miércoles, 11 de julio de 2012

RESPONSABILIDAD

RESPONSABILIDAD

Luz María Sánchez Rovirosa

“Es fácil eludir nuestras responsabilidades, pero es imposible eludir las consecuencias de haber eludido nuestras responsabilidades”
Empezaremos el día de hoy con esta tragicomedia que estamos viviendo en México, y lo haremos con un pedacito de PAN, con la mínima importancia que este partido se merece. Un partido otrora con convicciones y calidad moral, que estando en el poder no supo, ni pudo, ni quiso hacer lo correcto con la alternancia. Ahora después de que tiene una grave responsabilidad en el resultado de estas elecciones, va a entregar (seguramente al PRI), un país corrompido, hastiado, vencido y tan necesitado que fácilmente tuvo precio.

Por supuesto y a manera de justificación, el presidente de ese partido Gustavo Madero señaló que no tienen los elementos que justifiquen una impugnación general de la reciente elección para presidente de la república; pero dijo respetar la decisión de la coalición Movimiento Progresista y su candidato presidencial, de solicitar la anulación de los comicios. ¡Qué gran decisión!

Gustavo Madero Muñoz con vergonzante solemnidad, comentó que la razón para no hacerlo, es el tercer lugar obtenido por su débil candidata presidencial Josefina Vázquez Mota, que no les permite argumentos para interponer un recurso de anulación de las votaciones.

¡Qué pena! Claro que no tienen argumentos, ellos ya cumplieron muy bien con su papel de comparsa del PRI y lograron el objetivo de estas elecciones, confundiendo y dividiendo más de lo que ya estaba a la población. Hoy la realidad es que después del despeño del PAN del primer (con dudas) al tercer lugar electoral, no le queda otra maniobra más efectiva que arrodillarse ante el PRI.

En las elecciones del 2006, el PAN intimidó al pueblo de México utilizando un lema que ponía al candidato de las izquierdas que se llama Andrés Manuel López Obrador, como “un peligro para México”. Pero al correr de estos seis años nos ha quedado muy claro, quiénes fueron los que en verdad pusieron en peligro a México.

Ahora bien, es increíble ver al todavía presidente de México Felipe Calderón como persiste con la fuerte bipolaridad que lo caracteriza, manifestada frecuentemente en sus actitudes; y como ejemplos recientes, primero se aventó la pantomima de salir antes de tiempo a felicitar eufóricamente a Enrique Peña Nieto como vencedor de las elecciones, y ahora preocupado (¿?) señala que -por su magnitud-, la compra de votos es un tema de importancia medular en este proceso electoral. Demasiado tarde.
Pasando a otro tema, pero con más de lo mismo, a pesar de todos los señalamientos de fraude, lo que escuchamos por donde se vaya es que Peña Nieto ya ganó, que lo eligió la mayoría; (matemáticamente hablando, como corresponde ya que los votos se cuentan, ganó por mayoría relativa, que no absoluta), es que ahora el pueblo de México tiene que echarle ganas. Hay que trabajar mucho, hay que esforzarnos mucho, pero sobre todo, hay que dejar ya de protestar, porque le hace daño al país.

Efectivamente para la filosofía priísta no dañar al país significa no cuestionar, no protestar, no buscar un cambio verdadero. Para los ciudadanos estáticos y fáciles de convencer, es impensable que pueda existir una vida mejor para el país, los horroriza pensar perder la poca estabilidad y “confort” personal en aras del bien común, y se reacomodan en su tolerancia de buenos mexicanos responsables del país, no viendo más allá de sus narices de ser cautivos mentales del poder público.

Y ahora -como buenos niñitos ciudadanos- lo que nos queda por hacer, es fiscalizar que el “nuevo gobierno”, PRI (si así se le puede llamar), cumpla con lo prometido, cerrando los ojos ante la realidad que nos ha llevado a este caos sexenio tras sexenio; aún conscientes que la democracia, la paz y la justicia (y tal vez la soberanía del país), están muy lejos de nosotros, sin hacer nada por recuperarlas por pura pasividad y egoísmo.

Y así, poco a poco se va debilitando el espíritu cívico, la fe y la esperanza de que algo mejor podría suceder. Este trágico fenómeno que podríamos nombrar como -quietud social- parece un mal endémico que prevalece en la sociedad mexicana, compuesta (y descompuesta) en su mayoría, por hombres aislados dedicados a sus fines particulares, totalmente desinteresados por el bien común.

Ante esta ya notable sumisión pública, el PRI crece, se desborda y se apodera antes de tiempo de sus funciones y actividades (como de costumbre), y nos provoca nuevamente una anemia social, como consecuencia de la terrible hipertrofia política que ya padecimos durante más de 7 décadas y que hoy se recrudece con mutaciones peligrosas y devastadoras.
Así que reitero, de esta victoria del PRI, el PAN es el culpable (y ellos lo saben). Como dice la poesía “Redondillas” de Sor Juana Inés de la Cruz: “primero pusieron al coco y ahora le tienen miedo”, es decir,  lanzaron a una candidata enclenque, única y exclusivamente para mantener las apariencias, pero lo más importante, es que la usaron (y ella lo sabía), para restarle votos al Movimiento Ciudadano, por parte de  los indecisos.

Ahora frente a una encrucijada de valores, en la cual existen serias evidencias de engaño, la mayoría de la gente prefiere no ver, no escuchar, no saber, criticando la obsesión de AMLO por el –fraude electoral-.

Las elecciones efectivamente se le pueden llamar libres, incluso para los que decidieron vender su voto,  pero no fueron auténticas, porque quienes vendieron y quienes compraron el voto, -nunca jamás- podrán ejercer con la verdad lo que se merece el país.

Ahora bien, ya veremos qué tan difícil es comprobar el engaño, y las facultades que tienen las autoridades electorales para actuar con justicia. El proceso para demostrar lo incorrecto, se abre como un abanico (aunque quieran acotarlo) cuando el trámite es el correcto, ante la violación de los principios implícitos en la Constitución Mexicana sobre legalidad, equidad, libertad y autenticidad de una elección. Esto es aunque no quieran aceptarlo, -democracia-.

“Responsabilidad” decía el Papa Pablo VI, “palabra tremenda, inquietante, llena de energía. Quien la comprende no puede permanecer indeciso o indiferente. Se da cuenta que esta palabra cambia, no poco, el programa mezquino, acaso burgués de su propia existencia. Somos responsables de nuestro propio tiempo, de la vida de nuestros hermanos, y somos responsables de la historia” ¡Vale la pena reflexionarlo!

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