EL GRITO DE LOS DOLORES
Luz María Sánchez Rovirosa
“Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una
pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la
seguridad”. Benjamín Franklin.
La historia de la independencia obviamente inicia con la conquista, y en
muchas ocasiones ésta equivocadamente se ha visto como una lucha entre buenos
indígenas contra malos españoles, como un enfrentamiento o el choque de dos
civilizaciones, pero en el cual (supuestamente) venció la superioridad de la
raza.
México es un país con una gran
historia y la historia como en casi todos los países del mundo, se narra y se
enseña de una forma heroica para despertar ese patriotismo que millones de
veces se tambalea cuando las cosas no van bien. Al mexicano común, al que le
manejan su pensar y su sentir, lo obligan a recordar a los actores de esta
historia como los héroes de la patria, incluyendo a los que nunca existieron.
Este “festejo” se da cada 15 de
septiembre, pero curiosamente esta fecha (según la historia), fue cuando
Hidalgo dio “el grito en Dolores, Hidalgo”, para iniciar la lucha en busca de
la anhelada libertad. Ésta se da, el 27 de septiembre de 1821 como fruto de las
batallas que encabezan Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide. Sin embargo, la
historia no reconoce la consumación de la independencia en ese momento; motivo
por el cual los presidentes en turno siguen saliendo al balcón del Palacio
Nacional a “dar el tradicional grito de independencia el día 15 por la noche”.
Pero cuentan por ahí, que resulta
que la tradición de dar el grito anualmente, comenzó con el presidente Porfirio
Díaz, ya que precisamente su fecha de nacimiento fue el 15 de septiembre del
año 1830, por lo cual había que festejar su “cumple” con “une partie”
(“pachanga” en francés), idioma favorito de Don Porfirio, o como dicen los
cuestionados españoles de los que nos “libramos”: “un jaleo”; y de allí la
tradición qué hasta la fecha, se cumple al pie de la letra.
Pero ¿Por qué festejamos cada año este
hecho histórico para México; por qué muchos consideran estas fiestas una
hipocresía; por qué festejar como si nos sobrara el dinero para el derroche que
se gasta en un par de días; por qué se ostenta algo que no podemos darnos el
lujo de pagar? ¿No sería un verdadero festejo de humanidad, si todo ese dinero
que se tira a la basura o lo disfrutan los elegidos, se compartiera con los que
se mueren de hambre, que son muchos?
México
es un país que “casi” desde siempre, ha sentido la humillación de tener la cara
pegada al suelo y con un zapato pisándole el cuello; que ha sido doblegado y
que ha ahogado “por los siglos de los siglos” el “grito de los dolores” de los
que sufren, de los que lloran las injusticias de todos los días, de los que no
conocen los matices para llegar al blanco, porque siempre se quedan en lo
negro, de todos aquellos para los que ha sido un logro no vivir, sino
sobrevivir.
Pero
bueno, no hay que perder la fe, las nuevas generaciones todavía pueden
completar la verdadera historia de libertad que se inició en 1810, y que en
algún momento serán capaces de prodigarse. Todavía ellos pueden trabajar con la
justicia y la razón, para cultivar la verdadera democracia y escribir una mejor
historia para los próximos 100, 200 o 500 años; para todos los mexicanos sin
excepción. ¡Vale la pena reflexionarlo!
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