“TENER
O SER”
Luz María Sánchez
Rovirosa
“De aquel que opina que el
dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de
hacer cualquier cosa por dinero” Benjamín Franklin.
El pensamiento encausado
hacia un fin constructivo, ensancha los caminos de la actividad que
desarrollamos, esta práctica nos hace intuitivos a nuestras necesidades humanas
a través de sus valores, entre ellos nuestra libertad de decidir y actuar.
Mediante una tranquila
maduración de ideas, he sentido la necesidad de encontrar una explicación de
nuestra conducta social y manifestar mi gran preocupación por México y por qué
los mexicanos estamos en esta situación.
¿En que invertimos nuestro
tiempo, dinero y esfuerzo cuando los tenemos? La primera idea del valor nace en
el ámbito de la economía. Valer significa sobre todo para los utilitaristas, lo
que tiene un precio. Después el término se transfiere a todo lo que suscita
nuestro interés incluyendo el plano afectivo, estético, moral, social o
religioso; así pues, tiene valor, no sólo lo que simplemente existe, sino lo
que merece ser y lo que debería ser.
Hoy en día existe una
verdadera confusión de valores (es la principal causa de la situación que
vivimos), y en gran parte es así, porque los padres de medio tiempo se
multiplican, es decir, aquellos que por necesidad, por superación personal, por
gusto, por ambición etc. (con miles de respetables excepciones), dedican la
mayor parte de su tiempo, a la búsqueda de valores materiales y ceden la
educación de sus hijos a terceras personas, pero sobre todo al vicio de la
televisión.
Recuerdo todavía, que en
tiempos de mi infancia (hace muchos inviernos), que los héroes de las
películas, vencían a sus enemigos o a “los malos”, sin que se derramara sangre,
incluso sin que ni siquiera se les cayera el sombrero. A diferencia de hoy, en
que un niño de cinco o seis años, puede ver (a través de películas,
telenovelas, caricaturas y noticieros), más crímenes, más violencia y más
sangre, que cualquier veterano de guerra.
¿Cómo nos va a extrañar
entonces que miles y miles de niños, jóvenes y adultos, sean abusadores,
violadores, asesinos, secuestradores; o víctimas de esos abusos, de la violencia
consuetudinaria, de las drogas, prostitución y trata; de la injusticia y de la
muerte? ¿Cómo nos puede causar asombro qué exista esa apatía generalizada en nuestra
sociedad, en torno al sufrimiento ajeno?
Es muy fácil vender
violencia, morbo y degradación; solo se necesita mucha ambición y aprovechar la
“natural” inclinación, que en mayor o menor medida tenemos todos los seres
humanos a la concupiscencia, y esto lo saben y muy bien, quienes se dedican a
conseguirlo.
Desafortunadamente
demasiadas veces hasta nuestras propias autoridades intervienen en estas acciones
con tanta facilidad, al fomentar la corrupción humana por ambición de dinero y
poder (como en el reciente caso del dirigente del PRI, en el Distrito Federal,
o el “príncipe de la basura”, Cuauhtémoc Gutiérrez).
En cambio resulta demasiado
difícil orientar a los mexicanos hacia el humanismo, al estudio, la buena
música, la cultura, el cuidado de la naturaleza, al civismo, al respeto a los
demás, porque sin duda alguna, esto requiere de tiempo, dinero y dedicación;
cosa que no sucede en nuestra institución dedicada a la educación, porque no
conviene a los intereses de las autoridades, de mantener al pueblo sometido por
la ignorancia.
Nuestra larga tarea por alcanzar el progreso, la felicidad y la
libertad, está determinada por la inercia tan fuerte del ser humano del tener
sobre el ser (reflexiones de Erich Fromm en su libro del mismo nombre 1976).
Abundante en ejemplos, esta obra literaria merecería ser visualizada como un
aporte importante al mejoramiento de nuestra calidad de vida, amenazada cada vez
más por las consecuencias que se derivan de esa disyuntiva.
Analizar
las patologías que produce la obsesión
por tener, es cuestión de especialistas, pero desafortunadamente es algo
“demasiado” común, y más aún en la política, donde el tener
determina el modo de sus existencias, sus personalidades, y sus posibilidades
de realización, basadas en una competencia intrínseca, ilimitada y compulsa de
tener siempre más dinero y más poder.
La incorrecta orientación de los que sólo piensan en la posesión de
objetos que se compran con el dinero, ilusamente creen que también pueden “comprar”
esposo (a), hijos, amigos, títulos, y posiciones sociales, con el único fin en
la vida que el tener, antes que el ser.
La clave es tan sencilla, como considerar que el dinero debe servir al
hombre y no el hombre debe servir al dinero. Debe cambiarse la idea de
explotación al hombre, a la naturaleza, por una relación de respeto y
cooperación; sustituir al antagonismo por la solidaridad, y lo más importante,
quitarnos de encima los apegos materiales que perturban nuestra paz, es decir:
“Hay que poner la basura en su lugar” ¡Vale la pena reflexionarlo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario