, al convertirse en el símbolo de la incomunicación entre los seres humanos, y no precisamente por las diferencias que los separan como son, las raíces, las fronteras, la cultura, el folclore y el idioma; sino por el egoísmo, la envidia, la maldad, la violencia, el abuso, la corrupción, etc., actitudes que realmente nos alejan del bien común.  

 

¿Por qué no podemos actuar convencidos en lo que nos une? ¿Por qué nos empeñamos en seguir siendo ciudadanos de la Torre de Babel? La crítica política siempre es positiva, (aun viéndola desde el lado negativo), ya que desde cualquier ángulo que se realice, es como un semáforo que le señala a los gobernantes, qué luz (verde, amarilla o roja) está encendida, parpadea o va a cambiar. ¡Vale la pena reflexionarlo!

 

 

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