jueves, 26 de noviembre de 2015

"CUANDO CALIENTA EL SOL, AQUÍ EN LAS PLAYAS DE ACAPULCO"





“CUANDO CALIENTA EL SOL, AQUÍ EN LAS PLAYAS DE ACAPULCO”


Luz María Sánchez Rovirosa


“El político es y deberá ser siempre el humano que ante el llamado de las necesidades públicas de la sociedad, responderá con comprometida solidaridad ante la problemática imperante de su época y las circunstancias de su pueblo”.


En Acapulco las bellezas naturales son lo máximo, y eso ni quien lo dude; hay un sol esplendoroso, aguas cálidas en playas de suave arena y atractivos incomparables, por lo que la violencia, no puede opacar el esplendor del puerto. Eso también es verdad, pero si opaca y ciega la vida de su pueblo y de los turistas que nos visitan.

Los funcionarios (todos, y de todos los tiempos) siempre han querido “tapar el sol con un dedo”, y aseguran que pese a las noticias constantes de hechos sangrientos que han atraído la atención de los medios de comunicación nacionales e internacionales, la población acapulqueña realiza con normalidad sus actividades diarias.

Cuántas veces y reiteradamente hemos escuchado que Acapulco no está en crisis, que los casos de violencia que se han suscitado en el puerto, son hechos aislados; y nos aseguran que las autoridades turísticas han atendido el asunto (¿?). ¿Qué es lo que nos toca hacer a nosotros los ciudadanos? ¿Hablar de lo bueno, de lo hermoso que es Acapulco y que es mucho más que los -incidentes aislados- que nos lastiman, que nos duelen y que nos asustan?

En la historia de la humanidad, nos encontramos con el intento constante del hombre por dominar a sus semejantes, a menudo en provecho propio. Este deseo de someter a los demás y al mismo tiempo el miedo a ser sometido por los demás, es en muchas ocasiones la raíz de la mentira, del fingimiento, del fraude, de la manipulación, de la demagogia política, y por supuesto de la violencia.

La violencia es indudablemente fruto de la injusticia, y cada día más personas se manifiestan en contra de esta grave situación, con la formación de movimientos de agresión, delitos y crimen, que provocan una acción represiva cada vez más apremiante en la sociedad, sin importar las consecuencias; siendo el círculo de la violencia, la injusticia, la agresión, la reacción de venganza, el rencor, el odio, y así sucesiva y eternamente.

La violencia es una palabra que ya debería estar fuera del contexto verbal de nuestras vidas y es la acción que no debería convivir en la trama de una sociedad civilizada; pero tristemente, por el contrario de lo que digan las autoridades estatales y municipales, cada día se incrementa y sigue permeando en la sociedad como si fuera el único medio por el cual unos pocos se hacen notar, mientras que la mayoría, indefensa, temerosa y dañada la sigue padeciendo, la sigue aguantando, y lo más triste, se está acostumbrando.

No se vislumbra en el horizonte, posibilidad alguna de mitigar la violencia sufrida en el puerto de Acapulco con todo y sus bellezas naturales, porque son dos cosas totalmente diferentes, con las cuales pretenden las autoridades minimizar los graves acontecimientos que han sucedido en el puerto, sin omitir la violencia que también ha cobrado tantas (demasiadas) víctimas en todo el estado de Guerrero. Simplemente, 99 muertos (contaditos), desde que se instaló en Chilpancingo “El Orden y la Paz”. ¿De risa?

Uno de los resultados de la lucha del gobierno mexicano contra el narcotráfico, planeada para ofrecer mayor seguridad a los ciudadanos, desafortunadamente se ha convertido en una fuente permanente de violencia e inestabilidad en varios puntos del país.

En algunos lugares, la violencia ha alcanzado niveles que también resultan letales para la economía de estados y municipios como Guerrero y Acapulco, en los cuales la violencia definitivamente, no es un suceso aislado, ni la mitiga “cuando calienta el sol, aquí en las playas del puerto”.

En este país (como en muchos otros), en este deprimido estado de Guerrero, en este hermoso pero vulnerable y vulnerado puerto de Acapulco, hay marcas, cicatrices, huellas de desesperanza que aparecen significativamente sobre los escenarios de su historia ordinaria, que los doblega a ver los retazos de un gobierno represivo, tan oscuro como lacerante, que se nombra a media voz, ya no por la censura del poder político, sino por la imposibilidad del lenguaje para encontrar palabras adecuadas para expresar el dolor, ante semejantes “ideas políticas”, frente a los agravios sufridos.


Pero la culpa la tenemos nosotros, una sociedad pasiva e inerte, que desde tiempos remotos hemos permitido que nos gobiernen, única y exclusivamente por conveniencia personal y no del bien común; esta clase de personas; que de cualquier color y de cualquier partido, siempre son los mismos. ¡Vale la pena reflexionarlo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario