jueves, 3 de septiembre de 2015

LA TRAICIÓN







LA TRAICIÓN

Luz María Sánchez Rovirosa

“Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto”. Proverbio Chino.

Se dice que uno de los vicios más comunes en la sociedad en cualquier ámbito, es la traición. La traición es una de las acciones más destructivas en las relaciones humanas; se define como una grave falta que viola la fidelidad de una o más personas que engañan o hacen daño a otra u otras personas, incluyendo a familiares y amigos, quienes les han depositado su confianza.

Ante una traición dejamos de creer o tener confianza en la o las personas que traicionan; se siente la burla, la defraudación, y difícilmente (aun cuando exista el perdón) se podrá recuperar la fe en ellas.

La traición produce ira y rabia en los primeros momentos, así como también surge el rencor, el odio y las ganas de venganza. Al mismo tiempo trae consigo un enorme dolor, la pérdida de la confianza en la pareja, el compañero, el amigo o el hermano, la madre e incluso el padre, o en quien hayamos depositado nuestra fe o esperanza. La traición también, provoca pérdida de autoestima, sentimientos de humillación e impotencia, lo cual puede incitar la depresión; y es entonces cuando el ser humano busca la justicia (honesta) y cuando no la ve satisfecha, se enfrenta a la frustración.

Pero ¿por qué hablar de la traición? ¿Qué cura existe ante este agravio? ¿Qué hacer cuando esta ofensa vendió el amor de un ser querido, tan querido, como lo es un padre? ¿Se debe o se puede superar la rabia, la impotencia y sepultar simbólicamente la traición, para iniciar un eterno duelo y perdonar, aunque el traidor, no esté arrepentido?

Existen cantidad de historias con personajes que son dueños de esta brutal patología, de los cuales podemos sacar una enorme cantidad de experiencias, pero una de las más representativas, nos la narra la Biblia, en el caso de Absalón, quien cegado por la ambición, estaba decidido a usurpar el trono de su padre.

Absalón era el tercer hijo del Rey David, quien llamaba la atención por su hermosura y quien se sublevó a su padre, para tomar el poder antes de tiempo. Así que comenzó tratando de robarse el corazón de los hombres de Israel; es decir, ganándose sus favores con astutas promesas y fingidas expresiones de afecto, tal y como lo hacen los políticos de hoy en campaña (Y Zeferino Torreblanca Galindo, no fue, ni es la excepción).

Los abrazaba y besaba como si de verdad se preocupara por ellos y sus necesidades, de esta forma consiguió poner de su parte hasta al consejero de confianza de su padre el Rey David, llamado Ahitofel, quien, junto con él, se volvió traidor y se unió a la rebelión.

El Rey David expresa el dolor que sintió por la tan terrible deslealtad de su hijo. La conspiración de su vástago contra el rey, puso de manifiesto que Absalón no sentía ningún respeto ni por su padre, ni por ninguna soberanía, incluyendo la Divina; y para ejemplo de los hombres ambiciosos y descarados, al final, su golpe fracasó y David su padre, siguió reinando.

Aterrizando al presente esta historia de traición filial, da mucha pena seguir siendo testigos, cómo cada día se despliega más la vereda de la ambición, y por conseguir lo que se quiere y anhela a toda costa, se pasa por la vida empujando y atropellando a personas con el fin de obtenerlo; bajo chantaje, cobro de favores, prebendas e incluso amenazas.

El cruel golpe se atiza, y cuesta trabajo volver a levantarse después de la espada enterrada por la espalda, y al sentirlo, se descubre que nunca la persona amada, fue lo que se creyó, y cala la impotencia de hacer conciencia ante el error de la ingenuidad, de abrir de par en par las puertas de la confianza; cuando se empañan los sentimientos, al darnos cuenta que se tiene que aprender de la peor manera.

Existen momentos en la vida en los que tarde o temprano nos damos cuenta de que no todas las personas son lo que dicen ser, y tristemente muchas veces, quien menos esperamos, nos termina apuñaleando por la espalda. Pero en el caso, de que la mano que tiene asido el puñal, sea la de tu propio hijo, no encuentro y no tengo, más palabras para externarlo. ¡Vale la pena reflexionarlo!

P.D. Recuerdo, a quién tengo que recordar, que hay corazones que no tiemblan ante el puñal; y como Don Filomeno Mata, la maleta ya está detrás de la puerta.

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