¿DE
PRIMERA O DE SEGUNDA?
Luz María Sánchez
Rovirosa
“La
peor consecuencia de la violencia, es que nos estamos acostumbrando a ella,
porque nos hemos convertido en
rehenes en esta confrontación violenta de ajustes de cuentas."
Efectivamente, la violencia
es un fenómeno histórico que está relacionado con el desarrollo social del ser
humano. La violencia en todas sus formas, se ha convertido en un tema con el
que tenemos que lidiar diariamente, con el latente y grave peligro de
enfrentarse a ella y lo peor acostumbrarse a ella como una forma inevitable de
vida.
Graves acontecimientos se suscitaron el pasado sábado, cuando un comando
o varios hombres con -armas largas- en un taxi, o como usted guste llamarlos,
balearon el Bar VIP (uno de tantos), que “Reglamentos y Espectáculos” (de los
pasados) Ayuntamientos, sin piedad autorizó a lo largo y ancho de la Costera
Miguel Alemán, con venta de alcohol (y muy posiblemente drogas) y en los que se
“ejerce” la prostitución; amén que la mayoría funcionan (sin salidas de
emergencia), hasta altas horas en la madrugada.
Al respecto, resulta que en un restaurante contiguo de comida italiana (que
no de lujo), se encontraba coincidentemente cenando el próximo gobernador del
estado Héctor Astudillo Flores, acompañado de su esposa Mercedes Calvo de
Astudillo. Sus guardias, quienes contestaron de inmediato la agresión,
resultaron heridos, y según se informó no de gravedad, pero desafortunadamente
y para variar, en el –fuego cruzado-, un inocente perdió la vida.
Toda esta patética historia, obviamente repercute en la afluencia del turismo
para Acapulco. Navieras que están depositando nuevamente su confianza en el
puerto para tocar sus aguas, así como visitantes nacionales y foráneos que se
esperan para la temporada decembrina.
Pero ante lo ya dramático, “desafortunadamente”, no contábamos con la
astucia del Secretario de Fomento Turístico del Estado de Guerrero, Sergio
Salmerón Manzanares, quien “afortunadamente” ya se va (y esperamos que para no
volver), con sus estúpidas y desatinadas declaraciones sobre los hechos, donde
expresa su pesar por los acontecimientos en detrimento del turismo, señalando
también que lamenta la pérdida humana, pero que “afortunadamente” no había sido
un turista (sic). Es decir, en su irracional criterio, “habemus” dos clases de
personas: los de primera, turistas; y de segunda, los acapulqueños, -para
servir a usted-. ¿En cuál de los dos grupos se acomodaría toda la clase
política: líderes, funcionarios, servidores públicos, autoridades y este sujeto
que dice “fomentar” el turismo del Estado de Guerrero?
Se hablan tantas cosas sobre
la espiral de la violencia que padece Guerrero con su hermoso puerto de Acapulco,
que es uno de los destinos (otrora) más famosos de México y el mundo. Tanta era
la fama de su belleza, que recibió el sobre nombre de “La Joya del Pacífico”.
¿En qué momento se perdió el camino y nos convertimos en el último lugar
del Índice de las Ciudades más Competitivas y Sustentables, elaborado por el
IMCO y Banamex, (Desarrollo Urbano y Desempeño Ambiental); incluso por debajo
de Chilpancingo; poniéndonos como ejemplo a otros destinos de playa (Los Cabos
y Cancún), como lo que no se tiene que hacer, para no terminar como el Puerto
de Acapulco, en unas décadas?
Para que la balanza funcione y pese correctamente tiene que haber
equilibrio, en el caso de Guerrero y Acapulco (como de cualquier otro lugar del
país), las autoridades no pueden ni deben minimizar los trágicos sucesos para que
la actividad turística no se vea afectada. Pero la pregunta surge: ¿Cómo puede
no afectar a la gente que aquí vive y al turismo nacional e internacional, el
preocupante incremento de asesinatos con violencia extrema y sin ningún límite
ni pudor?
De verdad que lamento mucho los
recientes hechos sangrientos. Como sociedad, no podemos seguir con los brazos
cruzados, porque de continuar así las cosas y las autoridades no cambien para
bien, es decir, no desvíen, no usen (para lo que son) o roben recursos (incluso
etiquetados), que son vitales para el desarrollo humano; mientras no tomemos conciencia
de lo que nos está sucediendo por conveniencia, negligencia, apatía o temor;
mientras no tengamos el valor de externar nuestro malestar y exigir el bien
común, nunca nos va a llegar. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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