EL
RESPETO A LA VIDA Y A LA MUERTE
Luz María Sánchez Rovirosa
“La vida humana tiene valor porque tiene calidad, no,
tiene calidad, porque es vida humana”.
Hoy me
costó mucho trabajo decidirme sobre el tema a tratar en este artículo, por la preocupación
de caer (como lo he visto, leído y escuchado últimamente) en lo repetitivo
cuando de política se trata, y que ha producido un cansancio y un quebranto
inmerecido en la sociedad de nuestro país.
Rápidamente
me voy a referir para entrar en el tema, sobre la violencia ya sin palabras que
estamos viviendo en muchos lugares de la geografía mexicana, y que reflejan ya
no un pleito o venganza entre bandas del crimen organizado, sino una total y
patológica deshumanización en la cual abusan, denigran, y rebajan a las
personas hasta los últimos niveles de crueldad, sin importar si estás vivo o
muerto.
Tristemente
hoy la pregunta es: ¿en qué momento nos perdimos del mundo? Resulta que es
difícil comprender por qué a la vida humana se le tiene que agregar el
calificativo “digna”, cuando la dignidad es inherente por derecho propio al ser
humano. La vida de una persona de principio a fin, por naturaleza debería tener
y ser de calidad.
Pero
resulta qué en la podredumbre humana, se ha instaurado que ese derecho propio
de la vida, se otorga y se niega al antojo de quien sea, de quien se crea
superior solo por tener armas como el poder o armas de fuego, que al final
ambas son igual de letales.
Aterrizando
de lleno al tema, nos detendremos en el aborto, tema polémico que ha recobrado
fuerza con la presión de los grupos ¿feministas? que exigen que se acepten las
prácticas denigrantes que atentan contra la vida humana (el embrión, el feto),
en aras de una supuesta libertad; contando por supuesto con la autorización del
estado, es decir, con licencia para matar. Y desafortunadamente este el
principio del tenebroso fin, que hoy tenemos enfrente.
El
aborto es la interrupción del proceso fisiológico del embarazo, causando la
muerte del producto de la concepción (embrión o feto), dentro del claustro
materno logrando su expulsión.
¿Cuándo
comienza la vida? Una discusión que nos sumerge en un mundo (pudiéramos decir)
fantástico, en el que se exponen las más variadas opiniones; por lo tanto, la
despenalización del aborto tiene tantos argumentos como los da la imaginación y
que poco a poco se vuelven falsos criterios para lanzar iniciativas en el
Congreso para que se aprueben; sin tener la certeza científica, religiosa,
natural o espiritual; ya que ningún ser humano (investigador o no), ha podido
introducirse al vientre en gestación, para saber con plena exactitud cuándo el
ser en desarrollo manifiesta sentimientos.
Y para
muestra un botón de las principales génesis que se miran desde la óptica del
pro-aborto, y es el trillado “para que traer niños al mundo, si van a sufrir
las consecuencias de nacer no deseados”, entre una sociedad ya de por sí
enferma de problemas sociales, con miseria, desigualdad, la ignorancia, el
desempleo, violencia e injusticia; y que en un patético grito de dolor, algunas
mujeres claman una legislación en pro del aborto, que supuestamente les permita
mejor “calidad de vida”, y la seguridad que no morirán a consecuencia de las
condiciones clandestinas en que se les practican los abortos. Lamentable.
¿Entonces
el no traer niños no deseados a este valle de lágrimas, en el cuál si nacen, se
volverá delincuentes drogadictos, violadores, hace tan necesario (según
postura) legalizar el aborto como un derecho fundamental que toda mujer debe
tener, pues es una decisión íntima que hacen sobre su cuerpo?
Gravísimo
error, a diferencia de la muerte asistida (ahí sí decisión personal, sobre su
propio cuerpo), en el aborto a quien asesinan es al bebé, porque la madre y su
cuerpo, siguen viviendo muy felices. Hasta el siguiente crimen.
Y es
exactamente donde este serio problema, adquiere su máxima dimensión: cuando el
aborto es utilizado como recurso anticonceptivo, es decir, sin ninguna
justificación de ninguna clase, sino simplemente, como un medio de evitar una
obligación, consecuencia de haber actuado con irresponsabilidad previa, cuando
existen múltiples y eficaces medios anticonceptivos para evitarlo.
La
ley, la religión, la ONU (y demás organizaciones) y la sociedad, deben tomar en
cuenta en sus posturas y proyectos antes que otra cosa, las consecuencias de
esta falta de moral social de los individuos, al abrirles las puertas al
desenfreno y con ello la posibilidad de actuar con tanta irresponsabilidad. A
los ¿legisladores, juristas, expertos y demás? no les vaya a salir el tiro por
la culata, siempre es mejor la prevención, que solucionar problemas que tantas
veces, se les salen de las manos. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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