jueves, 20 de marzo de 2014

LOS SACRIFICIOS HUMANOS





 
LOS SACRIFICIOS HUMANOS

Luz María Sánchez Rovirosa

"No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación" Confucio

 

Quiero iniciar este artículo, aun cuando no es el tema del mismo, externando que lamento muchísimo la salida del Comisionado de Seguridad Dr. Manuel Mondragón y Kalb; simplemente lo mejor de lo mejor en el gabinete de Enrique Peña Nieto. Personaje impecable tanto en su persona, como en su trayectoria como funcionario público. Qué sucedió, sólo ellos lo saben; pero para su servidora reitero, es muy lamentable.

De lleno en el tema que aplica el día de hoy, los sacrificios humanos, eran un ritual común de la Cultura Azteca. Ellos creían que el sol que era una de las partes más importantes de sus creencias religiosas, se había formado por medio de un acto de sacrificio a los dioses.

Cuando los Aztecas, necesitaban que los dioses les proporcionaran los recursos necesarios para su supervivencia, creían que por los bienes recibidos, ellos tenían que alimentarlos también a cambio, o en su caso cuanto los azotaban males, pensaban que no había mejor forma de calmar la ira de los dioses que con el sacrificio humano; por lo tanto, esta acción se convirtió en una necesidad de los Aztecas, para tener felices a sus dioses.

Quizá de forma aparatosa llegamos a la actualidad, en donde la “donación” de órganos (extracción) debería ser única y exclusivamente para trasplantes que salven vidas. La “donación”, es un acto de nobleza que merece ser estimulado en el mundo. Donar órganos en vida o después de la muerte, para que otra persona lo reciba y viva, es una verdadera obra de caridad que todos deberíamos de practicar.

La donación de un órgano tanto en vida, como después de la muerte, es un acto voluntario que regula la ley de salud (de cada país), que no tiene más recompensa que la satisfacción de haber dado la oportunidad a otra persona de vivir. Este tema es (o debería ser) cuidadosamente llevado a cabo en cada país, según sus normas y leyes.

Pero infortunadamente, sucede que la ambición en el ser humano, sea del rango que sea es inagotable, y así nos encontramos con el terrible tráfico de órganos, es decir, la compra-venta de alguna parte del cuerpo, (vivo o muerto), entre una persona con posibilidades económicas y la urgencia de prolongar su vida (o de un ser querido), y otra pobre también desesperado por seguir viviendo, es decir, para satisfacer sus necesidades primordiales.

Este tipo de “donación retribuida”, es mucho más frecuente de lo que nos imaginamos, tanto en venta de órganos que pueden ser donados en vida, como los que se venden de cadáveres, que no hicieron explícito su deseo de donación.

Obviamente, la ley prohíbe el mercado de órganos, pero esto se ha convertido en otra faceta del crimen organizado, ya que las cantidades que se piden por la venta de los miembros son millonarias, y esas mismas se pagan con tal de obtenerlos.

El comercio de órganos ocurre más frecuentemente en países en los que “conviven” minorías ricas, con mayorías pobres (económicamente en ambos casos), con marcadas diferencias y un alto grado de injusticia social, y en los que el Estado es laxo para regular estas mafias del terror, como en México, entre otros muchos países del mundo.

Por este motivo, el “tráfico de órganos” está considerado como una acción criminal organizada, que se dedica a proveer órganos de personas necesitadas de dinero, a personas necesitadas de un órgano; y son obtenidos incluso a través del asesinato de la persona, es decir, este aberrante negocio clandestino, es de vida y muerte, no tiene ningún respeto por ninguna persona de ningún sexo o edad; y no tiene ni fronteras, ni límites.

Sale a colación este muy delicado tema, porque al ser detenido Manuel Plancarte Solís, sobrino de Enrique “El Kike” Plancarte, (uno de los líderes) de los Caballeros Templarios, realizando la investigación “pertinente”, y por boca del mismo criminal, se enteraron que la actividad a la que se dedicaba el susodicho, es nada más, y nada menos que tráfico de niños y de órganos.

 
Ahora bien, por las mismas declaraciones, se encontró que Nazario Moreno “El Chayo” realizaba ritos (satánicos) o de iniciación, en los cuales obligaba a comer a los “nuevos” en el cartel, corazones humanos extraídos de los niños, como adoctrinamiento para poder ser miembro de los templarios. Así lo explicó (palabras más, palabras  menos), el comisionado Castillo, a importantes medios de comunicación.

Ahora bien, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, a pregunta explícita sobre la certidumbre de este caso, quiso suavizar y señaló “que este delito en México no es tan grave,  pero no  queremos que sea más grave. (sic). ¿Por fin, es grave o no es grave?

¿De qué estamos hablando? Es realmente preocupante, que en México pudiera haber más casos, en más lugares sobre este macabro tema, que en versión estilo Castillo, nos suena a una burla más para los mexicanos, cuando jamás deberían restarle la relevancia y las consecuencias que tiene. ¡Vale la pena reflexionarlo!     





No hay comentarios:

Publicar un comentario