LA
TRAICIÓN
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto”. Proverbio Chino.
Se dice que uno de los
vicios más comunes en la sociedad en cualquier ámbito, es la traición. La
traición es una de las acciones más destructivas en las relaciones humanas; se
define como una grave falta que viola la fidelidad de una o más personas que
engañan o hacen daño a otra u otras personas, incluyendo a familiares y amigos,
quienes les han depositado su confianza.
Ante una traición dejamos de
creer o tener confianza en la o las personas que traicionan; se siente la
burla, la defraudación, y difícilmente (aun cuando exista el perdón) se podrá
recuperar la fe en ellas.
La traición produce ira y rabia en los primeros momentos, así como también surge el rencor, el odio y las ganas de venganza. Al mismo tiempo trae consigo un enorme dolor, la pérdida de la confianza en la pareja, el compañero, el amigo o el hermano, la madre e incluso el padre, o en quien hayamos depositado nuestra fe o esperanza. La traición también, provoca pérdida de autoestima, sentimientos de humillación e impotencia, lo cual puede incitar la depresión; y es entonces cuando el ser humano busca la justicia (honesta) y cuando no la ve satisfecha, se enfrenta a la frustración.
La traición produce ira y rabia en los primeros momentos, así como también surge el rencor, el odio y las ganas de venganza. Al mismo tiempo trae consigo un enorme dolor, la pérdida de la confianza en la pareja, el compañero, el amigo o el hermano, la madre e incluso el padre, o en quien hayamos depositado nuestra fe o esperanza. La traición también, provoca pérdida de autoestima, sentimientos de humillación e impotencia, lo cual puede incitar la depresión; y es entonces cuando el ser humano busca la justicia (honesta) y cuando no la ve satisfecha, se enfrenta a la frustración.
Pero
¿por qué hablar de la traición? ¿Qué cura existe ante este agravio? ¿Qué hacer
cuando esta ofensa vendió el amor de un ser querido, tan querido, como lo es un
padre? ¿Se debe o se puede superar la rabia, la impotencia y sepultar
simbólicamente la traición, para iniciar un eterno duelo y perdonar, aunque el
traidor, no esté arrepentido?
Existen cantidad de historias con personajes que son
dueños de esta brutal patología, de los cuales podemos sacar una enorme
cantidad de experiencias, pero una de las más representativas, nos la narra la
Biblia, en el caso de Absalón, quien cegado por la ambición, estaba decidido a
usurpar el trono de su padre.
Absalón era el tercer hijo del Rey David, quien llamaba
la atención por su hermosura y quien se sublevó a su padre, para tomar el poder
antes de tiempo. Así que comenzó tratando de robarse el corazón de los hombres
de Israel; es decir, ganándose sus favores con astutas promesas y fingidas
expresiones de afecto, tal y como lo hacen los políticos de hoy en campaña (Y
Zeferino Torreblanca Galindo, no fue, ni es la excepción).
Los abrazaba y besaba como si de verdad se preocupara por
ellos y sus necesidades, de esta forma consiguió poner de su parte hasta al
consejero de confianza de su padre el Rey David, llamado Ahitofel, quien, junto
con él, se volvió traidor y se unió a la rebelión.
El Rey David expresa el dolor que sintió por la tan
terrible deslealtad de su hijo. La conspiración de su vástago contra el
rey, puso de manifiesto que Absalón no sentía ningún respeto ni por su
padre, ni por ninguna soberanía, incluyendo la Divina; y para ejemplo de los hombres
ambiciosos y descarados, al final, su golpe fracasó y David su padre, siguió
reinando.
Aterrizando
al presente esta historia de traición filial, da mucha pena seguir siendo
testigos, cómo cada día se despliega más la vereda de la ambición, y por
conseguir lo que se quiere y anhela a toda costa, se pasa por la vida empujando
y atropellando a personas con el fin de obtenerlo; bajo chantaje, cobro de
favores, prebendas e incluso amenazas.
El
cruel golpe se atiza, y cuesta trabajo volver a levantarse después de la espada
enterrada por la espalda, y al sentirlo, se descubre que nunca la persona
amada, fue lo que se creyó, y cala la impotencia de hacer conciencia ante el error
de la ingenuidad, de abrir de par en par las puertas de la confianza; cuando se
empañan los sentimientos, al darnos cuenta que se tiene que aprender de la peor
manera.
Existen momentos en la vida en los que tarde o temprano
nos damos cuenta de que no todas las personas son lo que dicen ser, y tristemente
muchas veces, quien menos esperamos, nos termina apuñaleando por la espalda.
Pero en el caso, de que la mano que tiene asido el puñal, sea la de tu propio
hijo, no encuentro y no tengo, más palabras para externarlo. ¡Vale la pena
reflexionarlo!
P.D. Recuerdo, a quién tengo que recordar, que hay
corazones que no tiemblan ante el puñal; y como Don Filomeno Mata, la maleta ya
está detrás de la puerta.
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