¿VIOLENCIA
VIRTUAL?
Luz María Sánchez
Rovirosa
“Lo
que es injusto para unos, nunca puede ser justo para otros” Popular.
¿Qué perfil (según los
ciudadanos) debe tener una autoridad, un gobernante, un líder o un político,
para considerarlo adecuado? Lo primero que se nos vendría a la mente (si la
elección fuera coherente); es que trabajara para el desarrollo, para las
oportunidades, pero sobre todo para el bien común.
Desde la antigüedad, el
crimen ha sido contemplado como parte irremediable de la sociedad de todos los
países del mundo. Pero en la actualidad los criminales y –sus actividades
organizadas-, son catalogados desde una óptica muy diferente a lo que
tradicionalmente se consideraba como delincuente, es decir, un sujeto solitario
enfermo y anormal. Ahora (con los mismos y muchos más calificativos), la
delincuencia ha pasado a ser parte importante del sistema gobernante y de las
vidas de los países, sobre todo en aquellos en los que se vive bajo su sombra.
Vamos a aterrizar brevemente
este delicado tema en el puerto de Acapulco, donde el domingo pasado se suscitó un enfrentamiento (con balas),
supuestamente entre grupos criminales y la Policía Federal, en un recorrido
(persecución) de un tramo de aproximadamente seis o siete kilómetros sobre la
Costera Miguel Alemán, entre las nueve y diez de la noche; durante el cual infortunadamente,
fue abatido (para variar) un inocente que fue alcanzado por una –bala perdida-;
más el terror bien fundado de los ciudadanos que fueron testigos presenciales de
esta terrible experiencia, que sí pasó y que no fue virtual.
¿Qué
nos pasa, que se siente y se nota por todos lados la inestabilidad en el
sistema político, en el de arriba y en el de abajo; pero ante todo el
descontrol frente a esta ingobernabilidad, ante esta corrupción e impunidad que
tiene esclavizada a una sociedad que está sumida en un clima de violencia
permitida; hoy llamada rimbombantemente por el alcalde Evodio Velázquez: –violencia
virtual-y que otrora se trataba de solucionar desafiando la cólera
gubernamental, con reclamos públicos, marchas de protesta, plantones,
discursos, polémica, debates, opiniones, etc.?
Y
que ahora ante la abrumadora realidad, solo queda la opción de las oraciones,
del silencio y de la –exagerada prudencia-; y de cualquier manera la sociedad tiene
que lidiar con la ira, la irritación, el furor, el frenesí, el berrinche y la
bilis de las autoridades cobardes e
incompetentes, que ni admiten, ni asumen su responsabilidad.
Se vive un tiempo en el cual la violencia y el terrorismo, que no son
“virtuales”, es decir, no son producto de una información cibernética
tergiversada y con cizaña; siembra de inquietud y dolor las calles del puerto
de Acapulco, y la sociedad carga –como la piedra del Pípila-, ese dolor que le
tocó vivir.
Hablar de inseguridad, es muy complejo; es hablar de distintos factores que
están ligados y que van desde la pobreza y la marginación, la violencia, la drogadicción
(permitida), la gratificación instantánea por asesinar; la falta de valores, la
apatía por miedo de parte de los ciudadanos ante los abusos de que son objeto; pero
sobre todo la negación de los gobernantes para aceptar –por cobardía-, sus
errores, su ineficiencia, su incapacidad, su negligencia y su ambición.
Ante este desolador panorama, coexistir se vuelve imposible con una
política autoritaria e irracional, llena de abusos, de violaciones
consuetudinarias a los derechos humanos, de crímenes, de miserias, marginación,
de represión, con rezagos casi irreparables y con una injusta distribución de
la riqueza, dentro de la cual demasiados luchan por sobrevivir, mientras otros pululan
por “vivir” cobardemente.
¿Qué tendrá que seguir en Guerrero, en Acapulco (otrora la marca propia de
México), para que los gobernantes en turno Héctor Astudillo Flores y Evodio
Velázquez Aguirre entiendan lo que tienen que hacer, que no es justamente lo
que han estado haciendo?
Acapulco ha sido víctima del abuso indiscriminado de los gobiernos pasados (lo
sabemos) y del presente, que no piensan que con su nefasto quehacer, le están
negando la posibilidad de un futuro mejor.
Entonces ¿A qué autoridades debemos alabar? ¿A las que por cobardía e
intereses personales mienten, abusan, roban? ¿A las que son ambiciosas, injustas,
soberbias, negligentes corruptas y un largo etcétera; simple y sencillamente
porque obtenemos prebendas y canonjías “personales”, sin pensar en los demás de
los demás? ¡Vale la pena reflexionarlo!
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