DESPEÑADERO
Y AGONÍA
Luz María Sánchez
Rovirosa
"Sólo el hombre íntegro es capaz de confesar sus faltas y
de reconocer sus errores." Benjamín Franklin.
-77 largos años deberían haberse cumplido-, desde la consolidación de la
-Expropiación Petrolera-, bajo el mandato del entonces presidente de México
Gral. Lázaro Cárdenas del Río. Hoy su homólogo Enrique Peña Nieto, justo en la
mitad de su camino (que ya perdió), parece haber olvidado también, la cantidad de
veces que reiteró (en muchos lugares, incluido el extranjero), que PEMEX no se
iba a privatizar, ni a vender; pero los (acertados) subliminales que rodearon a
la iniciativa y después a la reforma energética, nos hicieron pensar (y pensar
bien), que así iba a suceder, y infortunadamente, así sucedió.
Desde la fecha de la Expropiación Petrolera, 18 de marzo de 1938 (derivada
de la implementación de la Ley de Expropiación y del artículo 27 de la
Constitución Mexicana), en México habíamos vivido orgullosos de nuestro
petróleo, primeramente por las ganancias que nuestro codiciado “oro negro”
otorgaba a la nación y que eran muchas, tantas, que prácticamente el país vivía
de ellas, a pesar de la insaciable ambición y el abuso de los gobernantes y de
los líderes sindicales.
La energía es prácticamente lo que mueve el desarrollo económico del mundo,
y México, no es la excepción; la energía está relacionada con toda la esencia
de la vida cotidiana. La energía en México, no es sólo hablar de petróleo (como
crudo), o hablar de PEMEX (como empresa). La energía es simple y sencillamente
hablar de todo, de los usos y consumos que afectan o privilegian la vida de todo
país.
Por ello ha sido imposible entender los sueños guajiros de una tropa (en
beneficio propio), de extravagantes y extraños miembros; para una sociedad (en
su mayoría), temerosa (con razón), que desde entonces hasta hoy, habla, comenta
y lucubra sobre la privatización de PEMEX, es decir, de la venta de nuestro
patrimonio nacional, sobre todo, a la Iniciativa Privada extranjera.
Por supuesto que entrando o no en razón, hoy ese hecho es una realidad sin
posible margen de error; ya que son demasiados los intereses, económicos,
políticos y de poder, que genera el petróleo para los gobernantes en México,
conociendo su intrínseca historia.
El presidente de México,
Enrique Peña Nieto (en crítica constructiva), se encuentra en una grave
situación, justo a la mitad de un rumbo que lamentablemente extravió. Podemos
hablar que (quizá), lo más relevante que hasta hoy ha tenido su -nefasto gobierno-
y que tanto le festejaron, fue el poder de manipulación de sus asesores (vía
bono financiero), para meter al aro a los partidos (o a sus jefes) de oposición
y lograr que “blanditos” ($$$) firmaran -El Pacto por México-, una auténtica vacilada
que en rebelión (no sabemos a ciencia cierta, por qué), los “Panaderos”, los “Chuchos”
y anexas, un día sí y otro también, le dan la espalda.
De esta falsa y mediática
estrategia, se suponía que partirían todas las líneas que le darían vida a este
gobierno y que “movería a México”, que hoy, en la mitad de su quehacer y a
pesar de los inválidos esfuerzos, se “despeña” y agoniza.
Faltan muchas cosas por mencionar,
otras muchas por venir. ¿Qué nos depara el destino, una real intención del
presidente Enrique Peña Nieto y su equipo de administrar bien (lo que es su
obligación) y de transformar México? ¿O tan solo una simulación con altos
beneficios mediáticos y propios, pero poco sustanciales (para variar), para el
pueblo de México?
Más allá de los obtusos discursos del presidente Enrique Peña Nieto; más
allá de las expectativas maravillosas que él ha descrito (que se las cree) y que
aún describe; más allá de la diferencia entre privatizar y vender, que no sabe
cómo explicar; hay una cuestión demasiado importante a la cual el ejecutivo no
se ha referido, y a la que debemos prestar mucha atención ¿Qué vamos a hacer
los mexicanos sin nuestro petróleo? ¡Vale la pena reflexionarlo!
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