MICHOACÁN,
EN EL OJO DEL HURACÁN
Luz María Sánchez
Rovirosa
“La violencia es una
debilidad y eso está más que demostrado” Jean Jure.
El estado de Michoacán
colinda en el noroeste con Colima y Jalisco, al norte con Guanajuato y
Querétaro, al este con el estado de México, al sureste con Guerrero y al
suroeste con el Océano Pacífico, donde se encuentra localizado el Puerto Lázaro
Cárdenas, considerado la –joya de la corona- para todo grupo criminal que logre
su control.
En diciembre de 2006, Felipe
Calderón Hinojosa siendo presidente de México, declara la guerra al crimen
organizado, teniendo la primicia, obviamente su estado natal Michoacán, que –gracias-
a la incapacidad y errado gobierno de su antecesor Vicente Fox (quien por
cierto hoy está en busca de comercializar la marihuana, ante su –probable
legalización-), el crimen organizado logró ocupar importantes espacios, al
grado de llegar a ser gobierno de facto en muchos de sus municipios.
Esta situación ha llegado a
ser tan crítica, que en no pocas ocasiones, el pueblo ya no sabe de quién
defenderse, si de los buenos de los malos o de los peores; pero la verdad es
que el ciudadano común, el que se dedica al trabajo honesto, el que vela por su
familia, el que no tiene el mínimo de garantías; ese ciudadano que no sabe
cuándo su familia podrá ser la siguiente víctima, o en su caso, cuándo en la
desesperación por la supervivencia de la misma, no pueda o ya no quiera escapar
del peligro de caer en -esas redes-; ese ciudadano existe en todo el país.
Ante esta delicada situación,
es relevante destacar cuál es el contexto social en el que está dándose el conflicto,
porque es un hecho indudable que el tejido social está erosionándose
aceleradamente, ante la ausencia de estrategias institucionales eficaces para
garantizar la seguridad y el bienestar de la población.
Pero lejos de encontrar o
mínimo buscar una solución ante las constantes agresiones del crimen
organizado, miles de personas en Michoacán, decidieron pasar a la acción, por
medio del movimiento conocido como grupos de autodefensas.
Y ahora con la población
armada (siendo la gran protagonista de esta historia), se convierte aun en más
peligrosa, pues a pesar de la legitimidad de las demandas de seguridad y de
poner un alto definitivo a los grupos del crimen organizado, no es lo más conveniente
promover, que sea la ciudadanía la que se procure justicia por su propia mano.
En Michoacán a través del
tiempo, emergieron uno tras otro, poderosos grupos de narcotráfico que han
desafiado a los gobiernos y se han constituido como una especie de soberanía en
el estado, ante el abandono de grandes proyectos de inversión pública, que
dejaron las políticas neoliberales (incluyendo al PAN), es decir, un profundo
hoyo, que se ha venido llenando con actividades ilícitas.
Así que actualmente y sin
impedimento (aparente) alguno, la región sigue siendo un territorio productor
de amapola y marihuana; así como receptor de cocaína proveniente de Sudamérica,
vía el puerto Lázaro Cárdenas; además de identificársele como la capital
mundial de la producción de drogas sintéticas.
La pregunta es ¿cómo ha sido
posible que muchas de las regiones rurales (de las más pobres) de este estado,
se hayan transformado en paraísos exclusivos para el narcotráfico pero invisibles
(¿?) para el gobierno?
El narcotráfico en el México
actual, tiene una historia compleja y sin identidad, ya que estos grupos
delictivos son producto de un tejido político, económico, social y cultural, en
el cual se han construido espacios de poder, en los cuales los narcotraficantes
y políticos han convivido sutilmente, a través de muchos años.
Mientras que para unos -esta
forma de vida- representó la oportunidad para colocarse en la –cúspide del
poder-, para otros fue el -desafío de poder- sobrevivir y construirse un futuro
mejor; ya que las políticas neoliberales de olvido y abandono, dejaron a su
suerte el crecimiento económico y la movilidad social del país, plagando (en
este caso) la historia de Michoacán (y de otros estados del país), de desigualdades,
exclusiones, arbitrariedades e injusticias propiciadas por la misma ley.
Ahora somos testigos (no
protegidos) que el verdadero punto de inflexión de este difícil proceso, es la
aceptación o no del narcotráfico como parte del paquete armado, que reconoce la
lucha –de la seguridad privada- que las autodefensas han ejercido ante la indiferencia
o –la complicidad- del Estado, a través de ese mecanismo mediático que de
manera fugaz, se está convirtiendo en un mito en la figura del Dr. Mireles,
-personaje- (convertido en víctima) de advenediza reputación y fortuito pasado,
permitiendo que se mire hoy como la justicia de lo que ayer fue su alianza; para
seguir sin entender (desafortunadamente), toda su misteriosa complejidad. ¡Vale
la pena reflexionarlo!
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