EL
MIEDO POLÍTICO
Luz María Sánchez
Rovirosa
“El miedo es natural en el
prudente, y el saberlo vencer es ser valiente” Alonso de Arcilla y Zúñiga.
El miedo siempre ha sido una
de las mejores herramientas con las que cuenta el poder, y que comúnmente utiliza
para que la población viva inmersa en él. Las maquiavélicas formas de crear miedos
falsos, para -espantar-, obliga a los ciudadanos a crearse corazas para
esconderse frente a los caóticos sucesos sociales, que nos consumen.
La definición de miedo en el
Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia es: “perturbación
angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real, o imaginario”. El miedo, es una
sensación muy desagradable que produce desconfianza, suspicacia, sospechas,
malicia, escepticismo, etc., y por lo tanto genera la imperiosa necesidad de
protegerse de él.
Enfocándonos a nuestra –tan
cuestionada- realidad política, el miedo social se manifestaba, principalmente
cuando las autoridades eran inquisidoras y practicaban el poder e imponían las
leyes, de forma abusiva en contra del pueblo.
Pero hoy en día, el miedo al
quehacer político, pero sobre todo a quienes lo realizan, desde cualquier
jerarquía, adopta rostros inéditos. Ya no son tan solo los temores
acostumbrados, como son las mordazas, las amenazas, los castigos, el bullying
fiscal, etc.
Hoy existen formas más
sutiles, pero más letales, como son: la minimización de los beneficios
sociales, el desempleo, la reducción de nuestro poder adquisitivo, la inercia (a
la baja) de la plusvalía de nuestros bienes; que nos empujan cada día más
fuerte a la marginación económica y social, y por ende a la limitación de la
participación ciudadana en la política.
Y ese miedo de sobrevivir a
las recurrentes crisis, en medio de severos conflictos, con una violencia que envilece
con sus rudas consecuencias, provocan a su vez, que el pueblo no funcione como
tal, entrando en un estado de debilidad, que le impide incluso pensar por sí
mismo; y como el miedo es un sentimiento que inmoviliza, hace a la gente vulnerable
para ser subyugados y cautivos.
Y entonces los pueblos, las
ciudades, las comunidades, se convierten en fantasmas y el miedo se transforma
en una realidad cotidiana en la cual las personas simplemente al caminar por las
colonias, encuentran cada día, dos o tres tiendas que cerraron, una o dos casas
deshabitadas, uno se percata que los meses pasan y las personas pensionadas no
cobran el dinero de su jubilación, que no solo no se cuenta con servicios de
salud decentes, ni con medicinas. Se topa uno con que los hijos y muchos jóvenes
que terminan sus estudios, no encuentren trabajo, siendo cada día presas más
fáciles del –crimen organizado-, así como un largo listado de etcéteras.
Así que focalizando al municipio
de Acapulco; en estos momentos en que tenemos 15 días con una “nueva” (¿?)
administración, la pregunta obligada sería: ¿A qué le tenemos miedo?
Sin lugar a dudas, le
tenemos no miedo, sino pánico, a que el –incipiente- alcalde Evodio Velázquez
Aguirre, nos llame incrédulos. ¿Cómo le gustaría al presidente y a su ilustre
gabinete llamarnos, subordinados, vasallos, súbditos o cautivos? ¿En qué
podemos creer, en 15 días, con un gabinete reciclado? ¿Cómo les gustaría a la
“nueva” administración mantenernos a los acapulqueños? ¿Acríticos, inmóviles,
pasmados, dóciles, etc., dejando pasar de lado todas las inercias negativas de
las que estamos siendo testigos?
La crítica es (no se
supone), para que la tomen en cuenta y mejoren su actitud y su quehacer, pero como a kilómetros de distancia se nota
que les molesta, por un lado tratan de ofrecer canonjías y prebendas para guardar
silencio, o para la crítica lisonjera, es decir, “chayote”. O en su defecto,
aplicando -la ley mordaza-, que ofrece puestos y encargos, con el fin de
cerrarnos la boca.
Pero uno se pregunta: ¿Cómo nos
vamos a quedar callados, si primeramente darnos los servicios y su atención es
su obligación, y para eso se les paga, entonces, por qué creen que nos hacen un
favor?
Y como quedarse callado, si
estamos viendo como este joven presidente decide irse de paseo a escasos días
de asumir un cargo tan importante como el de alcalde, y como no conoce el
funcionamiento del Ayuntamiento, sus penurias, ni los perfiles de los muchos
que le impusieron las circunstancias por las cuales ganó, no planeó, ni escogió
a tiempo, a parte de su equipo de trabajo. De esta manera, como un ejemplo, si
usted gentil ciudadano desea, necesita o le apura hacer trámites en la
Dirección de Plano Regulador pues, olvídenlo, ya que como Evodio no ha asignado
al nuevo director, así de simple, esta dependencia no está en funciones.
La palabra coraje, se queda
corta, para describir los sentimientos de frustración que nos produce a los
ciudadanos que no nos gusta defender lo indefendible, por el bien común y
porque no tenemos la lengua comprometida. Sí señor, a mí también me da mucho
miedo, pero ¡Vale la pena reflexionarlo!
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