ABC,
NUNCA MÁS
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Frente a la dificultad y a
la tragedia, siempre puedo elegir interpretar lo que me sucede como una
desgracia, como un desafío, como una catástrofe y transformarme en víctima; o
puedo mirarlo (después de subir la espiral de la aceptación), como una
oportunidad de crecer y transformarme en protagonista de un verdadero cambio
para ayudar a los demás”
Hoy 5 de junio se cumplen 5
años de la más grave tragedia infantil de México. Sucedió en Hermosillo, cuando
un incendio provocado (¿?) en una bodega propiedad de la Secretaría de Hacienda
y Crédito Público del Gobierno de Sonora, se propagó hasta las instalaciones de
la Guardería ABC, estancia infantil subrogada por el Instituto Mexicano del
Seguro Social (IMSS) a particulares; siniestro en el cual, perdieron la vida 49
niños (entre seis meses y cuatro años) y más de sesenta pequeños quedaron con
heridas y quemaduras muy delicadas.
Las primeras indagaciones (que
por parte del gobierno hasta allí han llegado), arrojaron de inmediato que la
guardería carecía de salidas de emergencia, no contaba con extinguidores y prácticamente
no cumplía con las normas básicas y obligatorias de seguridad para este (y
cualquier) tipo de instalaciones que brindan servicios a la comunidad.
Año tras año desde aquel día
de horror, personas y grupos se solidarizan con los padres de los pequeños y se
manifiestan por medio de marchas, pancartas, velas encendidas, globos volando
al cielo, ayunos, cantos, y por supuesto muchas lágrimas de dolor, de dolor mucho
tiempo en silencio.
Esta forma de marchas, de protestas,
de manifestaciones, nos descubren, una rebeldía guardada, un grito adormecido,
una plegaria reprimida. Pero esto no es nuevo, porque lo hemos visto a través
de la historia, lo vemos en un presente continuo y lo veremos en un futuro sin
aliento.
Un pueblo mudo por el temor a
la censura y a la represión por decir lo que siente y lo que piensa, un pueblo
que no se puede armar de valor y tomar el lugar que le corresponde; ese lugar
donde predomina el silencio, ese lugar hacia donde los poderosos, los que
mandan, los que deciden; nos señalan, nos humillan y nos desdeñan; y no hay
algo más triste, que ver el poder, la ambición, la impunidad, la soberbia y el
desinterés, por encima de la moral y la agonía.
Mientras el pueblo (no
escogido) sufre y sufre mucho, cada día va perdiendo más la confianza en los
gobernantes, en quienes legislan, en las leyes y en quienes las imparten;
porque la confianza es un privilegio que se gana, que se fortalece con actos de
honestidad, congruencia y generosidad y cuando se pierde porque la dignidad ha
sido consuetudinariamente mancillada, es muy difícil recuperarla.
La indignación justificada y
la desconfianza de las personas que han sufrido tragedias con sus seres
queridos (por causa de la indiferencia, la incapacidad, la impunidad y de la
injusticia gubernamental), y los grupos sociales que apoyan estas causas,
avanzan sin tropezar hacia el reclamo de lo que les pertenece: la justicia. Ese
reclamo que necesariamente tiene que hablar de cambiar las actuales estructuras
que son inequitativas, injustas e inmorales; ese reclamo hacia la exigencia a
los políticos y gobernantes, para que tengan el valor de llamarle bien al bien,
mal al mal, y en consecuencia actuar.
La tragedia de Hermosillo ha
provocado duelo y rabia en todos los rincones del país. La herida emocional
cada día se vuelve más profunda y no hay nada que apacigüe el sufrimiento
(aunque sea aceptado), ni la furia reprimida de los padres, familiares y amigos
de los pequeños, que año con año recorren las calles cargando las fotografías,
los recuerdos, la impotencia, la impunidad, la injusticia, y las preguntas sin
respuestas.
Cansados, con la paciencia impuesta
por las circunstancias, estos padres han visto desfilar a todos los
involucrados en el asesinato de sus hijos, aun cuando han sido señalados de
responsabilidad por la justicia; ella misma, les ha permitido caminar impunes
hacia nuevos horizontes de privilegios, sin que nada, ni nadie los detenga.
La marcha del 5º aniversario
de la tragedia de la guardería ABC, siempre, lastimada, dolida, impotente y
llena de rabia, pero con prudencia; pero no esa prudencia te aconseja poner la
otra mejilla cuando en una se ha recibido el ultraje. Que confortable resulta
esto para los que mandan, para los que apabullan, para los que abusan, para los
que explotan. Qué fácil es encadenar las manos y los pies de la humanidad, con
la -anuencia de la prudencia-.
Más en este caso, existe la
prudencia pero no las ataduras (ni existirán), y vale la pena reflexionar, que tantas
lágrimas derramadas, nunca serán suficientes para devolverles a sus hijos; pero
si harán que el horror que sufrieron (hasta la muerte), no les pase a los de
los demás.
Una de las lecciones que nos
deja la tragedia de la Guardería ABC, es que el cuidado de los inmuebles de
estancias, guarderías, asilos, casas de reposo, escuelas, etc., en buen estado,
no sea solo para los privilegiados, y de ello, el gobierno debe estar atento,
que su funcionamiento sea el que ellos mismos exigen en su cargada burocracia
de decretos, reglamentos y leyes, y leyes secundarias, y se sancione a quien se
lo merece, si no lo cumplen a cabalidad.
Ojalá, que este año se
corone la justicia (porque hay que recordar que justo a los 5 años prescribe el
delito y quizá sea lo que el gobierno ha estado esperando), dando su merecido a
todas las personas que irresponsablemente no tuvieron ni tiempo, ni interés de
cuidar, dar cuidados y dar respuestas al –silencio de los inocentes-; a estos
cientos de pequeños que no se merecían ser víctimas de una aberrante, impune e
injusta tragedia como la de la Guardería ABC. -NUNCA MÁS- ¡Vale la pena
reflexionarlo!
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